Accidente por “culpa de Dios”

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Caminaba Felipe por la calle, era domingo y pensaba en que debía ir a misa pero hacía ya varios meses que no frecuentaba la iglesia, salvo cuando tenía misa con un grupo de amigos con los cuales se reunía con cierta frecuencia. Pero eso era cada 3 ó 4 meses, si lograban ponerse de acuerdo y conseguir que Sergio, un cura amigo, les pudiera acompañar. Entonces hasta se animaba a comulgar.

Cerca de un parque, se topó con Sergio. Se saludaron y cada uno habría seguido su camino si no era porque una combi se salió de su ruta, perdió el control, se subió a la vereda y casi se los lleva de encuentro. Los rápidos reflejos de Felipe permitieron que se tirara hacia uno de los jardines del parque, arrastrando con suerte a Sergio. El carro se chocó contra un árbol más adelante y felizmente nadie salió herido, salvo sustos en mayor o menor grado de transeúntes y pasajeros. El “fercho” se largó como llegó, dejando el carro abandonado, cuestión que la policía se encargaría de recoger, después de dos horas.

La impresión que causó el hecho en Sergio y Felipe permitió que se quedaran conversando un rato y terminaran almorzando juntos en la casa parroquial. Como no tenían costumbre de siesta se quedaron conversando un largo rato sobre la voluntad de Dios en la vida de las personas, en el mundo. ¿Habría podido ser voluntad divina el que los atropellaran o el que no los atropellaran? En realidad “gracias a Dios” que salieron ilesos y sólo fue un susto. Pero ¿era Dios quien no quiso que los atropellaran? Y si hubiesen sido arrollados ¿habría sido “por culpa de Dios”? ¡Qué difícil se hacía dilucidar algo así! Cuantas veces le echamos la “culpa” a Dios de lo que nos sucede…

Curiosamente Felipe era el que más defendía no meter a Dios en ese tipo de dilucidación de destinos. No porque Dios fuera ajeno a cuanto pasaba en la vida de cada quien. Todo lo contrario, siempre lo podremos considerar sumamente implicado y deseando actuar en cada caso. Pero encarnado en cada persona, desde su propio ejercicio de la libertad recibida y la responsabilidad cultural aprendida. Sin violentar nuestras propias decisiones, aunque siempre valiéndose también de diversos mecanismos para hacernos conscientes de lo que puede orientarnos al bien, a “lo mejor para todos”, a la presencia de su amor manifestado en el sentido de convivencia, lo justo y lo verdadero.

Es que con tanta facilidad le echamos la culpa a Dios por las cosas malas que nos suceden o que existen en el mundo que, a veces, nos desconcierta, nos genera desánimo, nos hace perder de vista lo importante. Por cierto, si Dios nos ama a cada uno; quiere el bien de todos; busca por todos los medios que cada uno nos realicemos como personas que somos y seamos felices, ¿cómo podría ser cómplice del mal o desear el mal de las personas?

Sería como decir que Dios quiso la muerte de Jesús y que nos envió a su hijo para que lo mataran. A veces se generan sesgos muy serios sobre cómo podemos comprender la actuación de Dios en nuestras vidas y en el mundo… De allí que tengamos tantos sesgos para comprender lo que puede ser su voluntad y de cómo ayudar a conseguirla o realizarla. Sergio se quedó pensativo y se animó a invitarle a Felipe un anisadito para “bajar” la comida y acompañarlo de un cafecito bien cargado para el frío. Además es “Anís del mono” y del verdadero, me lo trajo el Padre Fermín hace dos meses que regresó de España.

Verdad que hablar de la “voluntad de Dios” siempre puede ser un tema complejo, anotó Sergio, y tiene mucho de misterio y cosa poco comprendida. Pero de lo que no podemos dudar es que esa llamada “voluntad de Dios” siempre nos orientará hacia el bien y hacia una mejor y más honda manifestación de su amor, entendida como compasión, hacer el bien sin esperar nada a cambio, saber optar por un bien mayor, entre otras cosas. Si no va por ahí, habrá siempre que sospechar o dudar de lo que se trata.

Efectivamente, ya nos vamos aproximando nuevamente en una misma comprensión. En realidad, sin necesidad de complicarnos demasiado, podríamos convenir que ese hacer el bien esta perfectamente recogido en el propio “Padre nuestro”, la oración por excelencia que nos enseño Jesús. ¿Recuerdas? Se nos invita a santificar su nombre y a construir su reino, tomando como base que ello debemos asumirlo a partir de ayudar a que todas las personas tengan “pan sobre su mesa” todos los días, el cual no nos va a caer como maná del cielo; sabiendo perdonar y cuidándonos de todo tipo de tentación y mal con el que nos podamos topar. Por cierto, sabiéndolo identificar.

¡Qué bien Felipe! Has hecho una identificación espléndida de lo que podemos considerar como “voluntad de Dios”. A veces nos parece tan difícil y oculto el sentido que pueden tener esas palabras y esta más a la vista de lo que parece. El problema es que tenemos que saber abrir los ojos; debemos saber no hacernos los sordos. Como se dice, “saber discernir los signos de los tiempos”, para hablar más ampliamente.

Creo que te voy a contratar para que nos des unas charlas sobre éstos y otros temas… ¿ah? No vendría mal que podamos conversar un poco más seguido y que éstas cosas salgan también en otros ámbitos en los que nos encontramos. Me gustará que puedas estar en la misa de las 7 p.m. que me toca presidir, seguro que podremos dar una vuelta más por el parque.

Gabriel
3 de septiembre 2011

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