Archivo por meses: julio 2014

Escarbar la nariz de nuestros años

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Seguramente más de uno ha escuchado de niño rodar bolitas en el segundo piso de su casa, ante el asombro de su madre y alguno de sus hermanos. Fue de cacería de lagartijas en los arenales, entre los algarrobales, árboles de plátano y casuarinas diversas. Recordaremos los sapos diseccionados, disecados y reventados (los que “sobraban”) para las clases del profesor Salazar. Bañarse en el río Piura, era una proeza, especialmente porque no era entonces común tenerlo con mucha agua y para varios era mejor porque se le podía cruzar con atajos para llegar más temprano (o rápido) al colegio.

Cuántos recordaremos la puesta de la primera piedra de la IMAIL, en una de las esquinas del terreno del colegio, puesta por Monseñor Bambarén y que después daría lugar a lo que devino en el CIPCA, esa ONG jesuita de mucha repercusión para el desarrollo rural y agrario de la región. Pensar que me parecía extraño que en ello se empezara viendo cuestiones de motores y mecánica. Claro, era para el tema de los tractores y demás que podía usarse en el campo y que se empezaba a asesorar a los campesinos del Bajo Piura, de la Comunidad Campesina de Catacaos y Sechura, zonas que normalmente las teníamos sólo asociadas al buen cebiche, la chicha y las artesanías, especialmente de oro y plata.

La experiencia con el padre Pitín y los Boys Scouts fue muy interesante para salir al campo, aprender de compañerismo, hacer nudos diversos, saber comer lo que se pudiera en distintas circunstancias y joderse un poco divirtiéndose en el campo, al lado del río o en zonas más arenosas y boscosas. No todos nos involucrábamos en esas andanzas. Me resultaba atractivo pese a que era de poco salir, aunque ya se estuviera incubando cierto espíritu aventurero en mi persona.

Ello hubiera quedado como simple amante de la naturaleza y no se hubiese inmiscuido en mi propia vocación profesional (como seguramente la de tantos otros); si no fuera porque amigos jesuitas como el Oso (¿se acuerdan de Santiago García de la Rasilla?) no nos hubiera motivado (junto con otros) a participar de eventos tan simples como apoyar en la vacunación antipolio en algunos pueblos jóvenes (algunos sábados o domingos) o no nos hubieran invitado a tirar palana en el colegio de Fe y Alegría de “El Indio” (que todavía existe. Más ampliamente, esa diversión que encontrábamos en la venta de los boletos de la rifa anual de Fe y Alegría, donde vendías 8 boletos de un talonario y te quedabas con dos (10 en total); parecíamos una plaga vendiendo a todo el mundo las benditas rifas; qué bueno que era para un fin tan significativo como permitir llevar educación de calidad a los sectores más pobres y necesitados.

Aunque yo no tenía mucho afán con los deportes, con las justas jugaba mi fultbito, canicas y trompo (era más hábil para el Monopolio), como no tener presente nuestras participaciones “a muerte” en el baloncesto (en el Club Grau) y el fútbol (en el Estadio Miguel Grau), donde las peleas principales se debatían con el colegio Salesiano. Era casi una cuestión de honor el ganarle y de autoestima levantar la copa correspondiente, como si en ello se fuera lo principal de nuestros sueños. Felizmente, se manejaban ciertos equilibrios y hasta se nos promovía participar en el mural del salón y hasta en un boletín estudiantil del colegio.

Sí, me acuerdo del PESIL (Profesores, Estudiantes San Ignacio de Loyola), sobretodo porque una vez me tocó ganar el concurso del llenado del crucigrama que tenía; el premio fue muy “creativo”: pasar comiendo todo un recreo en el kiosko del colegio, lo cual fue un loquerío de “Valera pásame un sublime”, “buena Valera, me guardas un sánguche”, “invítame una gaseosa”, etc.; la verdad, la regla era que sólo yo podía comer lo que alcanzara a hacer y algunos chocolates me guardé en el bolsillo y otros, sin que se dieran cuenta, le pase a alguno que otro pata que se aglomeraba en la reja del kiosko. Quizás de allí me viene cierta afición por los crucigramas, aunque mi abuelo y mis padres también gustaban de ellos.

