Archivo por meses: mayo 2014

La apuesta por la educación tecnológica

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Abordar lo relativo a la educación siempre constituye un tema que nos conduce a diversas aristas de necesidad y carencia, aunque también de avances e invitación a la proactividad. En éste caso no nos referimos a la educación en general si no a lo que más específicamente se suele llamar “educación técnica”, la cual nos sitúa en el ámbito de la ciencia y tecnología, su vínculo práctico a la formación laboral, a la demanda creciente de puestos de mando medio y mano de obra especializados para un conjunto de posibilidades de emprendimientos, así como de necesidades empresariales como la minería, la construcción y otras más bien tradicionales, junto a la proyección futura que empieza a abrirse como camino en una serie de campos muy diversos.

De alguna manera esos elementos y otras variantes se presentaron en el conversatorio de CONSIGNA (Consorcio de organizaciones educativas vinculadas a los jesuitas) sobre los “Nuevos retos para la educación Técnica”, en el que tres especialistas como Fernando Villarán, Narciso Arméstar y Gloria Acosta abordaron el tema. Fueron entradas desde la propia experiencia, tanto universitaria (TECSUP y UARM) como desde el ámbito de labores de Fe y Alegría. Al punto que no faltó la atingencia de si el actual debate sobre una nueva ley universitaria en el país, no debiera estarse haciendo en torno a la Educación Superior y no sólo restringida al tema universitario.

Una cuestión que se reconoció fue la necesidad de adecuar la educación técnica (y, en general, todos los niveles de la educación) a las necesidades del país y de sus regiones diversas. Entendiendo que debemos desarrollar una educación, tecnologías y oferta laboral enraizadas a las especificidades de cada zona y proyectando sus propias potencialidades, especialmente a los recursos naturales que se posee, las posibilidades de desarrollo industrial, presencia de empresas y actividades económicas, circuitos de articulación económica interna e internacional, entre otros. Dentro de lo cual será importante mantener una amplitud de opciones abiertas, para el desarrollo de la misma oferta educativa y la calidad de la misma.

La calidad de la educación es clave y garantizarla con los niveles necesarios de inversión es fundamental. Se conoce que toda educación tecnológica requiere contar con maquinarias y equipamientos especializados (normalmente costosos), que permita los aprendizajes necesarios y desarrollar diversos niveles de investigación. El mismo avance tecnológico que se da año a año requiere de ir actualizándose constantemente. Sin embargo, ésta es una de las prioridades que no debe de perderse de vista, tanto en el impulso que debe venir desde el Estado como del propio concurso del sector empresarial privado (y la sociedad civil) en su propósito.

En buena medida, garantizar la calidad supone y demanda liderazgo, construir un liderazgo que nos genere el convencimiento a todos de su necesidad, posibilidades y pasos a dar (y que ya se están dando) para facilitar un crecimiento económico más sostenible y sustentado en capacidades más propias. Sabiendo ponerle el “cascabel al gato”, para decir que tenemos que saber comprometer a las autoridades en la responsabilidad que les corresponde.

Actualmente, sigue el debate sobre cómo garantizar una regulación adecuada, porque se puede caer en un excesivo burocratismo y requisitos (caso de los Institutos Superiores Tecnológicos), volviéndose innecesariamente complejo y limitado el acceso a una plana docente de mayor nivel; otro ejemplo está en exigir grados de maestría o doctorado a quienes dicten los cursos cuando se les paga 1,200 soles de sueldo. Todo ello es distinto al controlismo que ronda a las universidades (con la nueva ley universitaria en debate), donde se requiere más bien de certificaciones que garanticen una adecuada oferta y titulaciones profesionales de calidad, sin desvirtuar su vocación educativa específica; en éste ámbito, más bien encontramos una extendida sobrepoblación de universidades en el país, en la cual se ha ido imponiendo más una lógica de negocio y lucro privado con la educación, antes que una oferta significativa y exigente.

De otro lado, apostar por la educación técnica tiene a su favor también el ser un vehículo de inclusión para la población joven que concluye sus estudios secundarios. En ella puede tener una alternativa excelente para su desarrollo profesional y proyección laboral, a partir del desarrollo de competencias que aseguren su empleabilidad. La educación es un vehículo para crecer en todo sentido (“habilidades para la vida”), por lo que es del caso detenerse a repensarla, pensar más a profundidad su requerimiento y rol en un país como el Perú, preparándonos para lo que serán las nuevas carreras y desarrollos profesionales en un futuro próximo.

