Todos nos llevamos un susto, cuando se produjo ese temblor el viernes 14, al finalizar la tarde, con un ruido bastante grande que parecía otra cosa. Felizmente no pasó a mayores y cundió la calma y algunas sonrisas nerviosas, ¿habría nuevas réplicas? Ya no se producirían y, después de la cena, ya nos habíamos olvidado del tema, ingresando de lleno a la asamblea nacional de nuestra CVX.
Fueron jornadas largas las que nos dimos en el tratamiento de lo previsto como agenda. Los informes de los núcleos CVX nos llevaron hasta la media noche, como también fue cosa parecida la segunda noche con el karaoke y algo de baile que se armó, un compartir ya tradicional en las asambleas, de integración, distención y muestra de otras habilidades de algunos (no faltaron algunos destacados solistas o coristas).
Si algo podemos decir que marcó la asamblea fue un sentido de mayor madurez y equilibrio en nuestra CVX, reflejada en los distintos momentos que fuimos desarrollando. Empezando por la preparación, lo cual permitió rumiar con cierto detenimiento la agenda de la asamblea y detenerse a meditar sobre los contenidos más pertinentes; por ejemplo, hubo el interés de dar espacio al tema de liderazgo y la propia situación del país e iglesia, además de otros aspectos como la Misión y la labor con los jóvenes que se ha venido avanzando.
En correspondencia a las asambleas mundiales, se introdujo la idea de un acompañante espiritual en la asamblea, para lo cual se invitó a Luisa Broggi (la “Gringa”) a servirnos de hilo conductor y espiritual de la misma, dándonos la pausa necesaria en el tratamiento de los temas y modulando el proceso. Por ejemplo, fue muy pertinente ese espacio de oración personal que se introdujo al final de la tarde del segundo día, para volver sobre cada uno y su núcleo CVX, intentando procesar mejor todo el flujo de información habida previamente y sobre lo que el Señor podía estar pidiéndonos como comunidad nacional.
Para esto, se había pasado por distintos aspectos que nos resonaban, como continuar profundizando en el proceso de integración de nuestra vida ordinaria, con nuestra vocación CVX – ignaciana, laical y comunitaria. La importancia de hacernos corresponsables desde cada núcleo CVX con lo que significa el gobierno de la CVX a través del Consejo Nacional. Se vio que el camino de CVX pasa por un proceso de conversión personal y de cada comunidad; aprovechando mejor los recursos ya existentes, tanto para la formación como para nuestras comunicaciones, asentando también el principio del auto sostenimiento.
Sobre liderazgo, con Walter Aguilar, nos habíamos detenido en cosas como “hacer que la vida se nos complique maravillosamente, viviendo la hermosa experiencia de ser pueblo”, recogiendo ese llamado del Papa Francisco a “salir” de nuestros encierros, estructuras o rutinas, saber ir al encuentro. La importancia del autoconocimiento y el discernimiento, como seres en proceso, para dar pasos en nuestro crecimiento personal; lo fundamental de comprender el entorno, el contexto, para proyectar una visión adecuada (horizontes), así como el saber ponernos metas y aspiraciones, generando compromiso. Situando los rasgos del amor, el heroísmo y el ingenio como cualidades que a cada uno se le invitaba a revisar y desarrollar.
Después, con Carlos Lecaros, tuvimos un baño de contexto. Muy importante, llamándonos a considerar siempre lo que hacemos y lo que dejamos de hacer. Porque ambos influyen sobre la realidad de la que formamos parte. ¿Cuántos podemos decir que “olemos a oveja”? Recordó de modo especial el 25 aniversario del asesinato de 6 jesuitas (y dos mujeres) en el recinto de la universidad donde se alojaban en El Salvador, como algunos años antes había sido también el fatal asesinato de Monseñor Oscar Romero, cuando oficiaba la Eucaristía. Todo ello, para reflexionar sobre qué nos dicen hoy esos hechos y muchos más que siguen atravesando nuestro contexto, a modo de exclusión, pobreza, racismo, destrucción indiscriminada de la naturaleza, poco sentido de país, corrupción narcotráfico y tantos otros males. Para concluir con un sentido de esperanza, en el que todos debemos reconocernos y sentirnos llamados a realizar con perseverancia y valentía.
