Tejer sentidos y esperanza

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Podemos considerar que la vida de Jesús, para los cristianos, es la mejor forma de aproximarnos al misterio de Dios (del Padre, Abba), a lo que significa su amor infinito y gratuito. Se podría decir que Jesús es la forma humana más plena del amor revelado en la historia y que nos da a conocer que todo ser humano, por ser humano, es expresión de ese amor revelado y, por ende, de Dios Padre. Si tuviéramos el tacto y la capacidad de comprenderlo en su real dimensión, quizás habría menos guerras, no habría gente que se tuviera que morir por motivos controlables (hambre, enfermedades, accidentes de tránsito, etc.), habría más interés por la vida y destino de los demás, celebraríamos la felicidad y la realización cabal de las personas.

Desde ese razonamiento, nos parece importante la persona de Jesús y los vínculos que podemos entablar con la política y el sentido de renovación que requiere. Desde una comprensión y arraigo en las relaciones humanas más elementales. Haciendo un tejido de sentidos que nos ayuden a situar y profundizar nuestra fe. Vista a la luz de la necesidad de la convivencia humana y de cómo abrazar mejor la preocupación de todos por todos, desde lo más diverso. Sea en un proceso electoral; frente a desastres naturales (como el vivido en Japón); desde demandas de grupos minoritarios como suelen ser las de pueblos indígenas que con facilidad se pasan por alto; el envilecimiento de la política por las dictaduras (como ocurre ahora en la Libia de Gadafi); etc.

a) Jesús nos propone un sentido de unidad y de propuesta: La revelación del Padre como amor encarnado, llamado Jesús, bajo la figura de hijo único de Dios, nos afirma esa lógica. Como seres humanos todos somos hijos del mismo Padre, experiencia singular e irrepetible. Situados con ser, conciencia y sentido de vida. Con capacidad de hacer cada uno suya su propia experiencia de vida en relación con los demás, traducida en amar la creación, amar la humanidad, amar la justicia, amar todo cuanto nos rodea y somos.

Programa de vida al que estamos llamados en cada estadio de nuestra historia y con los medios que contemos para ello. Este sentido propositivo de Jesús lo veo resumido en las bienaventuranzas, lo cual tiene un sentido testimonial desde nuestra forma de vivir a la que se nos invita, nuestra manera de ser para otros, y el sentido de compromiso con el cual nos hacemos y buscamos vivir. Cómo aprendemos a vivir la vida en sus dimensiones más espinosas; cómo la política es parte de éste sentido de propuesta que siempre tiene la lógica de situarse desde los más pobres y débiles, con sencillez y creatividad.

b) Sentido de servicio y de bien: Jesús nos enseñó un camino de servicio, como el que se refleja en el lavado de los pies a sus apóstoles. Una lógica de servicio que se contrapone a la del poder, a la de actuar desde los hilos de quienes tienen “poder de decisión”, la fuerza para imponer sus propias decisiones (opinión pública, leyes), para hacer de su influencia decisión en cualquier sentido. ¿Será por eso sea que las principales tentaciones de Jesús (y por ende del ser humano) están centradas en esa escena del desierto?

Estas denuncian la ostentación, avaricia, magnificencia del poder… Cuestiones que él rechazará de modo muy directo, señalando que son otros los caminos del reino y del Padre. ¿Significa esto que debemos renunciar a toda expresión de poder en nuestras vidas? Ojala pudiéramos hacerlo y viviéramos sin necesidad de dominio de unos sobre otros; porque una cosa es que se requiera un orden, una forma de gobierno para que una sociedad funcione y otra cosa es que para ello se requiera esferas de dominio en tanto exclusión, explotación, privilegios, diferencias negativas de diverso tipo (racial, etárea, religiosa, sexista, etc.).

c) Sentido comunitario de la misión: la identificamos a partir de la vocación, envío y misión que Jesús descubre en su vida. Lo comunitario o el servicio no serán sólo afanes o virtudes personales; son algo que se descubre consustancial a nuestro ser personas y a las posibilidades de crecimiento. Cuestión que podemos descubrir que no sólo se agota en un esfuerzo individual, sino que crece mejor (y adquiere sentido) en la interacción entre las personas. Pero, además, se trata de una posibilidad abierta para ser vivida entre todos como sociedad, como comunidad política, como convivencia pública institucional.

Toda política que se encamina en un derrotero así puede tener la capacidad de renovar lo mismo que realiza y a lo que se destina, porque terminamos descubriendo y confirmando que toda orientación hacia el bien, solidariamente tejida entre un grupo humano, usando como vía o camino el servicio, nos genera capacidad de hacer las cosas distintas, mejor adaptada a las circunstancias, aunque no tenga el éxito necesariamente asegurado.

d) Sentido de riesgo y equilibrio en el obrar: En diversos pasajes de su vida podemos ver cómo Jesús nos invita a no dejarnos estar, a no quedarnos en lo nuestro (la transfiguración y las tres tiendas) o en lo ya recorrido como experiencia. Más bien, tenemos que saber usar de esa experiencia para intentar ir más allá, no de nuestras posibilidades sino de un mejor descubrimiento de las mismas. Por ejemplo, nos dice “los envío como ovejas entre lobos” para hacernos saber que no es una tarea fácil la que tenemos entre manos y que el mal del mundo es real y nos devora si no sabemos movernos; pero también es real que no nos envía como un lobo más, como “lobos entre lobos”, no nos envía a hacer la guerra y a destrozarnos entre nosotros mismos. En política, ¿qué podría significar ser ovejas entre lobos” y no perder el paso de la competencia? ¿O simplemente no es posible algo así, más aún si nos encontramos en un proceso electoral? ¿Cómo aportamos a una cultura de la decencia, de la no violencia y de la reconciliación?

Jesús nos dice “sean mansos como palomas y astutos como serpientes” (ambos). Solemos tener conductas más de palomas que de serpientes, aunque hay de todo en la viña del Señor. El asunto esta en cómo guardamos un equilibrio que nos permita dar los pasos necesarios. Muchas veces un buen liderazgo no es sinónimo de capacidad para una buena gestión; o haber sido un buen gerente de algo no da los pergaminos automáticamente para ser un buen líder. Nos corresponde saber arriesgar, sabiendo que somos pasibles del equívoco; saber reconocer los errores a tiempo para obrar de la mejor manera posible; saber escuchar a los demás sobre cómo dar los pasos que corresponda. En fin, una serie de aristas que nos debieran permitir ese equilibrio tan poco presente en nuestra política.

e) Sentido profético: Labor que no es sencilla pero que cada quien tiene que aprender a situar a partir de su propia vida personal, familiar y en sociedad. Hablamos del saber discernir los signos de los tiempos, en tanto expresión y sentido profético que nos revela Jesús, pero que se situará en un quehacer posible de todos, traducida en aprender a escuchar con los oídos de Jesús, a saber ver con los ojos de Jesús, a saber hablar con las palabras de Jesús, a saber amar con el corazón de Jesús.

Es algo que está al alcance de cada uno y esta en el camino de cada uno. Podemos estar seguros que descubrimos la presencia del Señor con más fidelidad sabiendo escuchar o ver; sintiendo cercanía por los más desvalidos; inspirándonos en saber plantear políticas públicas que centren su atención en los más débiles, sin perder de vista la sociedad en su conjunto. Nos abre a la posibilidad de cambio en nuestro corazón y, a la vez, a la capacidad de encaminar posibilidades más amplias para la población, en términos de calidad de vida, de realización y de comunidad política participativa y justa.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 21 de marzo de 2011

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