Archivo por meses: diciembre 2011

Podemos amarnos más en el 2012

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El final de cada año acontece entre alegrías y cierta pena de recordar lo vivido, las distintas cosas que hicieron noticia en uno, lo que fueron nuestras “primeras planas” o titulares, por cierto, para nada sangrientos o de escándalo como los noticieros de televisión o ciertos medios escritos. No porque ciertas cosas no sucedan en la realidad. El problema es qué resaltamos de la vida, de qué hechos de lo cotidiano hacemos divertimiento o superficial tratamiento para que no incomode y “permita” pasar el rato.

Lo importante quizás sea que tomemos conciencia de que hemos caminado cada día, hemos vivido cada día. Ser conscientes que cada uno “hace” también la vida de quienes le rodean, para bien o para regular, para mal o para mejorar. De la vida que llevamos somos de alguna manera responsables y, en todo caso, debiéramos sentirnos crecientemente responsables. Aunque no depende –únicamente- de cada uno lo que le pueda acontecer. Hay una serie de factores de contexto, de motivación personal, de coincidencia de intereses, de confluencia de situaciones, de “descubrimientos” (pequeños, grandes) o modas, cosas fortuitas y no tanto… Sin embargo, hasta por sentido de solidaridad, nada de la vida nos debiera ser ajeno.

No por un sentido del deber, del deber ser, de lo que aspiramos. En ello siempre habrá una pluralidad de aspiraciones. Sino porque queremos aprender a amar la vida y queremos hacerlo y amarla a cada instante y no sólo para ciertas situaciones o acontecimientos. Y el amor si no es consciente se vive en forma más limitada. El sentido de la responsabilidad, más que vínculo con el deber, está vinculado a cómo nos hacemos libres y aprendemos a amar (en forma libre).

Por tanto, volver sobre nuestros pasos tendría que ver mejor con la manera cómo hemos aprendido a amar, y a hacernos conscientes de ello, en cada paso que hemos ido dando, sabiendo que, como en la mayoría de las cosas, solo se aprende a caminar cayendo, tropezando, logrando consistencia en las articulaciones, logrando suficiente equilibrio, requiriendo de una mano (y de afecto), hasta que lo logramos hacer solos y caminamos en cada vereda de nuestras experiencias y situaciones que nos toca afrontar. Desde esa óptica, podemos ver que cada día (y no sólo cada situación especial) podríamos vivirlo con sentido de pequeño desafío o reto sobre lo que nos proponemos hacer y crecer.

Sabiendo que de todo podemos aprender, hacer pedagogía; de que somos sujetos de error constante y así como podemos estar muy lúcidos en algo específico, al siguiente paso podemos decir una gran “burrada” o cometerla. Y debemos saberla no sólo identificar, sino tener la capacidad de volver sobre nuestros pasos, rectificar y seguir adelante. Por cierto, no somos máquinas porque tenemos la posibilidad de ser flexibles con cada situación y tomar en cuenta los detalles de “cada caso” cuando nos relacionamos y somos también sujetos de acierto / error que nos generan aprendizajes y no sólo “frustraciones”.

Ser un poco más conscientes de la vida que llevamos es condición de crecimiento en humildad. Porque nos permite identificar todo lo grandioso que nos rodea y que nos acompaña de múltiples maneras; y que sólo somos un “algo” muy pequeño dentro de ello. Porque al sentir la necesidad de amar todo ello por el profundo agradecimiento a que nos invita, podemos caer en la cuenta de lo “prestada” que es mi propia vida; lo temporal que puede ser ésta y quizás significar nada en el fugaz paso del tiempo.

Al hacernos conscientes de la vida podemos apreciar con belleza la inmensidad de posibilidades a las que podemos estar abiertos y que podemos hacerlo y vivirlo de tan diversas maneras (y de hecho ello ya ocurre con las distintas culturas en el mundo). No necesitamos competir y desestimarnos unos a otros o vanagloriarnos de ser mejores… porque mientras sepamos hacernos parte de ese sentido de bien mayor, de esa expresión de amor más amplia, de esa inmensidad artística que puede ser la vida (y de alguna manera ya lo es)… podríamos sintonizar mejor la gran orquesta que debe ser la plenitud a la que aspiramos.

Revisar un año vivido, debe presuponer el nuevo que se va a iniciar y el tremendo vínculo que existe entre ambos y que debemos saber procesar muy directamente para que nuestro saludo por el nuevo año no sea hueco, vacío o simplemente tibio o engañoso. Tendremos el nuevo año que corresponde con el que termina. Nos hacemos propósitos y nuevos deseos pero que están anclados en la historia personal de cada uno.