Es importante valorar la educación técnica. Empezando por la apuesta más consistente que debe de albergarse desde el Estado, pasando por los diversos estratos de la sociedad. Fomentándola a todo nivel, promoviéndola desde los más pequeños en sus niveles y ámbitos educativos respectivos. Como se afirmó muy bien, la tecnología no es el fin de una carrera sino el comienzo de una vida. Por lo que experiencias como TECSUP (forma profesionales en ingeniería y tecnología, en disciplinas para las cuales existe demanda en el mercado laboral) y Fe y Alegría son aportes de mucha significación y sobre las cuales hay que construir más allá de los costos de inversión que ello demanda. Es decir, son de las cosas que tienen que darse prioridad en el Presupuesto Nacional. Quizás ese sea uno de los puntos que justifiquen hace rato la aspiración de que el sector educación cuente con el 6% del Presupuesto anual. Por cierto el tema de los salarios sigue siendo un tema abierto.

Concluimos haciendo una mención especial al caso de Fe y Alegría, desde la cual se viene incursionando también en ese propósito de llevar educación técnica de calidad a los sectores populares; en este caso, desde la apuesta de la educación tecnológica. Experiencia que se teje desde proyectos productivos como eje de su aprendizaje y generando un vínculo al mundo empresarial y del trabajo. Estamos en un camino que tenemos que seguir profundizando.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 31 de mayo de 2014

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Una lectura que alimenta

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Hacer del encuentro con Jesús una experiencia de alegría no sólo es una bonita clave desde la cual se escribe la última exhortación del Papa Francisco (“Evangelii Gaudium”). Ocurre que si es tal, en la vida suele ser una experiencia conmovedora, de profunda alegría, de sentirnos amados gratuitamente, por el sólo hecho de ser quienes somos. De hecho, en el CELAM de Aparecida (Brasil, 2008), ya fue momento en la Iglesia de recordarnos sobre la alegría que debe significar siempre nuestro ser cristiano.

Es desde una experiencia de mucha fe y sencillez como el Papa Francisco nos presenta y sitúa el evangelio, la vida de Jesús, como motivo de alegría, de “buena nueva”, de reinado de Dios, invitando a dejarnos afectar por esa alegría y su hondo significado en todo nuestro ser. Porque dejarnos llevar por Jesucristo, nos libera. Desde allí, se nos invita a ser parte de una nueva etapa evangelizadora, todos como Iglesia, compartiendo esa experiencia de alegría.

Para vivir la alegría del evangelio se nos estimula a estar atentos a diversos riesgos a que nos induce la sociedad y el contexto actual, marcados muchas veces por una “tristeza individualista”, la “búsqueda enfermiza de placeres superficiales “ o el desarrollo de una “conciencia aislada”. Estar atentos a no enclaustrarnos en nuestros propios intereses, sean grandes o mezquinos, medianos o pequeños, porque terminan quitando espacio a “los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no se palpita el entusiasmo de hacer el bien” (p.3). Por tanto, se nos llama a vivir la vida “en el Espíritu”.

¿Qué debiera significar el que nadie quede excluido de gozar de su alegría, de la alegría del encuentro con Cristo? Pensemos. Con la extensión de la internet y los medios de comunicación masiva, no habrá mucha gente que no haya escuchado nombrar alguna vez a Alá, Buda, Jesús, Abraham, John Lennon, el “Che”… O quizás sí. La cuestión es que no siempre nos maravillamos de lo que tenemos, de lo que nos ha sido dado. El amor más sublime lo asociamos muchas veces sólo a un recién nacido o a la relación de pareja que nace entre dos jóvenes o adolescentes… y poco más. Cuando se expresa en tantas cosas que significan hacer el bien (normalmente con mucho esfuerzo y sacrificio); el saber perdonar (y no cansarnos nunca de hacerlo); el obrar la justicia y la verdad, el propiciar la paz… Todo aquello que nos dignifica, nos da ternura, nos lanza hacia adelante. Porque el amor nos renueva.

El Papa Francisco nos habla de una alegría que debemos saberla vivir en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. ¿Hemos experimentado realmente el amor en nuestras vidas? ¿Sabemos realmente dar respuesta a una invitación así, como la que se nos hace? ¿Nos hemos cansado de buscar a Dios, ya no nos importa y tampoco nos dejamos buscar por él? ¿Sabemos saltar de alegría como la criatura de Isabel ante la visita de María? ¿Nos alegramos como en las bodas de Canaá, arde nuestro corazón con su presencia (caminantes de Emaús), o sabemos entrar en ese “río de alegría”? Debemos saber vivir la alegría del amor según los contextos y circunstancias de la vida, sabiendo que el amor del Señor se renueva constantemente y nos motiva a dar testimonio fiel de ella y a comunicarlo.