Se profundizó el sentido de nuestra misión en CVX, considerando que ella no puede tomarse como un apéndice o simplemente como una actividad más, ya que debe abarcar nuestra vida toda. Porque nos conduce a vivirla como algo que ya no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme; debemos considerar que cada uno es una misión en el mundo que nos ha tocado vivir. Dios nos llama a la vida y a compartir la vida con alegría; pues debemos sacar las consecuencias de ello. Realmente para qué soy (somos) CVX, para qué nos llama la CVX. Saber confiar en el otro (los otros), es saber confiar en Dios. Estamos llamados a saber encarnar la justicia en favor de los pobres y excluidos; a formarnos adecuadamente, a saber adaptar nuestras estructuras en razón de ello, a cultivar una colaboración significativa entre CVX y Compañía de Jesús, a darnos un sello espiritual desde el seguimiento de Jesús y el discernimiento, desde una vida orada y comprometida, como “contemplativos en la acción”.
Jóvenes como María Jesús Alfaro nos llenaron de ilusión, narrándonos su experiencia de la asamblea nacional de jóvenes en CVX, con cifras como que eran 179 integrantes y 21 comunidades de jóvenes. Con el propósito de trabajar con los mismos jóvenes como prioridad, en su formación y crecimiento espiritual, en el desarrollo de redes descentralizadas y un equipo central que pudiera alimentar su proyección. Recordamos también con el Consejo CVX la asamblea mundial CVX de Beirut (2013), la cual nos hizo sensibles a recoger mejor la vida cotidiana como centro de nuestra misión, desde la que encaminamos un sentido coherente de fe y vida; así también, desde donde podemos proyectar acciones mayores como la ecología, la familia, la pobreza o los jóvenes, en tanto fronteras sensibles a nuestro llamado de compartir y misión más específica. Se insistió en tener siempre presente el DEAE (Discernir – Enviar – Acompañar – Evaluar) desde cada ámbito comunitario, en tanto herramienta que nos ayude a situarnos mejor en el seguimiento a Jesús.
La última mañana nos detuvimos a orar que somos la prolongación del amor de Dios y llamados a vivir una vida en misión centrada en Cristo. Se tejieron muchas recomendaciones para el nuevo Consejo que se elegiría, destacando la importancia del espacio comunitario en nuestro quehacer CVX, de cuidarlo como algo clave y de valernos de herramientas diversas (como la revisión de vida y los ejercicios espirituales) para crecer y darle mayor sentido compartido y de misión. Lo necesario de atender los procesos de formación de cada uno de los integrantes, desde la responsabilidad y llamado de cada uno, viendo cómo se podría retomar la formación también de guías. En cuanto a la misión se percibió la labor con los jóvenes como algo de mucha prioridad y necesidad, fortaleciendo lo avanzado hasta la fecha, sin que ello fuera algo excluyente de otras iniciativas, aunque a tener muy presente desde cada comunidad. Hubo otros aspectos mencionados como el saber darnos espacios de celebración, aprovechar mejor las herramientas de internet y estar más atentos a los procesos de cada núcleo CVX y la gestión de sus propios recursos y necesidades.
La elección del nuevo Consejo CVX fue muy especial. Notamos cómo se iba moviendo el espíritu en el curso de la asamblea y, con flexibilidad adecuada, se fue acomodando un desenlace que nos alegró a todos, no sin dejar de mencionar que la disponibilidad para los cargos sigue siendo algo que debemos atender más desde la responsabilidad de cada Núcleo, aceptando que son también parte de nuestras limitaciones y proceso. Resueltas algunas tensiones que se generaron, por la vía del discernimiento y diálogo de cada núcleo, arribamos a una votación cargo por cargo, donde Pilar Romaní se constituyó en la nueva Presidente de CVX Perú. Acompañada de Maura, Ledda, Mercedes y Carit, además de Javier Uriarte SJ como asistente. Concluimos con una Eucaristía muy consolada y de acción de gracias.
Guillermo Valera Moreno
Lima, 2 de noviembre de 2014