Cosas para el Adviento

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Me han conmovido varios hechos últimamente, como aquellas palabras de Paco Muguiro sj, ante la partida del compañero de camino, Bruno Revesz sj, recordando que “Si el Papa Francisco ha dicho que los pastores tenemos que oler a oveja, Bruno, siendo intelectual e investigador, ha olido a chicha de Catacaos, fermentada en las luchas, alegrías y esperanzas de sus campesinos y de la región Grau”. Sus más de 40 años en esa región norteña fueron de esas entregas que se espera de cada uno en lo que le corresponda. Gracias Bruno, por ese testimonio casi silencioso pero con tanto gusto y cariño, como debe ser.

Me hacía recordar la poesía que leyó Pilar Romaní (recientemente elegida presidente de CVX Perú), muy emocionada, sólo unos días antes, en la Eucaristía de cierre de la última asamblea nacional CVX (Comunidades de Vida Cristiana), referida al algarrobo, del cual se decía que “Bajo su sombra duerme su cansancio el campesino; de sus frutos comen el piajeno y el chilalo”, para concluir leyendo (Señor y Padre Nuestro) “Mantennos firmes para ser siempre para nuestros hermanos sombra que colme sus cansancios y fruto que alimente eternamente”.

Lectura que repetimos el viernes 28 último, en El Agustino, compartiendo lo que fue esa asamblea nacional y cómo se vivió desde sus delegados, desde las “mociones del espíritu” que fluyeron con distintos matices. En particular, David y Lucy compartieron una serie de hechos vividos a su manera y el significado para el proceso del Núcleo CVX local. Sentía que desde experiencias así uno puede dar mejor fe de lo trascendente, de esa presencia tan significativa que mueve a tantas personas porque da sentido a nuestras vidas. Tuvimos el gusto de estar acompañados por Juan Carlos Morante sj, actual Provincial jesuita. Como es tradición, todo ello se compartió con algunos sánguches y gaseosa que se fueron repartiendo al final, cerrando con una oración.

Creo que siempre es bueno que, al reunirnos, compartamos algo de alimento. Como Jesús solía hacerlo. También así lo vivimos hoy domingo, al iniciar el Adviento, en la Misa de la Mesa de Movimientos Laicales. Aunque he estado un poco ausente de sus reuniones en éste año, me di la posibilidad de estar en el pequeño retiro previo que hubo un par de horas antes de la Eucaristía. Un Luis Fernando Crespo nos habló con sentida ternura de lo que nos convocaba un retiro en adviento, para revisar lo realizado (en el año), para recuperar el sentido de la navidad, de mucha gratuidad en la forma cómo nace Jesús y se nos da a cada uno, a la humanidad; del hondo significado que tiene éste tiempo de espera y el saber traducirlo en sentido de esperanza, sabiendo ser huellas de Cristo con nuestras vidas, cada uno, cada comunidad, como Iglesia. Recuperando quizás el hecho de lo fundamental: ¿cómo Jesús es el centro de mi vida, le da centralidad a la vida de cada uno?

Y vino después una Eucaristía muy sentida, muy querida, sintiéndonos en nuestra casa (estábamos en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya). Y supimos reconocernos en ese esfuerzo de diversidad y complemento que somos las distintas comunidades y movimientos laicales, en ese aún limitado esfuerzo que es la Mesa que lo convoca, pero importante y necesario. Fue un momento de encuentro de variedad, de reconocernos con varios después de algún tiempo, de sentirnos parte y confraternizar.

Invitados a saber salir de nuestros pequeños (o grandes) enclaustramientos, seguridades, rutinas y acostumbramientos. Para poder avanzar, preguntándonos siempre ¿a qué nos llama el Señor? ¿Por dónde me / nos toca avanzar? Se recogió también lo realizado en el año, de modo especial, el curso realizado en torno a la Exhortación Apostólica “La alegría del evangelio” y lo avanzado en torno a la importante y necesaria formación de acompañantes para nuestras organizaciones.

Hay tantas cosas de las que hablar y compartir. Estemos atentos, pongamos mejor atención a lo que nos acontece y cómo Dios va actuando, el amor y el bien van actuando en la vida que nos transcurre. Y como ello actúa y es posible que actúe a través de cada uno.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 30 de noviembre de 2014

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