Creo que sólo tango un ejemplo de alguien con quien empecé desde el jardín (4 años, en el colegio Stella Maris de Piura), continuamos después en tercero de primaria en el Colegio San Ignacio y ya no nos moveríamos de allí. Se trata de Javier Takamura. Sin embargo, fuimos muy amigos durante la primaria y, en secundaria, nos separaron de salón y ya no hubo la misma química; pero terminamos juntos el colegio. Esas cosas curiosas. Más bien, al término del colegio, fue un buen espacio de integración y crecimiento el participar del Grupo La Cabaña.

El Ignacio Franco, Arens, el Yolo Castillo, Miguelito Parra y varios más fuimos de los que estuvimos muy involucrados y sirvió para aproximarnos mejor a las promociones de otros colegios (Don Bosco, San Miguel, Santa María Lourdes, Fátima, etc.), aunque a decir verdad, lo principal se jugaba entre el San Ignacio y el Lourdes, con el apoyo de la Hermana Margarita y del Oso Santiago. Fueron gratas las diversas experiencias que allí vivimos también. De hecho, Nacho y Elisa se conocieron allí y son ahora una feliz familia (nada menos el presidente con la tesorera del grupo!).

Son huellas imborrables que cada uno puede escribirlas a su manera, desde su propia vivencia y gozo. Sólo algunos recuerdos de los ya 39 años que vamos de ex alumnos. Donde eso de ser “personas para los demás” no sólo fue un cartel bonito sino que cada uno nos hemos esforzado en hacerlo también realidad. Más allá de los caminos emprendidos y de las dificultades tenidas y aciertos encontrados. Debe recordarnos también que podemos seguir soñando y esforzándonos por construir una Piura y un Perú grande desde lo que cada cual es y tiene posibilidad de aportar. Nadie debe sentirse negado a ello y nuca será tarde para empezar, retomar, continuar y darnos la mano.

Un gran abrazo a toda mi promoción Juan Pablo Vizcardo y Guzmán 1975.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 27 de julio de 2014

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Saber explicar y comunicar

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A veces se piensa que las fechas contraídas como compromiso de entrega de un informe o para la formulación de un proyecto pueden ser relativas, es decir, flexibles a sólo referenciales. Sin embargo, cumplir las fechas comprometidas para seguir un proceso de gestión de proyecto es fundamental. No es cualquier cosa. Si por algún detalle empieza a valorar un donante, en un ejecutor de sus fondos, suele ser el cumplimiento mínimo de criterios que se condicen con la confianza.

Genera confianza alguien que dice “se lo entrego el día 30” y lo entrega, en lo posible, el día 27 ó 28. Claro, para ello, hay que saber organizarse “hacia atrás”. Si uno tiene una fecha de compromiso, tiene que ordenar sus pasos que le permitan y garanticen llegar a ella, y bien. No debe existir excusas para no cumplir; todo debe ser orientado a ser eficaz y, si se puede, cada vez más eficiente.

Así como las fechas, es clave considerar que toda formulación de un proyecto sirve para ordenar la intervención social que uno intenta desarrollar, en lo que corresponda. En ese sentido, un proyecto es secundariamente para pedir fondos / recursos a un donante. Entendamos, sobre todo, debe permitirnos organizar, en todo aspecto y sentido. Para lograr los objetivos y metas que uno se plantea, ajustándose a las actividades que uno ha previsto desarrollar.

Si se produjera un cambio o la realidad nos conduce a variar lo previsto en el proyecto, se debe anticipar al donante sobre los cambios que se ven como necesarios y lograr su consentimiento. Nunca debe dejarse para el final el propósito de informar y explicar; es algo que se valora mucho desde un donante, ya que denota responsabilidad y capacidad de gestión. En ello, muy rara vez se denegará el pedido de un cambio o variante sustancial que se vea como necesaria en la ejecución de un proyecto; debo decir que hasta puede ser valorado, si se mira desde la óptica de que nos movemos en una realidad normalmente cambiante y compleja.

Hemos aludido ya a un término que es muy importante de tomar en cuenta, “explicar”. El saber explicar adecuadamente las cosas que uno hace. Empezando por valorar que cuando uno informa a un donante, el que sea, sobre cómo se usaron los fondos que aportó siempre será valorado y tomado en cuenta como sentido de responsabilidad; sea que fuera una obligación explícita hacerlo o no. Dar cuenta del uso de fondos recibidos permite, además, generar un mecanismo de sinergia y marcketing desde el donante (especialmente si es donante persona o empresa), quien lo tenderá a tener presente en sus relaciones públicas y familiares.