Siendo importante la motivación (en algunos casos euforia) de abrir un nuevo pequeño período (un año, como podría ser el cumplir años, o simplemente el iniciar cada día), será también importante preguntarnos cómo podemos amar mejor, cómo podemos hacer mejor el bien; de qué modo nos sentimos llamados a servir y a tener mejor en cuenta a los que son más desfavorecidos por distintas causas.

Y ello se puede aplicar a todo nivel, desde la alta política (¿qué es hacer un buen gobierno?), pasando por las distintas jerarquías de poder (que para ello siguen habiendo), la familia (¿todos cuentan?), los centros laborales (¿tenemos en cuenta los derechos, por ejemplo las horas que trabajamos?), la vecindad que nos toca o la acción cívica que puede tener que ver con no estimular el orgullo propio o la envidia, votar papeles en la calle, las decisiones que tomamos a cada paso o saludar con amabilidad… Podemos tener un mejor año todos.

Guillermo Valera Moreno
31 diciembre 2011 Sigue leyendo

No abandonar el barco

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Parece que fue hace mucho tiempo o que el conflicto minero sobre Conga en Cajamarca hubiera “envejecido” al gobierno de Ollanta Humala y que los meses de gobierno que lleva se hubieran multiplicado por tres. Pasa que los tiempos políticos se viven de manera distinta que los tiempos reales. En este caso, hemos vivido el caso de un tiempo político que se aceleró con la crisis y el desenlace de un nuevo gabinete de gobierno, aparentemente más técnico del que le precedió, aunque muy explícito en las cercanías militares del nuevo presidente del Consejo de Ministros con el jefe de Estado.

Se puede apreciar que la batalla por el tipo de minería que se debe permitir en el país, esta vez la ganó -al más alto nivel- la gran burguesía transnacional y su gremio la Confiep. Sin embargo, el problema sobre el que cada vez caen más en la cuenta los grandes empresarios, es que no basta ese nivel de influencia, si las cosas no se negocian casi por igual en las zonas donde quieren intervenir, especialmente cuando afectan recursos naturales de uso cotidiano de la población local, tal como es el agua.

¿Por qué se “dejó” torcer el brazo el señor Ollanta Humala? No deja de estar aún muy claro. Pareciera que fue parte del trato de los impuestos complementarios que se impuso a los empresarios mineros, además de plantear una vía institucionalista que buscaría el respeto a los acuerdos y tratados establecidos con el Estado. A ello se suma el tan mentado “autoridad y orden” que gusta a sectores conservadores y que para sectores de proveniencia militar siempre es una tentación de cómo se ejerce el poder, de talante autoritario.

Lo que está claro es que el crecimiento con inclusión que ofreció el gobierno, por ahora, supone un mayor énfasis en afirmar la política de inversión económica en el país sin mayores variantes a la que vino teniendo lugar, intentando que haya más fondos para el Estado con los cuales ampliar y dosificar las políticas sociales. El crecimiento económico también amplía posibilidades de generación de empleo productivo, lo cual llevará a dinamizar otros sectores económicos y de servicios.

En lo político, se ha originado un cierto vacío de direccionalidad. No queda claro si la gestión del gobierno consistirá sólo en hacer una buena administración de intereses y pretender durar hasta cumplir los cinco años, o se retomarán ideas más de fondo, más adelante. En todo caso, la llamada “hoja de ruta” del gobierno no ha sido renunciada y debiera ser la brújula para idear iniciativas que puedan ser más interesantes y gesten un derrotero de cambio social más allá de lo asistencial.

Por lo dicho anterior, creemos que es importante no rasgarse demasiado “las vestiduras” sobre el manejo de los conflictos y el desenlace habido con Conga. Después de todo, someter el asunto a un peritaje internacional no esta nada mal, esperemos se haga con las garantías de objetividad adecuados. Sin embargo, el gobierno necesita un sostén técnico y político que le ayude a consolidarse en el Estado. Sería bueno que ello no se abandonara tan fácilmente y se logre retomar mecanismos de colaboración de parte de sectores de izquierda y liberales, cuya experticia en muchos de los temas espinosos tiene mayor jerarquía. Obviamente, sin pretender gobernar en forma asamblearia, aunque sin renunciar a mecanismos participativos y de equidad.

Puede ser un buen momento, no sólo para plantearse los temas del diálogo como mecanismo clave en la resolución de conflictos. Es también un momento clave para pensar formas conjuntas de gestar una propuesta nacional de desarrollo, donde los intereses regionales o los de un sector económico no pueden ser exclusivos o determinantes para definir las políticas en los diversos ámbitos. Donde el tema de la representación también es un tema que vuelve a emerger, por la necesidad de recrear distintas maneras de expresar intereses, sin que se tenga que deslegitimar los ya existentes. Más bien, buscando complementariedades que ayuden a hallar respuesta a los problemas y necesidades de la población a todo nivel.

