¿Una hermosa aventura?

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A continuación una historieta sobre temas de la vida cotidiana que nos puede ocurrir de diverso modo…

Conversaban dos amigos, Raúl y Jorge, sobre sus relaciones de pareja, tema muy manido y de contagiosa sordera sobre quien tiene la razón sobre uno u otro tema… ¿No te parece que tantos años viviendo juntos desgasta cualquier relación, por más buena que haya sido ésta? A veces uno se siente incomprendido porque creemos que estamos haciendo lo mejor para nuestra familia y encima siempre están que nos reclaman…

La verdad es que hasta el sexo se vuelve insípido y con poca gracia si no lo atendemos en tan diversos detalles que lo hacen vida y no caricatura. Pero más que cosas como esa, nos cansamos de los roles que nos fuimos dando; mi mujer quiere decidir más sobre las cosas y no sólo las de casa que podríamos tomarlas como más naturales para ella. También ella se puede haber cansado de mí, de ti en tu propio caso, ¿no crees? ¿Por qué tendría que aceptar lo de siempre y no querer construir un espacio distinto de relaciones? Más aún, con la mayor valoración que hoy se va construyendo de las mujeres, su condición de igualdad y no de “roles” secundarios. ¿No será que quizás no sabemos asumir una mayor horizontalidad entre varón y mujer y nos buscamos diversos argumentos para justificar que uno es el que debe tener siempre la “sartén por el mango”?

Incluso, a veces arrastramos pequeños complejos adolescentes que no hemos superado… No nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer, detestamos que nos condicionen nuestras propias decisiones o tener que tomar una decisión condicionada a la opinión de otra persona, incluso si esa otra persona es la propia pareja de uno o alguien tan cercano como ella. Creemos que somos más autónomos si tomamos distancia de lo que otros nos puedan decir, más aún si nos cuestionan hábitos que hemos hecho “modus vivendi” por tantos años, como tener una casa de campo o de playa, o teniendo en alto valor el ser parte de tal club o círculo de amigos, justificado de diversas maneras.

Pero qué pasa si alguien tan cercano a nosotros nos cuestiona nuestro “modus vivendi”, ¿estaremos en capacidad de “sacrificar” dichas cosas e intentar plantear la vida de otro modo? ¡Qué difícil! Y complejo a la vez, intrincado, ¿quién decide lo correcto y por qué habría que hacer todo ello? ¿Es un problema de quién manda a quién solamente? ¿Tenemos capacidad de volver sobre nuestros pasos y considerar qué puede ser lo más importante… qué propiedades y relaciones son las más importantes? Complicado, ¿no crees Jorge?

Me lo vas a decir, si ando en algo así metido. Uno termina tentado de echar la “culpa” al otro de que la relación se va sintiendo que se trunca; de responsabilizar a la mujer de nuestras propias limitaciones y dificultades, normalmente acompañadas de ciertas otras frustraciones que vienen juntas, peor si tienes un salario que se mantiene en el mismo punto en los últimos lustros y no hay forma muy clara de elevarlo, pese a los mayores estudios que pudiste hacer entretanto o a promesas de mejoras que nunca llegaron… Es todo un tema.

La verdad que es bueno establecer responsabilidades en los problemas que se suceden y saber que somos nuestras razones y nuestras pasiones, que no tenemos razón en todo pero tampoco debemos avasallar ni dejarnos avasallar por las dificultades planteadas. Corremos el riesgo de escuchar poco las razones del otro/a, de racionalizar que lo propio es la mejor de las opciones y decisiones que se toman y que la otra persona tiende al error. Sin embargo, es real que en una relación de pareja no puede haber problema de uno únicamente, normalmente los temas que se convierten en problema son de responsabilidad compartida, pese a que en determinado momento aparezca como algo más unilateral.

Como fuera, ¿no crees que todas estas cosas sería importante conversarlas con los hijos? Aunque no te parezca, de ellos surge a veces una sabiduría que te puede dejar con la boca abierta y, también, de los más pequeños, por pura intuición y olfato. Pero es bueno en todo ello saber poner las cartas sobre la mesa y escuchar muy finamente, con la mejor disposición de “saber perder”. Es más, conversar con el propósito de perder en los argumentos que uno pueda presentar y dejar que fluyan las razones y tedios de todos, especialmente de los principales implicados, sabiendo que estamos con nuestro principal tesoro.

Oye, qué fácil resulta escucharte decir todo ello, ¿podrías tú mismo transitarlo así como lo mencionas? ¿Crees que cediendo las cosas se van a resolver así no más? Después me criticarán por otras cosas y hasta corro el riesgo de pasar por un fracasado cuando tampoco las cosas no vayan bien en las nuevas “circunstancias” si éstas se dieran.

Es cierto, supondrían una suerte de nuevo pacto y dejarse ayudar ambos por algún especialista o alguien que los asesore en los términos que lo puedan requerir. Con todo, no deja de ser una apuesta que podría tampoco funcionar, pero dependerá de ambos, de su mejor disposición y de cómo con mucha fe puedan hacer ese tránsito. Puede ser una hermosa aventura y quizás sea mejor vivirla a aislarse o transitar por un desierto quien sabe por cuanto tiempo… nunca se sabe, como tampoco podemos cerrar como opción otras consideraciones y la misma separación.

Pero no te dejes tentar con apresurar las cosas o condicionarlas con decisiones tajantes, porque todo esto hay que manejarlo con mucha flexibilidad y ternura, especialmente por los hijos que están al medio de todo y que no tienen ninguna culpa de nuestras propias broncas, aunque también las deben entender como parte de la propia vida…

Raúl, nos tomamos un café el jueves, ¿te parece? Bacán, nos vemos, chau.

Guillermo Valera M.
Magdalena del Mar, 1 diciembre de 2012

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