Pero, así como informar en general sobre un fondo / recursos ejecutados es muy importante, más aún si existe compromiso explícito de hacerlo, el tenor de saber explicar lo pertinente en un informe es también necesario de entender. Nos referimos a que un informe debe de presentar / contar / narrar / … lo que corresponde a cómo se ejecutaron las actividades, cómo se ejecutó el presupuesto correspondiente, el grado de alcance de los resultados y objetivos previstos. La coherencia con la que pudo trabajarse y hacer la experiencia. En ello, hay que saber explicar las cosas. Más importante que mencionar el dato más elaborado de lo trabajado como proyecto; más que demorarse indefinidamente en conseguir la información “final” de lo que se tiene que transmitir, o cosa equivalente, es fundamental saber informar.

Saber informar de acuerdo a la información con la que uno cuenta, con lo poco o mucho que se tenga sistematizado o de información pertinente; comunicarlo, nunca dejar de hacerlo. No para pasar de superficial, falto de calidad o poco serio. En la medida que uno sepa explicar por qué uno informa dentro de las limitaciones de manejo de información que a uno se le presenta, será lo adecuado. Repetimos, explicando siempre los alcances que corresponden y, si es necesario, dejando pendiente de complementar una información cuando se vea necesario. Pero se avanza, se cierra lo que es posible dentro de los plazos que son requeridos y se es explícito en los alcances logrados desde la información que uno maneja y presenta. No ocultar ni dejar de explicar lo que corresponda.

Cumplir plazos, informar, saber explicar…, hacerlo en los términos más razonables y con argumentos, son cosas muy valoradas. En ello habría que agregar la importancia de lo gráfico, las fotos que acompañan (o debieran hacerlo) toda ejecución de un proyecto; no olvidar nunca de contar con una cámara fotográfica para recoger los momentos claves de la ejecución de un proyecto.

Hay que recordar siempre que quien lee un proyecto, un informe o algo equivalente, no maneja el mismo nivel de datos o información. Mientras una persona se encuentre más lejana de la realidad a la que se alude en un documento, más difícil de entenderla. Salvo que se facilite una presentación sencilla, clara, explicada, sin sobreentendidos. Entendiéndose que lo que para uno es información obvia, lo que para alguien que está en terreno se muestra “lógico” y entendible, para alguien externo a ello, requiere de mayores elementos explícitos. No “rollos”, algo resumido de modo claro y directo a los puntos centrales. Debemos aprender también a saber comunicar.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 9 de julio de 2014

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Jacinta y ¿el adiós a la televisión?

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El siguiente es un artículo de mi hijo Luis Fernando, extractado de un trabajo hecho por el para un curso de la Universidad, estableciendo denuncia de racismo en el programa televisivo de la “Paisana Jacinta”.

El Perú, al igual que los demás países del mundo, incluye programas cómicos o equivalentes en los canales de televisión, con el fin de entretener a la población. Así, diversos programas se transmiten en la TV peruana brindando espacios de diversión, como por ejemplo: Al Fondo Hay Sitio, El Especial Del Humor o La Paisana Jacinta. Dichos programas, se mantienen al aire debido a la gran audiencia que consiguen captar. El programa de la Paisana Jacinta fue creado y es producido por Jorge Benavides desde finales de los años 90 y se transmite por el canal de Frecuencia Latina.

En su inicio, era secuencia del programa JB Noticias, pero obtuvo gran acogida y se convirtió en un programa independiente. La Paisana Jacinta se llegó a retirar de la televisión por las críticas recibidas pero, finalmente, regresó logrando rating de 20 puntos aproximadamente (una buena cantidad). Sin embargo, nosotros consideramos que este programa influye negativamente en la sociedad peruana, especialmente para la población de la sierra, por los prejuicios y estereotipos atribuidos.

El programa de la Paisana Jacinta fue desarrollado sin considerar las consecuencias negativas en base a la discriminación y el racismo. Esto es debido a que, al momento de crear su programa independiente, solo se buscó conservar la gran acogida que obtuvo en el ámbito televisivo desde el principio. La polémica es señalada por la congresista Paulina Arpasi: “Este denigrante programa ha sido repetidas veces condenado por los organismos de derechos humanos, por presentar a la mujer andina como un ser sucio, vulgar, ignorante y violento” (Arpasi citado por Ardito 2004: 83).

