El amor, dos historias

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El amor nos puede parecer que siempre alude a cosas románticas. Es cierto que tienen que ver con el corazón, aunque no necesariamente sólo con los sentimientos, porque el corazón suele ser confluencia también de razones que nos guían en la vida. De lo contrario, con facilidad se podría tomar decisiones erradas por muy bien justificadas que pudieran estar éstas (en sus propias razones) y generar dificultades mayores (o problemas) a los que se podía suponer.

La vida por cierto tiene sus complejidades. Qué se puede decir de una pareja que decide casarse. Se van a vivir a una zona aislada por el mar (por ser una isla), allá por Australia. Tienen dos intentos de embarazos, ya avanzados en meses, pero por razones orgánicas (o del clima, o de lo que fuera), la madre genera dos abortos consecutivos. No están terminando de velar y haber enterrado al segundo de los que pudo ser su hijo/a… y aparece una barca errante cerca a la orilla y la logran rescatar, además porque observan que había una persona a bordo. La llevan a la orilla, constatan que la persona que navegaba está muerta, pero ¡sorpresa! Venía un bebe de unos dos meses a bordo y él si está vivo.

Entre discusiones de la pareja, deciden enterrar el cadáver y quedarse con la criatura… sin avisar (como debía corresponder) a las autoridades. Ello traerá después un drama mayúsculo cuando por cosas del destino se enteran que la madre de origen de Clara (así le ponen de nombre a la niña) está viva y sufre por la desaparición de los suyos (como es natural). La vida termina siendo dura para ésta pareja que quizá pensó en lo mejor para la niña que se cruzó en su destino y le dieron todo de sí. Pero no era suya, tuvieron que “devolverla”, pasar cárcel y una soledad con diversas tonalidades. Algunos detalles mayores se encuentran en la película “La luz entre los océanos”.

Otro caso puede ser la de los inmigrantes que vienen de tantos lados, incluido Europa, en realidad de todo el mundo. Pero hablemos del caso de aquel inmigrante negro de Ghana que llega a Suecia, tiene que mendigar, buscarse algún albergue o pasar frío en las noches frías de Estocolmo. Primero tiene que sobrevivir; después conseguir dinero para enviar a su familia (tiene esposa y tres niños). De acuerdo a lo que se le presenta, tiene que optar por construirse un camino muy condicionado por lo que se le va presentando.

Ocurre que una voluntaria de uno de esos albergues humanitarios se fija en él… entre otras cosas porque es en el fondo parece ser una buena persona. Sin embargo, roba en el albergue en el que le dan trabajo, quizás desesperado por enviar algo de dinero a su familia…, pero será razón suficiente por lo cual lo botan. La sueca enamorada del “villano” le da cabida en su hogar; pasa vergüenza de la madre que lo aborrece (en ese caso por ser “negro”); se va haciendo a la vida local e intiman con la amiga que lo acoge. Cierto día, la sueca se entera que su amigo tiene familia y lo bota de su casa; no aguanta sentirse “engañada”.

Al final, ella intenta comprender la situación. Se compadece de él, le consigue dinero para que regrese a su país y lleve algo para los suyos, reconciliándose de los hechos anteriores. Así sucede, aunque ella queda embarazada de una criatura de la cual se entiende se hará cargo por su sóla cuenta, aceptando y asumiendo todo ello. ¿Quién tuvo la culpa? La vida sigue pero nos presenta nuevamente situaciones en que el amor se siente que está presente, aunque de modo complejo.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 14 de Mayo de 2017

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