Pareció que se pasó muy rápida la celebración de los 40 años (sábado 10 de octubre) y la gozamos, la gustamos, la dispusimos, todos estuvimos agradecidos por diversos detalles que fueron emergiendo a las ya conocidas (o no necesariamente por todos). Una agradable recepción – almuerzo en esa casa campestre tan atractiva en su acogida, con la colaboración de chefs reales e improvisados, con regalos como la botella de vino personalizada pero también de los camarones que fueron parte del menú, lo que cada uno pudo colaborar, especialmente con su presencia, porque no siempre es posible juntarse los alrededor de 40 que estuvimos, como para reafirmar que eran 40 años los que celebrábamos, con emociones diversas y expresadas de modos varios (y los que celebraron también en otras latitudes, es decir, Miami!).
Fue significativo que, estando en nuestro colegio San Ignacio de Loyola (Piura), en la Eucaristía celebratoria, el Padre Felipe de Benito nos recordara que los 40 años recorridos en la vida de cada uno eran fundamentalmente una acción de gracias que teníamos que saber expresar. Acción de gracias por lo recibido en la formación escolar (por cierto a los Jesuitas por el esfuerzo que hicieron y han continuado realizando en la educación), especialmente a los profesores y sacerdotes que estuvieron más de cerca como conjunto o de manera más personal, incluyendo lo que pudo también haber de desencuentro.
Agradecer a nuestras familias de origen (las que cumplieron ese rol) y garantizaron que creciéramos y nos encamináramos en la vida, de modo más madura. Sabiendo que son múltiples las situaciones (o muy diversas) las que cada uno ha podido tener. Desde allí pudimos abrirnos paso, se nos ayudó a abrirnos paso. A todo ello que actuó de sostén, puente, pilar, cariño, afecto, juego, vocación, etc.
Agradecer lo que nos ayudó a hacernos de una vida profesional o con mayor formación especializado en ese algo con el que hemos podido desarrollarnos; lo que nos ha permitido hacer caminos de familia (siempre diversas también); aproximaciones profesionales distintas, con la riqueza específica de cada una; por qué no, haber construido posibilidades económicas también diversas. Sabiendo que entre lo diverso también existen valores comunes (o los podemos construir y seguir aprendiendo de modo común) como son la solidaridad, la justicia, la coherencia, el perdón, el saber amar, el hacer el bien, el interesarnos por el otro, los otros, el diferente.
Cuarenta años nos dan una perspectiva de tiempo desde el que podemos también pensar en cómo nos gustaría vivir hacia adelante ¿los siguientes 40 años? ¿por qué no? Para seguir pensando en nuevas celebraciones (¡claro que sí!) pero también en lo que nos podría ser posible de aportar a cada uno para que el mundo en que vivimos mejore un poquito más, sea mejor. Tanto para uno, su familia, pero también para todos los demás, porque todos nos lo merecemos, ojala todos pudiéramos lograr ser felices de la mejor manera.
Por todo ello, muchas gracias a la vida, a la formación que recibimos, al entorno familiar y social favorable que nos ayudó a crecer y desarrollarnos. Gracias a las cualidades y talentos recibidos, para seguir haciéndolos crecer y desarrollarlos al servicio de nuestra sociedad, de nuestro país, del mundo que nos ha tocado vivir. Gracias a cada uno por compartir su tiempo y su deseo de que seamos siendo una Promoción digna de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán.
Guillermo Valera Moreno
Piura, 14 de octubre de 2015