Así como la congresista manifiesta su desagrado frente a dicho programa, este constituye un reclamo en defensa de la población de la sierra, la misma que identifica en ella a una representante cercana y apropiada en el Congreso. Un sector de la nación se encuentra indignado y ofendido y, a pesar de sus quejas, los productores del programa lo siguen transmitiendo, expresando insensibilidad y poco (o ningún) respeto hacia ellos.

Es también real que mucha gente continúa aceptando las burlas, pese a que denotan discriminación claramente. Éstas se derivan de los programas de la Paisana Jacinta, cuando ella evidencia rasgos sucios e indecentes al momento de expresarse hacia los demás en representación de la población de la sierra, por buscar individualmente sus medios de vida o su propia comodidad. Así, los estereotipos y prejuicios en su contra prosiguen y no se toman medidas al respecto desde el Estado, quizás por una malentendida libertad de empresa. Análogamente, se conserva una falta de consciencia en nuestra sociedad sobre las ofensas que se generan hacia los pobladores de la sierra.

Cabe resaltar que, la población es indiferente hacia ello y sigue ausente una firme voluntad para combatir la discriminación y el racismo, los cuales se deberían de encaminar a través de la educación, tanto por parte de las familias, como de las propias instituciones educativas y los medios de comunicación social; éstos últimos, encima, lo fomentan y lo convierten en parte del divertimento de la gente.

Por ello, nosotros creemos que se deben tomar medidas estrictas desde el Estado para que se asuma la eliminación del programa de la Paisana Jacinta de la televisión peruana y, junto a ello, desarrollar campañas educativas que permitan lograr que el público entienda que es debido a factores de índole discriminatoria y de exclusión que consideramos razonable su retiro de la televisión. Estamos convencidos de que el descarte de éste tipo de programas de la televisión, podrá brindar, poco a poco, una programación más adecuada y sana.

Además, lo ideal al ver televisión, es lograr que la población se entretenga sin la necesidad de acudir a prejuicios y estereotipos contra la gente de la sierra u otro sector social en general. Todos debemos de dejar de lado nuestras diferencias y colaborar para que no se coexista con la discriminación y lograr formar un país justo e igualitario.

Luis Fernando Valera Lalangui
7 de julio de 2014

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Palmas para el Perú

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Cuando lo llamamos a su casa para anunciarle sobre la premiación que le íbamos a otorgar, nos dijeron que no se encontraba; estaba haciendo trabajo de campo en Yauyos (sierra de Lima). Así se refería el ministro de Educación, Jaime Saavedra, sobre el Dr. José Matos Mar, quien a sus 94 años fue reconocido con las “Palmas Magisteriales” en el grado de Amauta. Ejemplo digno de alguien cuya vocación ha sido siempre el Perú, su diversidad y complejidad, la forma de lograr que se conjugue como nación y país, sus traumas históricos y la esperanza de superarlos. Reconocimiento indirecto al enorme papel que ha jugado para la academia el Instituto de Estudios Peruanos, entidad creada por Matos Mar en los años ‘60s.

Junto a él fueron reconocidas otras tres personas en el grado de amauta, el P. Javier Quirós SJ (Director General de Fe y Alegría y Presidente de CONSIGNA – el Consorcio Jesuita de entidades educativas); Manuel Burga (historiador, ex rector de la Universidad San Marcos y actual vicerrector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya) y el Ing. Martín Alberto Vizcarra Cornejo (Presidente Regional de Moquegua). Con diversos méritos cada uno, ya que la condición es que se otorga “al profesor u otro profesional, por su excepcional trayectoria y producción intelectual, cuya obra se considere un aporte significativo a la educación, la ciencia y la cultura del país. Debe acreditar producción intelectual (publicaciones), investigaciones o sistematización de experiencias e innovaciones educativas”.

Es primera ocasión que tengo de asistir a una premiación como las Palmas Magisteriales, motivado en particular por la distinción hecha a Javier Quirós, jesuita con quien hemos compartido labores desde el Consejo Directivo de CONSIGNA. Digno reconocimiento a trayectorias que merecen toda la consideración expuesta y seguramente más. Pese a las dificultades de salud tenidas a comienzos de año, Javier se atrevió a hablar en nombre de todos los amautas reconocidos y fue buena muestra de la feliz evolución de su situación, con enorme sentido de agradecimiento a una labor en la que todos tenemos que saber poner el hombro en lo que nos toque y desde los más diversos lugares que podamos ubicarnos.

