Ángel, ese nuestro viejo asesor…

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º “El que a veces yo me sienta un camello no significa que yo sea un camello”. Palabras de Ángel Palencia sj cuando, en alguna entrevista personal, se le hablaba sobre los vaivenes de la vida de uno y de cómo uno se podía sentir por las circunstancias que pudiera estar atravesando. Ángel era muy figurativo en las cosas que quería expresar y se dejaba entender de manera meridiana.

º Sus explicaciones en detalle sobre alguna estrofa del evangelio, al momento de la homilía, en la misa dominical comunitaria, era otra de las características de Ángel. Nos daba toda una cátedra sobre teología-historia-biblia-lenguaje-sociología-antropología… todas juntas. Era una manera de aprovechar también la misa, dentro de los espacios comunitarios, para brindar formación en los aspectos que se identificaba que había más falencias entre los participantes.

Realmente aprendíamos muchas cosas en esos 20 – 30 minutos (solo de homilía) que se tomaban para dicho propósito. En algún caso hasta mapa se incluyó en tales gratas explicaciones. Es muy probable que ello le diera pauta al mismo Ángel para trasladar esas inquietudes (que profundizáramos en la biblia) hacia aspectos o medios más masivos dirigidos hacia la gente más en general. De allí sus programas en la radio, los cuales tomaron aspectos más variados, pero igualmente de información básica y de interpretación útil sobre dichos temas.

º Tenía una mirada muchas veces descansada. En realidad su mirada mostraba y decía mucho de su estado de ánimo. Era bueno conversar con él teniendo al frente su mirada de paz, signo de comprensión, de cariño, de persona que se disponía a escuchar y a gozar de la vida que podía ser compartida con él. Realmente disfrutaba adentrándose en la vida de uno, la de todos los que se envolvían con su maestría para el eco. Porque le hacía sentir mejor las resonancias más significativas de la propia vida en uno mismo y a saber deducir con más inteligencia lo que podía ser mejor para uno o la necesidad de decidir por uno mismo lo que podía corresponder, incluyendo la posibilidad del error.

Sin embargo, no sólo su mirada, podía cambiar ante situaciones de tedio / adversas / de injusticia (o que para él podía sentirse como tales). Y se transformaba -de pronto- en un iracundo y altisonante reclamador sobre algo que no cuadraba en su manera de ver las cosas. Por ejemplo, una vez llegábamos a la casa de una buena amiga para celebrar su cumpleaños. Venía Ángel con nosotros en la movilidad de otro amigo. No terminábamos de estacionar cuando un vigilante particular nos avisa que no era posible hacerlo allí sino que debíamos hacerlo en otra parte. Claro, se trataba de una vía pública, por lo que era un tanto arbitraria dicha indicación. Pero Ángel no sólo reclamó brevemente como el conductor de la movilidad.

Él montó en cólera y con voz elevada hizo retroceder la “orden” que se nos había dado, validando que estábamos bien en lo que habíamos hecho (el carro no se movió ya del lugar escogido). Al bajar del vehículo, teníamos a medio vecindario asomado en las ventanas de sus casa, tratando de averiguar sobre el “escándalo” que acababa de producirse, mientras nosotros entrábamos medio sorprendidos (Ángel más bien molesto y colorado) a la celebración que nos esperaba.

º Ángel era ante todo una persona que obraba con rectitud, con principios y que deseaba mostrarse de modo coherente. Contrastaba ello con su actitud personal más bien tímida y reservada, pese a que le gustaba gozar de los chistes y se reía de modo extendido cuando lo ameritaba una situación agradable. Algo podíamos intuir de sus condiciones para influir en los demás, especialmente a través de la constancia y ánimo pedagógico en los distintos aspectos de su vida. Sin embargo, no dejó de ser una sorpresa el descubrir (de modo muy positivo) que nuestro viejo y querido asesor había sido alguien muy destacado en condiciones de liderazgo, cuando su etapa escolar. El que hubiera sido delegado de su salón y tan apreciado en sus distintas características personales por los compañeros de su aula. Quizás en el fondo no debió de extrañarnos mucho pero lo fue así porque su proactividad y don de gente se diluía demasiado en su timidez.