Es momento clave para establecer lo que puede ser políticas más de Estado y lo que puede manejarse como políticas de Gobierno, planteándose una reforma del Estado que de nuevo impulsó a la regionalización y a la reestructuración de la forma de Gobierno. Estableciendo mecanismos anticorrupción y de afianzamiento institucional que consoliden una presencia no sólo extensiva del Estado, sino de mayor confianza y eficaz gestión.

Por tanto, no abandonar el barco, por más que haya cambiado el timonel y continuar dando un apoyo (ciertamente crítico) sin dejar de comprometerse con los objetivos nacionales que requieren de varios años para consolidarse, es muy necesario y, diríamos, hasta una exigencia actual.

Guillermo Valera Moreno
24 de diciembre de 2011 Sigue leyendo

Vida, fe y horizontes

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Hay organizaciones que, por su naturaleza de red, pueden ser buenos referentes de iniciativas y factor inspirador para sus propias componentes, así no suponga un ente regular o constante, ni muy sólido. Es el caso de la Mesa de Movimientos Laicales – MML, cuya presencia abarca a 8 organizaciones (CHC, CVX, EDOP, JOC, MIANSI, MPC, MTC, UNEC), particularmente como presencia limeña.

Siendo así, sin embargo, se da lugar a pequeñas iniciativas en torno a la formación, a difundir ciertos mensajes que se consideran importantes, a compartir nuestra fe y modo de vivirla según carismas diferentes. Compartiendo preocupaciones comunes para nuestro país y nuestra Iglesia.

La aspiración a una “iglesia laical”, en tanto Iglesia concebida como “pueblo de Dios”, como nos lo recordó en profundidad el Concilio Vaticano II. La Iglesia no es la jerarquía, la Iglesia somos todos y la hacemos todos, especialmente, desde donde Jesús nos enseñó a sentir compasión y amor; como Jesús supo hablar en su tiempo a los fariseos y los llamados “maestros de la ley”; como Jesús supo escuchar a quienes se le acercaban o querían conocerlo; como Jesús nos enseñó a servir con el lavado de los pies a sus discípulos; como Jesús nos enseñó a recordar lo importante en la vida “al partir el pan”, “al dejarse perfumar los pies o la cabeza, al orar en el desierto o Getsemaní, al amar a su madre, a su padre y a sus hermanos…

La aspiración a renovar la política en nuestro país y el mundo de hoy. Que no sabemos muy bien qué cosa podría significar. De lo que si estamos convencidos es que la política no puede seguir siendo sinónimo de coima, robo, aprovechamiento, factor de venganza y tanto mal acumulado. Tenemos que recuperar la política como factor de bien, como sentido de servicio a todas las personas y como búsqueda de la mejor convivencia posible.

La aspiración a trabajar desde los pobres y excluídos. Sabiendo que esa sola opción ya genera, algunas veces, inquietud entre quienes no lo son. Pero que nos anima un sentido de esperanza en que otro mundo es posible de verdad, donde haya significativo “hambre de Dios” (que motive nuestra fe) y donde el “hambre de pan” se satisfaga plenamente (no esté sujeto al mercado, al “éxito” laboral o empresarial de cada persona o a la explotación irracional de los recursos naturales).

Todos los aspectos señalados nos inspiran y deseamos que sean fuente fecunda en nuestras labores a todo nivel. Que nos ayuden a profundizar nuestra propia fe y a integrarla mejor en el conjunto de nuestra vida. Para mejor amar y servir.

Guillermo Valera Moreno
Diciembre, 2011
(Artículo escrito para un boletín de la Mesa de Movimientos Laicales – MML)
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El diálogo de Conga: es posible otro derrotero

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Con el tema de Conga, pretendida explotación de oro en una cabecera de cuenca en Cajamarca, el gobierno de Ollanta Humala ha tenido uno de sus principales retos sobre cómo quiere gobernar el país, su relación con la inversión privada y el modo de relacionarse con las poblaciones del interior del país que no son Lima (la capital).

Lo decimos así porque, una manera de gobernar que pone el diálogo y la concertación al centro de todo procedimiento de gestión, es una cuestión que no es fácil. Pero es clave para afianzar una conducción democrática que pretenda profundizar su contenido y no se quede sólo en una forma referencial más o en una mera formalidad. Sin embargo, no es fácil llevar a efecto dicho propósito, más aún en un medio donde no existen partidos políticos consistentes y donde la institucionalidad democrática es bastante débil porque el Estado funciona de manera limitada y no se reconoce una validez permanente a las reglas de juego con las que se intenta conducir la función pública.