Hasta aquí hemos mencionado una pequeña parte del evento. Puesto que las Palmas Magisteriales no sólo premia Amautas. También lo hace en dos grados adicionales: la de Maestro y la de Educador. En éstas categorías hubo alrededor de 40 reconocimientos, asignados a profesores y profesoras de los más diversos lugares del país, con trayectorias destacadas con los más distintos apuntes de creatividad, esfuerzo, dedicación, gestión, motivación, resultados y un largo etcétera. Muchos involucrados en esfuerzos de educación intercultural y bilingüe, especialmente en zonas de la sierra, muy meritorios.

Cuando fueron llamados los concernidos para recibir su medalla y diploma, parecía que otro Perú emergía en el escenario. Resultaba que no era cierto que nuestro Perú es sólo el que aparece a diario en los medios de comunicación (especialmente televisivos): de los crímenes, la violencia familiar, los robos y corrupción en el Estado (las empresas, entidades civiles, etc.), las sacadas de vuelta, la del que roba pero hace obra, … Teníamos también ante nuestros ojos un Perú que nos halaga, que nos hace crecer, que nos da enormes sentidos de esperanza. Profesores, varones y mujeres, que muchas veces con grandes limitaciones nos dan muestra que se pueden hacer las cosas de otro modo; podemos construir un país para todos y aprovechando los recursos de modo más significativo y pensando en el bien de todos.

Llamando nuestra atención de que los niños y jóvenes estudiantes no debemos verlos sólo como los adultos del mañana, o las generaciones del futuro. Debemos verlos como nuestro presente, ya que en la medida que hagamos por ellos lo necesario para que crezcan en los mejores términos, podremos hablar de futuro, porque el futuro se construye desde el presente y esos niños y jóvenes son parte también de nuestro presente. Fue significativo el reconocimiento a las labores de equipo que posibilita muchas veces que las cosas se hagan mejor o con resultados más amplios; porque se otorga las palmas magisteriales a individuos pero, detrás de ellos, hay normalmente otras personas (o muchas) que pasan de modo invisible y que es importante también considerar.

Esa combinación de diversidad de orígenes y esfuerzos creativos, esa diversidad de edades y trayectorias, esa diversidad de encomiables talentos, se mezclaba de muy buen gusto con el acompañamiento musical y presentación artística de Fabiola de la Cuba (y su grupo), quien nos deleitó con un mix musical peruano que parecía internacional por la variedad con que fue presentado y sólo expresaba algunas muestras musicales y de baile que tenemos en algunas regiones, cultura que también nos corresponde rescatar para nuestras aulas y desde las edades más iniciales, tal como la culinaria también se ha ido abriendo camino y, ojala, también suceda con todas las expresiones culturales y tecnológicas que nos son propias.

Todo lo anterior nos dejaba el sabor agradable y deseos de una más querida atención a los temas educativos. En sus diversos niveles. Tanto en lo que corresponde a la dimensión de políticas públicas, en lo cual el ministro de educación hizo renovación de compromisos desde una buena mirada integral de los mismos (esperemos que ello supere las paredes del ministerio de economía o las barreras de los negocios privados en educación). Pero también por lo que toca a la gestión que se requiere hacer en las regiones, en las UGELES, en cada colegio, en cada aula. Por cierto, lo que corresponde a cada profesor en su propia iniciativa de mejoramiento, dedicación, investigación, crecimiento humano. Lo que en todos los hogares debemos construir solidariamente; pues la educación no es solo responsabilidad del colegio, de la escuela o universidad; debemos asumirla en corresponsabilidad, donde el Estado tiene un rol por cierto clave. Además, todos debemos, sin diferencia alguna, saber vivir pedagógicamente, hacer de nuestra vida, pedagogía.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de julio de 2014

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Sabernos detener y escuchar

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Son muchas las cosas que no nos hacen detener en nuestra vida, normalmente agitada por la diversidad de actividades en las que estamos involucrados, porque nos gusta tener los tiempos a tope, sentirnos que hacemos muchas cosas, quizás nos hacemos más importantes sabiendo que estamos activos, en fin… Nos resulta difícil detenernos para hacer otras cosas que no sean ya la rutina adquirida; cambiar de planes puede ser muy complicado, incluso para proponerse compartir temas de formación, la presentación de un libro o departir con un amigo/a de modo más gratuito, “perdiendo” nuestro tiempo.

