“No sabe con quién se está metiendo usted”, le decía la congresista Luz Salgado a uno de los Fiscales que intervenía a uno de los locales de Fuerza Popular, para recabar evidencia de sus gestiones políticas internas dudosas. Posteriormente, otro congresista, vocero del Fujimorismo, repetiría cosas similares ante la prensa; Daniel Salaverry insistiría en la incomodidad de su partido por estar siendo investigado y su exigencia de que todo ello se detuviera, como cual personaje protegido de todo mal posible y sin lugar a duda.
Pareciera que cada vez está más claro que el pedido de vacancia se inició desde el mismo momento en que PPK juramentó como presidente, fue la estrategia preferida para humillar de la peor manera a quien ganara “raspando” las elecciones de hace cerca de dos años. Con razón o sin ella, había que dar una lección al senil liberal que otra vez interrumpió los planes de un fujimorismo nuevamente encaramado en el poder, y con su principal líder caminando por la plaza de armas “libre de polvo y paja”.
Lo que no se ha calculado es que tenemos una democracia que empieza a tener algo de conciencia sobre lo que pueden ser los alcances de sus responsabilidades y que pueden actuar de modo diverso en simultáneo, usando las diversas herramientas que brinda el sistema político, ya fuera desde su división de los poderes del Estado, opinión pública, movilización política, presión internacional… y todo lo que corresponde a su institucionalidad. De allí lo clave del “debido proceso”, el respeto por las formas y procedimientos, el no quemar etapas o dejarse llevar por el facilismo.
Como en toda democracia, sigue abierta la posibilidad de que en el debate se puedan mover las posiciones sobre el tema en cuestión, si se argumenta debidamente y abrigan razones de peso para ello. De allí que no todo está concluido y creo que podemos asistir a algo más que un monólogo fujimorista, propiciándose un debate razonable y serio (como tiene que ser el caso de la vacancia presidencial). Que no se circunscriba sólo al Congreso de la República y, más bien, nos abra a un sentido mayor de ciudadanía, pese a que sus promotores fujimoristas esperarían una lección más bien autoritaria y de carga montón.
Hay un detalle del que debiéramos estar conscientes. Como van las cosas, se ha evidenciado que no se puede gobernar con un ejecutivo y un legislativo como están hoy dispuestos. Pienso que, al menos, uno de los dos debe renovarse en el corto plazo. Siendo un sistema político de corte más presidencialista, generaría menos inestabilidad disolver el Congreso y convocar a nuevas elecciones legislativas. Lo que no resiste más es la convivencia de ambos tal como están. Debiera hallarse una fórmula para que la política peruana se reordene incluyendo a un sector del Fujimorismo (quizás liderado por Kenji Fujimori) y las fuerzas que deseen entrar en un acuerdo nacional, cuyo programa central gire alrededor de garantizar una educación, trabajo y salud de calidad para todos los peruanos.
Lo anterior es entendiendo que no proceda la “vacancia presidencia”, cuestión con la que tampoco me muestro muy de acuerdo, especialmente por no haber argumentos muy determinantes (salvo que aparecieran cosas más contundentes). En el peor de los casos de que se diera una vacancia de PPK, igualmente pienso que el Sr. Vizcarra, al asumir la responsabilidad de primer mandatario, debiera ver la forma legal más rápida de renovar el Congreso de la República, ya que se ha mostrado que es un ente corruptor e incapaz de darle la gobernabilidad necesaria a la aún débil democracia que tenemos.
No es fácil el panorama. Esperemos que nos sirva para que emerjan nuevos políticos con “lecciones aprendidas” más vinculadas al bien común y menos a la corrupta clase política que mayoritariamente se mantiene aún. A todos nos debe mover el interés del país y animar especialmente a los más jóvenes a generar un sentido más dialogante y con horizonte amplio y político, recogiendo siempre de la experiencia de los buenos políticos que, siendo pocos, los hay y son muchas veces riqueza y materia de pedagogía educativa. No olvidar también que, como en el fútbol, en política muchas veces nos sentimos tentados de aparecer como los “entrenadores“ (diríamos, los analistas políticos, los “opinólogos”), quienes con facilidad queremos orientar el modo cómo deben de hacerse las cosas y no es cosa sencilla.
Como en todo, hay que ser prudente, saber mirar los diversos elementos concurrentes, abrir bien el horizonte de nuestros alcances y aproximarse a las respuestas necesarias, corriendo los riesgos que puedan corresponder. De lo que estamos convencidos es que a todo corrupto hay que mandarlo a su casa o a la cárcel más temprano que tarde, fortaleciendo en todo momento la institucionalidad democrática.
Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 20 de diciembre de 2017