Una visita por el Cusco

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Ya mismo llegamos, un poco más, por esta curva hay que seguir subiendo… Parece que por acá se va a Sacsahuamán. Seguramente, me recuerda viajes anteriores. Mira, allá esta la Iglesia, se ve diferente de cerca que desde la Plaza de Armas. Vaya, llegamos, ahora parece que estaba más lejos, ¿seguimos subiendo? Mejor miremos el panorama que tenemos, se ve muy bien, ha valido la pena hacer el esfuerzo.

Realmente Cusco es bello también como ciudad y vale la pena caminarlo por sus calles, especialmente las que dan al pie de la plaza de armas. Uno encuentra siempre vericuetos, tiendas pasajes, vistas, imágenes diversas. Se hace una muestra muy simpática. Pero ya no teníamos mucho tiempo, después que habíamos visitado el templo del Koricancha y le dedicamos un buen tiempo para apreciar su diversa arquitectura, tanto pre inca, inca y española (como templo de Santo Domingo). Un templo realmente imponente, hermoso en su diseño e imponente por su componente litio bastante amplio, todo un fortín.

Las vueltas nos condujeron a cenar en un restaurante turístico, donde repusimos fuerzas, sabores diversos y una chicha jora “apiñada”, nos decían para rebajar el amargor que podía tener. No dejó de sorprendernos tal fusión, muy determinada por el comercio turístico que por una aguda explicación de mestizajes. Que las hay y muy diversos, tanto en las comidas como en la música, las cerámicas y otros varios. Como por ejemplo, comer una pizza (¡!) en Cusco adosada de ingredientes locales, la verdad, buenísima.

Algo que llamó de modo especial nuestra atención fue el tomar un café en un local al azar. Resultaba que el dueño era uno de esos emprendedores muy atentos y entusiastas con lo que hacen. No bien pedimos un café e hicimos un comentario demás, vimos que se asomó, como viendo de quién se trata. Degustamos nuestro pedido, combinado con un postre de moras. Observando bien el local, notamos que había una tostadora de café en la entrada. Varios afiches explicando la producción de café de la zona de La Convención y Lares; los atributos del café orgánico, el cual también era producido por el cafetín donde estábamos.

Hacia el frontis, nos encontramos con cafeteras de lo más diversas, todas útiles para preparar café, es decir, para el “pasado” del café. Ya estábamos por pagar la cuenta y preguntamos algo más sobre el tipo de café, el cual había estado bastante agradable. El dueño, bastante muchacho, salió de su espacio de atención y acercándose a nuestra mesa soltó un conjunto de conocimientos sobre el café, su quehacer en el restaurante, la historia de su pequeño negocio que ya estaba empezando a salir adelante, la importancia del intercambio de experiencias y de apoyarse en el impulso de sus iniciativas. Es decir, un apasionado por su actividad, por su labor, que nos dejó gratamente sorprendidos.

Fue algo tan delicioso como el café que probamos, la visita a Cuzco, la conversación diversa de los paseantes… Estamos constatando inquietudes y emergencia de proyectos diversos en diversas partes por las que uno va. Qué bien!

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 27 de Abril de 2017

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