Hablar de lo político desde nuestra experiencia de fe es, como para el conjunto de nuestro vivir, significa entablar un vínculo con nuestra referencialidad en la persona de Jesús y de todo lo que alrededor de ello se ha construido como vivencia, interpretación, documentos. Intentaré una aproximación resaltando algunos aspectos significativos en su vida, sabedores que nos será de mucha inspiración.
º Una primera cuestión sobre Jesús es que estamos ante un laico (como lo somos la gran mayoría de creyentes cristianos), alguien que no fue sacerdote ni parte de la jerarquía religiosa de su tiempo. Como tal, él hará su propia experiencia de seguimiento de Dios, desde la religión judía en la que participaba (podía haber sido seguidor del Islam u otra religión). Desde su propio proceso, descubrió su propia vocación y el llamado a vivir lo que después realizó, como a todos nos ha tocado hacerlo de manera más o menos discernida en la vida.
Remarco ésta condición de Jesús laico, no sólo por un asunto identitario con la mayor parte del llamado ‘pueblo de Dios’ (como nos lo menciona Vaticano II), sino porque más ampliamente, Jesús nos presenta un sentido cultural distinto al de su época, donde lo principal para él ya no serán las jerarquías o autoridades religiosas sino obrar el bien, construir relaciones comunitarias (de servicio) con todos y el esfuerzo de orar (y discernir) con el Padre la vida que llevamos. Jesús no ubica su actuar desde la condición de un sacerdote o maestro de la ley, sino como un laico más del pueblo judío.
º De lo anterior resalto una segunda cuestión en Jesús que es su experiencia de oración y discernimiento, de comunicación con el Padre (Abba). No obraba nada importante de su vida sin comunicarse con su Padre, con Dios. Él nos invitará a hacer lo mismo. ¿Cuánto de nuestras relaciones cotidianas serían mejor encaminadas si lo obráramos de manera más discernida y orada con nuestro Padre? No es una invitación a ser cucufatos, ni a andar como sacha curas o monjitas postizas (con el perdón de nuestros queridos sacerdotes y monjas). Es la invitación a vivir como personas sencillas que aprenden a sintonizar su estilo de vida con la presencia del Padre.
Que son conscientes, por ello, que nunca estaremos eximidos del pecado y será muy cristiano reconocerlo siempre e identificar cómo actúa éste, para saber aceptar y aprender de nuestros propios errores. Es la invitación desde el discernimiento a saber cómo perdonar y reconciliarnos; a saber cómo afectarnos siempre ante el sufrimiento humano, el que sea y de quien sea; a saber también cómo alegrarnos ante las buenas cosas, admirarnos ante la belleza y a saber dejarnos sorprender por la vida. Vivir más plenamente en todo y desde todo esto, será un buen fruto del discernimiento. Tengamos cuidado que no se trata de un frío cálculo para nuestro proceder sino de cómo aprendemos mejor a amar. Aceptando que es algo en lo que no es fácil ser constantes, aunque en todos esta la posibilidad de encaminarlo.
º Un tercer aspecto es la relativa a su vida pública. Se puede convenir que Jesús se preparó durante muchos años antes de entrar a esa fase más pública. Esa “preparación” no tiene un carácter académico y hay que entenderla desde el haber hecho las cosas que le correspondían hacer a toda persona varón de su época: trabajó como artesano en el taller de carpintería de su padre (como otros lo hacían de pescadores o comerciantes); tuvo acceso a algunas enseñanzas religiosas y pudo beber de las inquietudes sociales de su tiempo, marcadas por la dominación romana y la existencia de diversas tendencias que buscaban liberar al pueblo judío de dicha situación. Como fueran los detalles más históricos, lo cierto es que hacia sus 30 años Jesús se convierte en un hombre público (como los había otras), en tanto busca influir en las personas de modo abierto y directo.
Jesús se hace primero seguidor de Juan el Bautista y después sigue su propio camino y reúne a quienes cree necesario para predicar el amor entre las personas, el amar a los enemigos, el poner a las personas al centro de toda nuestra vida y quehacer. Jesús no se encierra en una actividad contemplativa sino que ejerce una actividad pública que es significativa de recordar, porque ello nos señala parte de cómo hacer las cosas. Hay que saberlas llevar al terreno de lo público, de la influencia en las decisiones en razón de la humanidad de todos y del bienestar de todos.
º Un cuarto aspecto en la vida de Jesús es que se mueve con profunda libertad y su conducta deviene también en política, en cuanto cuestiona las principales instituciones de su tiempo (la ley, la familia, el templo, sumos sacerdotes, etc.). Pero no es que Jesús tuviera como objetivo cuestionar a dichas expresiones de poder, reflejadas en las instituciones mencionadas, sino que será algo que se desprende de la misma propuesta de un sentido cultural distinto y nuevo que será lo que nos brinda. Entre otras cosas, el de poner al ser humano al centro de todo, lo cual llevará a cuestionar la manera como se vivía y como se ejercía el poder.
Cuestionamientos como la ley del sábado se harán fundamentalmente por privilegiar su verdadero sentido y razón de ser: no es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre; en tiempos actuales podríamos decir “no es el hombre para el mercado sino el mercado para el hombre”. Como también cuestiona el patriarcalismo autoritario e inhumano muchas veces de las estructuras familiares o que el templo sea lugar de comercio y no de oración o que no se abra el templo a todos por igual.
Con los puntos referidos queremos reflejar que Jesús tuvo una vida como el común de todos los humanos, aunque supo descubrir su propia vocación y creció e hizo lo que terminó convirtiéndose en voluntad del Padre (Dios) en su vida. En esa dimensión hemos identificado una serie de aspectos que nos parece importante para el tema de lo político, sobre cómo situarlos y plantearnos una lógica de renovación de lo político, y desde donde cada persona puede sentir cercanía o llamado a seguirlo.
Jesús es una persona trascendente desde siempre, pero seguirá un proceso que fue descubriendo hasta el último minuto de su vida, al punto de sentirse en la cruz, totalmente abandonado por su propio Padre. Él no es trascendente porque tuviera un libreto que siguió fielmente; ser fiel al Padre consiste en abrirse a los demás desde la propia singularidad; desde lo que uno se siente llamado (desde su vocación), sintonizada en la experiencia de comunicación con el Padre y del significado que puede tener amar, servir, hacer el bien, vivir con alegría, etc.
Guillermo Valera Moreno
12 de marzo de 2011