Con la vida es bueno adquirir profundidad. Que las sensibilidades que vayan surgiendo y acrecentándose sean por el deseo de hacer mejor el bien. Nos dice Francisco: “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás.” (p.9) En los diversos lugares y experiencias en que nos movemos no será siempre fácil expresar alegría. Pero si vivimos en Jesús, en el Señor, ella debe ser nuestra disposición y actitud básica, la que nos predispone mejor al amor a los otros/as. Incluso haciéndonos olvidar las ofensas recibidas, así no sea fácil. Transmitir siempre ese sentido de paz profunda, de aceptación, de comprensión maternal, de novedad. Todo lo cual nos facilitará siempre el renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad; la apertura hacia nuevos caminos, formas creativas, signos más elocuentes.

Se nos pide una vida centrada en la misión. Lo cual no es otra cosa que centrada en lograr una vida mejor para todos, saliendo de uno mismo y de los propios intereses. Como Iglesia estamos llamados a una actividad misionera vital y a todo nivel, con sencillez y yendo hacia la gente. Sabiéndonos reconocer como pecadores para saber llegar a toda la gente.

Y cuantas cosas más. Porque hasta aquí hemos recorrido solo la introducción de la Exhortación del Papa Francisco, la misma que concluye otra vez pidiéndonos, centrado siempre, en alegrarnos en el Señor (Flp. 4,4). Por cierto, no estamos en una feria de sentires alegres. Se trata de la experiencia de Dios, la del Dios del amor que nos abre a la alegría y, si no, puede ser falsa. Estamos ante una experiencia vivencial, que nos contrasta con nuestra vida agradecidamente a cada paso. Que centra de mejor modo ese sentido del amor, el cual se revela como alegría y plenitud, como experiencia posible para todos. ¿Por qué nos cuesta vivir en alegría nuestro cristianismo? ¿Por qué nos dejamos ganar por tantas cosas distintas al amor en nuestra vida?

La invitación a amar es para todos y, por cierto, a crecer en el amor.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 19 de mayo de 2014

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El juicio de Bagua y lo deleznable

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Entre algunos hechos deleznables del primer gobierno de Alan García en Perú (1985 – 1990), estuvo la hiperinflación que sumó hasta cuatro dígitos, la malhadada estatización de la banca (por lo mal que se hizo), los negociados con el tipo de cambio y el cambio de moneda que se tuvo por pocos años (el famoso “Inti”) y, como no, algunos hechos de violencia que tuvieron su máxima expresión en la llamada “matanza de los penales” con algunos cientos de integrantes de Sendero Luminoso que, estando presos, fueron muertos a sangre fría (1986).

El señor García, acusado de diversos hechos punitivos, tuvo la “paciencia” de dejar que los plazos de sus juicios expiraran después de 10 años y volvió a intentar de subirse al coche del gobierno, cuestión que logró en reincidencia el 2006. Fue más sencillo ganarle ese año a Humala que a Toledo (2001), ya que pudo presentarse como el mal menor para la estabilidad y orden de los grandes empresarios, cuestión que buscó cumplir desde su primer día en su segundo gobierno (2006 – 2011). Parte de ello fue rebajar las exigencias de cargas impositivas diversas a las grandes empresas mineras y petroleras, reduciendo dicho punto a la buena voluntad de las mismas, a cambio de desarrollar hasta un discurso (la del llamado “perro del hortelano”) para legitimar la lotización extractiva del país, aún a costa, de las poblaciones que eran residentes en ellas.

Los hechos deleznables que resaltan de García en su segundo gobierno giran en torno a demostrar que uno puede manejar como elástico las políticas con tal de asegurarse en el poder y ser tan “consecuente” con sus mentores, aún a costa de mentir al país con argumentos que no estaban en la balanza. Como aquella afirmación que se dijo por la entonces ministra de economía Mercedez Araoz: poner mano dura contra las poblaciones indígenas en el reclamo de sus legítimos derechos llevaba a garantizar la firma del TLC con EE.UU. (!!). Y así otros acuerdos y convenios en la selva (y en otras zonas del país) que, además, permitieron nuevas formas de corrupción en las más altas esferas de su gobierno (conocidos con los llamados “petroaudios”). Por cierto, no fue lo único del menú de la corrupción a ese nivel, ya que estuvo recorrida por metidas de mano en variados ámbitos, como los del narcotráfico, dando facilidades (y cobrando por ellas) a varios miles de presos acusados por tales actividades y que vieron la luz de la calle “matriculándose” con más o menos billetes verdes. A propósito, esto último debía dar lugar a un juicio, el cual se ha desestimado en el Poder Judicial por simples patrañas formales, desestimando el asunto como si con ello se disolviera el grave delito de fondo y por el cual debiera ir preso el mismísimo “ex presidente” García.