Sin embargo, qué gratificante es el sentirnos libres para obrar lo que nos puede corresponder hacer. Dedicando tiempos a lo que puede ser aparentemente banal, como estar en casa con los hijos, proponiéndose ayudarlos en alguna tarea, conversar sobre algún tema o detalle que les pueda atraer u ocurrírseles. Tener el gesto de lavar los platos de la cena o salir a comprar alguna cosa que alguien se olvidó y puede necesitarse. No siempre nos provoca una sonrisa el hacerlo y podemos renegar un tanto, pero qué grato que se pueda hacer. Dejar lo propio y darle tiempo a otras cosas.

Diría también el ir a la misa dominical. A pesar que sabemos que el cura que hace la Eucaristía a esa hora es aburrido o habla con ideas distintas a las mías. Lo importante es encontrarse en Iglesia y saber dar gracias a Dios por todo lo que nos da, por todo lo que uno recibe; saber agradecer por tanto bien que recibimos sin darnos cuenta. Y por el hecho de sentirnos parte de los demás, con nuestras limitaciones y defectos. Como nos quiere gratuitamente nuestro Padre grande, Dios.

Conforme uno desarrolla (y pasan los años), se da cuenta que hay muchas cosas que se hacen o se asumen no porque simplemente “me gusten” o sean de mi “mayor agrado”. Las vamos haciendo porque creemos que es algo bueno o colaboran a algo bueno. Contribuyen a un propósito mayor a mi propio interés, muchas veces, limitados o mezquinos. Vamos aprendiendo que al relacionarnos tenemos que saber depone r algunos propios intereses para llegar a acuerdos comunes con otros; de lo contrario corremos el riesgo de quedarnos bastante solos con nuestras “buenas ideas”.

Es importante aprender a detenerse en la vida. No solamente porque la vorágine de cosas en la que nos podemos ver envueltos nos pueden llevar cual corcho flotante sin un rumbo deseado, sin hacerme yo mismo “señor de mi propia vida”. También porque necesitamos reflexionar sobre lo que hacemos para saber cómo vamos, si estamos obrando bien o de qué manera. Para saber saborear las propias experiencias que vamos teniendo, preguntándonos también si son de Dios o hacia qué nos conducen, por más agradables que parezcan.

Detenernos, por ejemplo, en darnos un momento diario para orar sobre nuestra vida, lo que nos transcurre, lo que queremos hacer. Saber comunicarnos con nuestro Padre grande, Dios, y conversar sobre lo que él quiere de nosotros. Puede parecer algo pasado de moda, pero es algo que uno encuentra muy marcado en la vida de Jesús. Él se comunicaba constantemente con su Padre y conversaban de modo muy cercano, intenso, afectivo, querido. Como quien lo hace con otra persona en la que confía profundamente. Lo cual es una clave de la importancia de saber detenernos en nuestra vida para reflexionar, orar, discernir, conversar espiritualmente.

A ello puede y debe ayudar un espacio como la comunidad. A saber comunicarnos con nuestro Padre grande, sabiéndolo hacer también de modo comunitario. Alentándonos a saber darnos esa pausa, a no caer en un activismo que asfixia otras dimensiones de nuestra vida; a saber detenernos para preguntarnos personal y comunitariamente ¿cómo voy? Normalmente en comunidades cristianas ello se conoce como la “revisión de vida”, la cual es un medio de acompañamiento comunitario, tan necesario de tomar en cuenta de modo periódico, como modo de objetivar mi propio caminar.

Pero también es importante saber detenernos para saber escuchar. Saber escuchar al otro adecuadamente, lo que nos dice, lo que nos quiere comunicar. No solamente oírle sino escucharle. Porque ello también es clave para dialogar, algo tan elemental en las relaciones humanas (pero que poco practicamos). Al punto que el Papa Francisco nos lo insiste en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi: debemos saber y dar ejemplo de dialogar, dialogar, dialogar. Tanto así como saber discernir, discernir y discernir.

Por eso es importante saber detenernos recurrentemente en nuestra agitada vida, hacer oración y dejarnos ayudar de la comunidad en la que participamos. Como ven, puede ser bueno orar y aprender a vivir la fe en comunidad. Hagamos pedagogía de ello, empezando con el propio ejemplo.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 30 de junio de 2014

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