º Darse cuenta por uno mismo de las cosas que puedan corresponder, como forma de hacerse responsable por lo que transcurre en la vida de cada uno y la de los demás. Era una de sus tantas ideas fuerza para con nosotros. Seguramente porque era una manera de saber descubrir la voluntad del Padre en discernimiento. El discernimiento lo tenía como uno de los componentes claves para una formación ignaciana y en tal efecto se insistía en cuanto espacio temático pudiera plantearse con él, ya fuera la reunión comunitaria, la eucaristía, los ejercicios espirituales, la asamblea. Ocurre que cuando se trata de un tema tan fundamental, la repetición y la recurrencia al mismo es clave para hacerlo vida cotidiana y procesarlo como sentido común, cuestión sobre la que, sin embargo, normalmente hay que volver y enriquecer.

º Ángel era una persona que daba a mostrar poco sus sentimientos más primarios con relación a lagrimear por algo. Más bien, era fácil verlo a veces triste por algo o sentido por alguna situación. Quizás algo deprimido y se mostraba porque se descuidaba en el corte de su barba. Era alguien que se obsesionaba de algo que podía “tocarlo”. Pero me impresionó mucho verlo llorar en el entierro del hermano de alguien que había tenido síndrome de Down, tanto que parecía que había fallecido su propio hermano o su madre. Realmente me hizo sentir lo que podía ser la compasión, el sentido humano y la gratuidad, expresadas en una vida que se había apagado y que para muchos quizás podía haberse visto como una vida de menor valía a la de las personas con todas sus facultades normales. Cuánto aprendí de esa noche, de esa celebración eucarística, de esas lágrimas que me hicieron llorar todo mi interior y cambiaron algunas pautas en la perspectiva que tenía de la vida.

º “Sólo resisten hasta el final los valientes”… síganme los buenos… No es literal pero frases como esas se escuchaban de los labios de ángel cuando se trataba de evitar que se quedara la comida después de habernos saciado (¿suficiente?) o se trataba de repetir el plato y tener poca vergüenza de hacerlo. Se tomaba un poco de aire, algo de líquido si era necesario, nos cerciorábamos un tanto de que fuera factible el paso a dar y, adelante, hasta que no quedara nada. Era cosa de “caballeros” evitar que se pudiera desperdiciar los alimentos… y también había algo de capacidad instalada para hacerlo. Algunos le secundábamos en tal proeza cuando se podía. Desde esa óptica, me venía la idea que Ángel podía haber gozado mucho en zonas rurales, donde le tocó estar menos tiempo (creo que sólo tuvo esa posibilidad en Yamak Entsa, Amazonas, y en Huamanga, Ayacucho, más parcialmente). De buen diente y buena disposición para alimentarse.

º Encargado de darnos sentido de realidad en las cosas que hacíamos o nos proponíamos hacer. Nos ayudó a circunscribir mejor nuestros sueños y a delinear mejor los caminos y medios que podían hacerlos realidad o el saber llegar a la conclusión de que mejor era desecharlos. De hecho, su primera aproximación al Grupo Siempre, alrededor de los ‘80s, nos permitió encaminar y proyectar una comunidad “con los pies más en tierra”. Soñar con los pies bien puestos en tierra fue quizás algo que coincidió con diversas maneras de procesarse en distintos momentos de nuestra historia comunitaria.

Tantas cosas que podemos conjugar de Ángel Palencia, ese sacerdote jesuita amigo que nos enseñó tantas cosas de la vida, encarnado en tantos procesos de historias personales y comunitarias con los que podríamos tranquilamente llenar varias hojas y gozar con ellas. Por ahora, nos detenemos para otros menesteres.

Guillermo Valera Moreno
14 de noviembre de 2010

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