Marcar pautas de esperanza

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Si algunas cosas empiezan a saberse como necesarias son aquellas que se requieren para seguir avanzando en la construcción de nuestra aún débil democracia y las reglas de juego que supone la institucionalidad necesaria para desarrollarnos como país (sentirnos todos en el Perú como parte de una misma comunidad política); sobre la base de una economía que también incluya a todos los peruanos y no genere más diferencias sociales o mayores desigualdades (sentir que todos nos beneficiamos de la economía, ya sea por mayores empleos, mayores ingresos o mayor capacidad de inversión del Estado).

A veces pareciera que “el sueño de llegar a ser presidente” de Ollanta Humala se bastara a sí mismo con el hecho de haber llegado a Palacio y a “ejercer” el poder de acuerdo a la administración de las presiones que pudiera encerrar éste y poco más. Donde el concepto de “nacionalismo” cada vez se circunscribe más a tratar de “llegar a todos” con diversos programas sociales, con la valoración del “orgullo por el país” y la atención sobre algunas empresas que pueden incidir en algunos aspectos de la producción nacional (Petro Perú, el gas de Camisea, etc.).

Sin embargo, sigue pendiente el hacer visible una propuesta más integrada a un proyecto país que se esperaría alcanzar en los siguientes años, pese a que en el discurso presidencial de 28 de julio se avanzó en definir algunas metas sueltas (señaladas al 2016) en diversos sectores. Por ejemplo, cómo se va a hacer crecer la industria nacional y el desarrollo de los mercados internos, lo cual debiera complementarse con el crecimiento de las exportaciones no tradicionales y el darle valor agregado a nuestra industria extractiva a todo nivel. Porque ese es también un punto clave para proyectar posibilidades de empleo productivo, sostenible y decente, más allá de actividades temporales.

Ha sido muy importante definir un nuevo gabinete ministerial con reales intenciones de diálogo, como lo demostró previamente el encargo a representantes de la Iglesia en lograr descongestionar y lograr nuevas pautas de acuerdo en torno al problema de Conga (en Cajamarca). Sin embargo las dudas vuelven a aflorar cuando no se dijo directamente (en el discurso de 28) palabra alguna sobre el tema. La afirmación sobre dar mayor significado constitucional al tema del agua como un tema de derechos, no dejó en claro que se debe poner de relieve por sobre intereses económicos; habrá que esperar si tiene consecuencias claves y es luz sobre problemas que seguirán reproduciéndose. Es de mucha necesidad, en el propio Estado, el manejo y defensa eficaz de las poblaciones afectadas por la extracción de recursos como los mineros y, más en general, de los intereses del país, más allá de arreglos que muchas veces están signados por la corrupción o la mezquindad.

De otro lado, esperábamos del discurso del 28 una explicación más franca al país sobre lo que se prometió, lo que se encontró y lo que se ha podido hacer, por las limitaciones que fueran o los “candados” con que se hallaron muchos de los instrumentos claves de la política económica y similares, o por el funcionamiento poco moderno de las estructuras del Estado. Esa cuestión también significativa no se supo traducir. Más que una suma de cosas o inventario interministerial, habría sido mejor “sincerar” la situación. La población puede entender que haya dificultades, pero el problema está en que no se explique adecuadamente las cosas; probablemente, porque se piensa que ya algunas promesas puntuales se empezaron a cumplir. Pero ello no permite hacer pedagogía ciudadana y puede poner al país en un riesgo de un remozado populismo que devendría con facilidad en más patrimonialismo de la política y tentaciones autoritarias.

Como vemos, no tenemos visible un proyecto de país; no hay seguridad de que el diálogo vaya a ser la pauta política de la nueva etapa en el gobierno; falta hacer más consistente que la política del estado refuerce el sentido ciudadano de la población y un crecimiento se la institucionalidad democrática. Sin embargo, creemos que es necesario seguir apostando, de modo muy crítico y con propuestas, el proceso a cargo del Gobierno actual. No quiero decir porque es la opción “menos mala”, sino porque es necesario marcar pautas de real esperanza en las posibilidades que tenemos hoy entre manos como país. Sabiendo que estamos dentro de una misma opción de modelo económico, pero donde aún no hay una correlación suficiente para cambiar el mismo. Y habrá que seguir trabajando por construir otras alternativas.

Ojalá se pueda clarificar, desde dentro y desde fuera, los lineamientos planteados. Estableciendo lo que se requiere para hacer una mejor política en el país. Ayudando a que emerjan nuevos liderazgos que encarnen mejor esa posibilidad y las organizaciones que puedan dar lugar a ello. Contando con el sentido creativo de los jóvenes, desde quienes en otras latitudes ya se empiezan a levantar voces de necesaria renovación.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar – Lima, 29 de julio de 2012

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