Ahora bien, ¿es posible dialogar sobre una decisión ya tomada o una postura inflexible como opción de principio a fin? Tal pareciera ser la situación que ha estado en juego cuando la discusión se tornó sobre “Conga va” (minería sí) o “Conga no va” (minería no), cuestiones afirmadas tanto por el presidente Humala y minera Yanacocha (en el primer caso) y los líderes de Cajamarca (en el segundo caso). Porque no se trata de que el diálogo se reduce a cómo yo busco convencer al otro de mi opinión y sacarla adelante solamente; se trata de cómo uno tiene la capacidad de incorporar en su respectiva propuesta, la propuesta que considero menos válida (por cierto la del contrario). Dilucidando por qué es valido lo que uno defiende y cómo se relaciona con los planes de gobierno que se tiene entre manos como responsabilidad.

En todo esto, vemos que las dificultades pueden ser a la vez oportunidades y posibilidad de desarrollar canales adecuados para resolver conflictos; posesionarse más cerca de la población en cuanto a sus demandas y sentimientos; generar conciencia de que todos somos responsables de los pasos que podemos dar y dejar de dar. Que vivimos también en un mundo de negocios donde las inversiones buscan generar ganancias para que tengan sentido, lo cual supone entablar criterios de responsabilidad compartida con el medio ambiente local, las necesidades de la población involucrada y la manera cómo se aprovechan los recursos naturales.

A lo que vamos es a que los conflictos que están emergiendo (viejos y nuevos) por distintos puntos del país –más allá de Cajamarca- tienen que ver con un debate más de fondo pendiente en nuestro país. ¿Qué significa la responsabilidad social hoy en el país, como cuestión que nos implica a todos y debe abarcar una complejidad mayor? No sólo debe ser un tema de políticas sociales o beneficios económicos (por ejemplo, el canon) que se otorga, o quedar reducido a un tema propagandístico. ¿De qué modo nos afecta a todos el hecho de que se busque soluciones debidamente técnicas al manejo de los recursos naturales (y otros) que recojan activamente las necesidades de las poblaciones?

¿De que manera el Estado juega un papel más neutral frente a las partes en conflicto y desarrolla la capacidad de facilitar elementos de juicio para que se puedan tomar las mejores decisiones? ¿De qué manera el Estado puede, en todo caso, empoderar mejor a las poblaciones en conflicto para negociar en condiciones de mayor equilibrio frente a empresas transnacionales con mucho poder? ¿Cómo se revisan las políticas públicas pertinentes y se piensan más allá de los impuestos que pueden corresponder a cada actividad económica y se pone como preocupación central el cómo se hace y el cómo se relaciona con la población? ¿Cómo damos mayor institucionalidad a todos estos vaivenes, los cuales se viven en pequeño en muchos aspectos de los cuales recién empezamos a hacernos conscientes?

De hecho, algo falla cuando sectores muy importantes de la población se resisten a algo y salen a protestar. Uno diría pero con el gobierno de Humala no debía darse esas protestas porque él salió elegido con los votos de esas poblaciones. Lo que la historia también enseña es que dichas circunstancias suelen multiplicar las expectativas de cambio y de mejora en muchos sectores de la población. Por tanto, dirigentes populares como autoridades a todo nivel tienen que manejarse con mucho tacto de cómo se satisface ciertas demandas claves y se combina con políticas sociales, acompañando todo ello de inversiones más de fondo (educación, salud, etc.) y el dinamismo de los mercados para facilitar también la inversión privada y la posibilidad de generación de empleo e iniciativas de emprendedurismo a todo nivel.

Volviendo sobre el tema de Conga, las cuestiones importantes serán de cómo la gente siente que la minería le beneficia. Cómo el agua, recurso tan vital, no va a desaparecer por la presencia de la mina. Cuestión que le va a permitir seguir en sus actividades agropecuarias e incrementar mejor sus ingresos (y no sólo inflación de precios que le afectan). Que los cambios climáticos son de responsabilidad más amplia pero, donde el tema ecológico, tiene que ser mejor tomado en cuenta y asumido más allá de la formalidad de un EIA (estudio de impacto ambiental). Cómo la población siente que son parte de las decisiones y no solamente piezas de un juego de justificación de negocios privados. El diálogo bien realizado, así demore un poco más las decisiones, serán mejores decisiones y gestación de una cultura distinta para afrontar los conflictos y las decisiones de fondo.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 4 de diciembre de 2011 Sigue leyendo