Pero ocurre que otro de los hechos deleznables de su 2do Gobierno fue lo también vinculado con nuestra querida selva. El llamado “Baguaso” del 5 de junio de 2009, hecho en el cual murieron 34 personas (principalmente policías e indígenas). En una circunstancia de huelga indefinida y bloqueo de carreteras en la llamada “curva del diablo” (Bagua, Departamento de Amazonas), en el nor oriente peruano. Fue una real conmoción ese día, como si uno hubiera estado presente, implicado, intentando detener la violencia que amenazaba con desatarse, pese a la propuesta conversada de levantar la huelga esa misma mañana. Cómo no sentirnos Santiago Manuin, líder indígena que en ese intento fue baleado y hasta se le pensó muerto, cuestión que sería uno de los desencadenantes de la confrontación que vino después, dejando hasta la impotencia de un desaparecido (policía en éste caso) del que nunca se volvió a saber nada más (su familia sigue en la esperanza de que alguna vez se les entregue su cuerpo).

Nada de ello debió ocurrir. Incluso el obispo local, Santiago García de La Rasilla, había llamado varias veces la atención sobre el conflicto, dando razón a los pueblos Awajun y Wampis en sus reclamos, en su exigencia de diálogo y necesidad que se respete la integridad de sus territorios, su cultura y modo de vida. Pero, nos hace pensar, si lo que ocurrió trece años antes (en 1986) con los penales que fueron objeto de masacre, no importó que estuvieran situados en el mismo Lima y Callao (y se produjo el desenlace de entonces), con Congreso simultáneo de la II Internacional Socialista en dicho momento (y el Apra uno de sus anfitriones), ¿por qué iba a preocupar demasiado las ocurrencias (y muertes que se pudieran producir) con indígenas “ignorantes” que no entendían supuestamente las buenas intenciones del gobierno y, además, se encontraban en la casi frontera con el Ecuador, bastante lejos de la opinión pública (muy limeña por cierto).

Ocurrió el “Baguaso”. Inevitable pero evitable. Y como somos parte de las reglas del orden democrático y hay que hacer que prevalezca el “principio de derecho”, estamos asistiendo al juicio penal de lo acontecido hace 5 años y dónde sólo hay pobladores mestizos e indígenas entre los juzgados, con la amenaza de penas que podrían alcanzar la propia cadena perpetua. De parte de los otros responsables, es decir, las autoridades políticas del gobierno, de las fuerzas policiales y armadas, brillan por su ausencia. ¿Quién dio la orden de atacar a la población civil? ¿No habría que llegar hasta el autor o autores intelectuales de ella y ser pasibles de sanción drástica, ejemplificadora?

¿Qué está en juego en un juicio como el que hacemos mención? Seguimos haciendo evidente los desencuentros entre el “Perú oficial” y nuestro “Perú profundo”, por cierto, con otras características a como se ha visto en décadas o épocas anteriores. No sólo ello, también es muestra de nuestra debilidad profunda en el plano institucional y el injusto desbalance con que se mueve la justicia (la política, la economía y la cultura en nuestro país), donde la boca del embudo es ancha para los controladores del poder y muy angosta o nula para los “de abajo”.

Qué decir de la comprensión que se puede dar de mundos culturales distintos confrontados en hachos que no pueden tener sólo un color de vidrio o tamiz desde el cual mirarlo e intentar juzgarlo. Estamos ante un acontecimiento histórico por cuanto nos puede empezar a abrir nuevas rutas de comprensión y compromiso con nuestra sociedad toda y no sólo la que alcanzamos a apreciar lejanamente y mientras no nos afecte. Nos recuerda mucho los valiosos aportes a los que nos abrió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Existe un Perú más complejo al que a veces decimos conocer. Que lo deleznable no nos lo impida verlo y actuar.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 14 de mayo de 2014

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Javier Diez Canseco, ese luchador histórico

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Pensar que no ha pasado mucho tiempo de cuando líderes políticos como Alfonso Barrantes, Gustavo Mohme, Genaro Ledezma, Javier Diez Canseco y otros expresaban una contradictoria y pujante unidad de la izquierda peruana, especialmente en la década de los años 80s del siglo anterior. Nos hicieron soñar la posibilidad de un nuevo Perú como posibilidad; con problemas pero también con horizonte y proyección. Jorge Basadre ya lo había señalado en décadas muy anteriores bajo el título de su libro “Perú: problema y posibilidad”. Porque a eso invita una lectura atenta, inteligente y comprometida de nuestro país, de nuestro pueblo pobre, de nuestras riquezas, especialmente humanas.

