A todos nos toca

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Iniciamos el Adviento con una marcha a favor de nuestro medio ambiente, como parte de una serie de acciones que a nivel mundial también se han realizado con dicho propósito, preparando lo que será el inicio de la llamada COP 21 en Francia, donde se abordará éstos temas y, se espera, se logre avances reales en los compromisos (políticas públicas y orientaciones a diverso nivel) para controlar mejor todo lo que atenta contra nuestra madre tierra, la casa de todos.

Fue grato compartir dicho gesto, además muy familiarmente, como lo fue también la Eucaristía del día anterior de CVX, desde El Agustino, recordándonos todos algunas palabras del Papa Francisco sobre la encíclica “Laudato Si” y el tiempo de preparación a la que nos invita el Adviento, para vivir la encarnación de Jesús desde María su madre. Tiempo de espera activa en nuestra oración y en todo lo que nos corresponda a cada uno hacer para que asumamos más conciencia y propósito en la construcción de la paz en el mundo, sobre la base de la justicia, el diálogo y el descubrimiento conjunto de la verdad.

Por cierto, mirando a la naturaleza, a todas las formas de vida, y lo que hemos venido haciendo como humanidad de todo ello. Cómo nos invita también ha hablar de la paz en el mundo, incluso sin tener que referirnos a los aniquilamientos de personas civiles, bombardeos en represalia, fanatismos y terrorismos diversos, carreras armamentistas y varias cosas más muy equivalentes. Porque los despropósitos diversos que empezamos a reconocer con la naturaleza constituyen también formas de violencia que nos terminan afectando a todos.

Si ello es así, qué podemos decir respecto a lo que atenta sobre la vida de las personas, más allá de la “suerte” o el azar que hayan tenido de nacer en una familia u otra, en un país u otro, en un estrato social u otro… Finalmente, nos importamos cada uno porque somos personas humanas. No tanto por lo que pensemos, lo que creamos o la “suerte” de nuestro origen. Hay una cuestión básica de concertación que supone establecer concordancia para todos sobre nuestra aceptación del otro, de todos los otros, de todo lo humano, de todos los humanos, para poder convivir.

Si seguimos pensando que alguien sobra o es posible desechar a personas (o grupos de personas), será difícil ponerse de acuerdo. Peor aún en construir una casa común o cuidar de ella. Y todo ello tiene que hacerse sin relativizar que tenemos muy diversas aproximaciones y que todas son importantes de ser tomadas en cuenta para poder implicarnos y sentirnos parte. ¿Nos lo permitirá el Dios dinero y todo el poder que emana? ¿Es posible pensar con lógicas más humanas?

En esa dimensión, es fundamental vivir cada día preguntándonos cómo construimos la paz, desde lo pequeño, desde lo cotidiano. Desde lo que cada uno hace. Algo distinto tenemos que ir recreando y dando lugar. ¿Qué cosas de las que hacemos nos conducen a situaciones de violencia no razonable, aunque suene extraño decirlo así? ¿Es posible vivir tomando en cuenta mejor el perdón en lo que hacemos, más que la represalia o el castigo? ¿Es muy ingenuo hablar así?

Pues el tiempo de adviento nos puede ayudar a reflexionar sobre la paz que podemos ayudar a construir. De que es posible crecer en el amor un poco más, descubriendo otros caminos, prácticas cotidianas, maneras de proceder, actitudes… políticas públicas, gestos más amplios. Algo así como cuando conversamos sobre la defensa del medio ambiente y necesitamos traducirlo en prácticas más concretas, como reducir el uso de plásticos, del agua o de energía eléctrica de modo innecesario. A todos nos toca.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 29 de noviembre de 2015

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