Psicología, espiritualidad y mis amigos

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º Éste fin de semana (1 al 3 de mayo 2009) tuve sentimientos encontrados por el matrimonio de un amigo y el deceso de otro. Éste último Jesuita, Ángel Palencia. Lo traigo a colación porque me removió muy internamente y me hacía pensar en la relación entre la psicología y la espiritualidad, poniendo en juego lo que Thomas Hart llama como dinámica interna y relacional del ser humano y la profundidad de la experiencia religiosa (El Manantial escondido: la dimensión espiritual de la terapia. Cap. 2 “Psicoterapia y espiritualidad”).

Recordando especialmente al amigo jesuita me hacía descubrir lo mucho que uno puede aprender de un asesor espiritual, junto al hecho de conocer a alguien que tiene la posibilidad de adentrarse al mundo interior de uno, donde la psicología y la espiritualidad han ido muy de la mano. Ya que aprendí mucho de su persona, del sentido de responsabilidad y libertad con el que hay que afrontar la vida, de cómo gustar de la gratuidad del “amor del Señor”, el sentido de la austeridad y la corresponsabilidad económica en todo lo que tenemos entre manos, la integración de nuestros diversos ámbitos de vida en la fe que profesamos, y así un largo conjunto de experiencias que se podría nombrar.

Pero uno descubre que todo lo anterior es un camino largo que hay que seguir y que la religión puede ser una experiencia espiritual que nos ayude también a comprender nuestra dimensión psicológica de manera sana, como podría también ser un impedimento para la salud mental. Más aún si nos hemos formado en un contexto de ciertos miedos o “sentimientos de culpa” que pueden haber condicionado ciertas neurosis desde temprana edad, por ejemplo respecto a la sexualidad.

º No ha dejado de sorprenderme la similitud etimológica de las palabras “terapia” y “salvación” en cuanto arte de sanar, curación, salud. “La salvación es en sí misma curación” (p.35). Así como el hecho de que la meta de tres de las religiones más extendidas (budismo, judaísmo y cristianismo) tengan como pauta común “la liberación del ser humano”, así como sus valores fundamentales de “honestidad, propia aceptación, amabilidad, humildad, tolerancia, esperanza, autocontrol, sencillez, compartir los bienes, ayudar al prójimo, capacidad de perdonar, serenidad, no-violencia, reflexión” (p.36). A ello precisamente también se encamina una terapia, buscando el mayor desarrollo posible de las capacidades personales y de sociabilidad. Qué importante reconocer que una buena terapia o espiritualidad (según sea el caso) tenga que ver principalmente con el “fomentar el bienestar del hombre”, ambas situándose en dimensiones de profundidad y esenciales de nuestras experiencias. Siendo que la espiritualidad esta referida a “la orientación básica de la propia vida, a la relación con los fundamentos más esenciales de la propia existencia” (p.37).

º Es interesante el desarrollo que se puede encontrar en diversos psicoterapeutas (como Carl Jung, Víctor Frankl, Abraham Maslow, Robert Kegan y Gerald May), buscando comprender los lazos entre terapia y el extenso campo de la espiritualidad. En el caso de Carl Jung, aunque nunca perteneció a una Iglesia, le interesaba profundizar en el significado del “Dios aquí, el Dios de la experiencia religiosa, el Dios de la psique”, observando que las grandes religiones en el mundo, serían “los grandes símbolos terapéuticos de la humanidad”. Él reconocía que “Dios actúa en nuestras vidas desde lo más profundo de nuestro ser” (p.39) y que debemos saber vivir en armonía con esa fuerza interior, asumiendo el entrelazamiento que existe entre lo psicológico y lo espiritual.

Víctor Frankl, centra más su Mirada en motivar la búsqueda del sentido de la vida, fundando su escuela de logoterapia. Afirma que el núcleo del ser humano es el espíritu y de que éste “busca sin cesar el sentido fundamental de la existencia”, asumiendo que la autorrealización es la meta del ser humano y que ésta siempre tiene una direccionalidad. Nos sugiere que existe un sentido religioso profundamente arraigado en el inconsciente profundo de toda persona. Por su parte, Abraham Maslow propone una esquematización de la jerarquía de las necesidades humanas, desde las necesidades fisiológicas más básicas hasta las más elevadas de la autorrealización. En ese sentido, una persona sana se distinguiría por su capacidad de “aceptarse, aceptar a los otros y aceptar su realidad” (p.42); con capacidad de gozar de las cosas más sencillas.

Sin embargo, pienso que se sesga al considerar a Dios como una energía, principio o cualidad gestáltica de la totalidad del ser y no como a una persona. R. Kegan comparte que la meta del crecimiento personal y desarrollo humano es la autonomía individual plena; en ese sentido, “una relación sana sólo puede darse entre dos individuos auténticamente independientes” (p.44). En el caso de Gerald May analiza el problema de la adicción en la sociedad actual, sea drogas, sexo, trabajo, dinero, etc. buscando sus raíces espirituales, como deseo de encontrar a Dios; se concibe ello al considerar que una adicción no es otra cosa que un hambre de Dios proyectada en el objeto equivocado (acarrea la pérdida de la voluntad). Llama a cultivar nuestra relación con Dios por medio de la oración.

º Diera la impresión que, a fin de cuentas, todo lo que tenemos entre manos, lo podríamos referir a una cuestión de humanismo. En tanto “actitud o forma de vida centrada en los intereses y valores humanos”. Por lo que toda religión podría ser también humanista, aunque entendiendo que hay humanistas creyentes como no. La clave en todo caso debiera estar en saber perseguir el bien, ya fuera individual o común, sometiéndose a una permanente crítica, diálogo y respeto por los derechos de todos. Todo lo anterior, me deja entre dos preguntas: ¿Cómo hacer para convencernos de que no necesitamos de Dios para promover el ser justos y hacer el bien (saber amar diría también la filósofa Iris Murdock)? Pero también, ¿cómo hacer para que sabiendo obrar el bien, el amor y la justicia, podamos integrarlo a una vivencia de fe religiosa, a un sentido trascendente? Preguntas que podrían empezar a responderse recogiendo esa máxima de Ignacio de Loyola “en todo amar y servir”. Cuestión que me devuelve a mis amigos del inicio, a quienes les ofrezco una vez más un fuerte abrazo.

Guillermo Valera M. (guillovalera@hotmail.com)

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Un pensamiento en “Psicología, espiritualidad y mis amigos

  1. Joaquin Gorreta

    . COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.

    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.

    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.

    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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