Hay avances, a propósito de Ayacucho

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Estando por Ayacucho (zona centro sur del Perú), intentaba hallar una explicación al triunfo de Wilfredo Oscorima Núñez en su reelección en primera vuelta al cargo de presidente del gobierno regional, como también muchos se harán otras preguntas sobre casos equivalentes en otras regiones.

En éste caso se mencionaba que había regalado dinero en su campaña, obsequiado una serie de cosas a la población, y había jugado con el poder de la maquinaria estatal a su favor. Se había hecho de poder tan importante que su candidatura fue tachada por el JEE – Ayacucho (Jurado Electoral Especial) y el JNE (Jurado Nacional de Elecciones) la ratificó por no encontrar indicios suficientes.

Lo que sí podría decirse a favor del señor Oscorima es que puso atención en hacer diversas obras de cemento y ladrillo, sobresaliendo especialmente la infraestructura escolar, vistosa desde muy lejos cuando uno viaja por el interior de alguna provincia; aunque también carreteras, las mismas que se mezclan con lo que viene realizándose desde el gobierno nacional, interconectando mejor al departamento y entre sus provincias.

Ya no se encuentra pueblito sin luz eléctrica, lo cual es una revolución adicional en la vida de la gente, especialmente en las zonas más rurales. Con lo cual pueden acceder a diversas posibilidades de labores y usos de electrodomésticos, iniciativas productivas, internet (cuando ya se tiene señal y se está extendiendo con creciente competencia), entre otros.

Particularmente me tocó visitar varios distritos de la Provincia de Cangallo y sorprendía ver la expresión de lo antes mencionado, así como innumerables tractores para la actividad agrícola, señal de una presencia de modernidad en la agricultura, cuestión que es factible para las extensas zonas de llanura que se aprecia, en especial en Pampacangallo. Al punto que ya no se hacía necesario contar con bueyes para el arado.

Es cierto que todo ello es aprovechado en forma desigual por la población y que existen diferencias sociales y presencia de sectores más pobres. Sin embargo, estamos ante cambios que me hacían pensar cómo es que hasta hace tan pocos años, una zona como la que recorríamos (incluido Chuschi) pudo dar lugar y convertirse en el epicentro de inicio de la Lucha armada en 1980, impuesta por el autodenominado “Sendero Luminoso”. Que tuviera que verse condenada a un fuego cruzado y a un desangramiento sistemático y no querido.

Contrastaban esos recuerdos de hace no muchos años con la bondad de muchos de sus paisajes naturales, cerros verdes, eucaliptos, retamas y cultivos diversos. También con el encontrarnos a gente muy valiosa y diversa que nos daba muestras de un amor especial por su trabajo y las personas con las que les tocaba relacionarse.

Ya fueran niños/as, jóvenes, adultos, ancianos/as. Desde distintos campos, ya fuera el educativo, la salud, la cultura, la producción, las comunicaciones, la sanación de las heridas de los tiempos de violencia político – militar (y los más actuales situados más en la delincuencia, la familia, las pandillas, etc.), los niños del puericultorio, los espacios para resarcir la memoria (como el esfuerzo que mantiene la ANFASEP – Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecido del Perú), entre otros.

Reflexionaba sobre cómo desde experiencias de gente así se podría dar lugar a autoridades mejor identificadas con la población, en el sentido de mayor honestidad, más enfocados a un sentido de justicia en el manejo de los fondos públicos y las decisiones que se requieren para llegar a los más desfavorecidos y débiles, enfocando allí las políticas públicas, como su principal preocupación. No obstante, se van haciendo cosas.

En el caso de Ayacucho, nos comentaba Francisco Chamberlain SJ, presidente de la Mesa de Lucha contra la Pobreza, que antes de las elecciones últimas (del 5 de octubre pasado) se firmó un acuerdo y compromiso sobre los principales temas de preocupación local, lo cual fue asumido por los diversos candidatos. Ello será una buena plataforma para enfocarse en adelante. Se tendrá que seguir formando nuevos líderes que superen las limitaciones de los actuales, confiando que otro Ayacucho y otro Perú son posibles.

Ayacucho tiene un horizonte de buen augurio que su propia gente y los nuevos proyectos de desarrollo que se concreten puede ayudar a encaminar en todo aspecto.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 19 de octubre de 2014

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