Va tocando la partida inevitable de unos y otros. Como ocurrió en otras fechas con José Carlos Mariátegui, Haya de la Torre, Flora Tristán, Manuel González Prada, Hildebrando Castro Pozo, César Vallejo. No todos ellos, convergieron en el tiempo, pero anidaron preocupaciones equivalentes por nuestro Perú, sus mil razas, su desarrollo, la necesidad de verlo construirse como un lugar de todos, para todos, con todos y desde todos; todas tenemos también que agregar, simbólicamente al menos. Personas que no sólo nos han ayudado (entre muchos anónimos y otros/as más conocidos) a querer la vida, a pensar en los demás como encuentro necesario de convivencia y disfrute, a razonar lo fundamental de mejorar el lugar en que vivimos.

¿Lo llamamos Socialismo, Comunitarismo, sociedad del bien común, comunismo, igualdad de oportunidades, ciudadanía o participación plena…? La fuerza de la creatividad da para empujar a que se abran mil flores, a que se reúnan todas las mariposas de colores inimaginables de la selva y amazonía, sus pájaros, árboles, frutos, habitantes diversos. Porque nos inspira no sólo a teorizar sino a hacerlo vida, pese a lo lento que parece el caminar. Aunque nos cansamos, nunca nos cansamos y nos detenemos a cada momento para alimentarnos, dormir, conversar, etc., pero no nos detenemos, porque seguimos avanzando con esperanza que es nuestra principal arma y el deseo de amar que es el motor de nuestra lucha.

Porque siempre existen motivos para luchar, aunque a veces los confundimos con pequeños líos o conflictividad inútil. Así es también la vida. Porque como todo aprendizaje, siempre tenemos que aprender a distinguir lo importante de lo accesorio, lo significativo de lo superficial, y así. Pensar y obrar siempre en pos de mejorar nuestra vida, la comunidad política en la que nos movemos, la de todos y en especial de los menos favorecidos, requiere no precisamente de políticos profesionales, aunque también los requerimos, pero de los buenos.

De esos fue Javier, un cautivador de mentes, de corazones, de conglomerados diversos. Airado en la defensa de causas justas, en los destapes en el Congreso de la República, en los congresos populares de sindicalistas de trabajadores diversos, de comunidades campesinas en todas las regiones naturales, de pobladores de los más diversos “Pueblos Jóvenes”. En ese esfuerzo de encaminar corrientes de opinión pública de cambio, de izquierda, de radicalismo, de intemperancia por el cambio, de diálogos en voz alta algunas veces.

En mis tiempos de juventud, en tiempos de universitario, Javier fue de quienes me cambiaron la vida, me sensibilizó a la política, me ayudó (sin saberlo) a vincular ciencia y estudios con la realidad y los sectores sociales populares, academia y proyección social, debate en las aulas y marchas por las calles y protestas diversas por la crisis económica, en solidaridad con los reclamos sindicales, congresos campesinos de la Confederación Campesina del Perú (CCP), eventos de convergencia unitaria de sectores de la izquierda, de recorrer tan diversas experiencias…

Se acordarán de ello Farid Kahhat, Miguel Jugo, el “chico malo” Javier Champa, el chino Chang, Rafael Tapia y tantos que estuvimos en los esfuerzos que nos tocó vivir, quizás sin mayor protagonismo, porque no éramos del vector de los dirigentes; de tantos otros que partieron también jóvenes (en particular, César Heredia). También desde la CCP y el IAA (Instituto de Apoyo Agrario), gremio tan referencial en esa labor, reconociéndonos en una idiosincrasia variopinta de nuestro medio rural y campesino y, desde los cuales pude conocer buena parte de nuestro Perú. Junto a dirigentes como Saturnino Ccorimayhua, Juan Rojas Vargas, Nemesio Rodas, Manuel Pérez Puyén, Arlita Tocto, Esteban Puma, Concepción Quispe, Andrés Luna Vargas e incluso el mismo Juan Hipólito Pévez (fundador de la CCP).

Seguramente quedan muchos nombres y para Javier Diez Canseco habrán setenta veces siete referencias más, qué duda cabe. Necesitamos que sea ahora reflejo en las nuevas generaciones. Porque personas como él, cuando se mueren, nunca mueren. Se han despedido pero están con nosotros y no sólo como un vago recuerdo, sino como activa victoria del camino que nos toca recorrer y seguir recorriendo, esperemos que con profunda sabiduría.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 7 de mayo de 2014

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