Cual pareja de enamorados, disfrutando la playa

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Felipe era demasiado tímido y reacio para enamorar a una chica. Sentía demasiado respeto por sus amigas, se sentía demasiado corto para imitar a su hermano mayor que podía tener 2 ó 3 enamoradas a la vez y prefería vivir de manera romántica y musical su proximidad y sabor por alguien que le llamara más la atención.

Sólo de manera platónica había tenido él dos o tres amores en simultáneo o uno en “firme”, es decir soñaba con lo agradable que era besar a su enamorada y se hacía de toda amabilidad y galantería por ser lo mejor como persona y caer mejor todavía de lo que ya podía ser de amigable, aunque lo normal era que fuera más bien callado.

En ese grupo de La Cabaña fueron muchas buenas experiencias las que se vivieron. Te acuerdas Romeo, cuando tú estuviste dirigiendo el grupo en quinto de secundaria. Quien lo pensaría que el presidente terminaría enamorándose de la tesorera, cuestión que no generó mayor problema que la de hacernos a todos más amigos y aprendimos a que también se podía distinguir planos y hacer una experiencia de grupo como la que tuvimos. Esas varias reuniones, algunos campamentos, actividades de reflexión, la preocupación por el país, el deseo de conocernos entre estudiantes de diversos colegios. ¡Qué buena intuición fue esa la que tuvo el Oso y Margarita! ¿Qué seria de ellos? Terminamos la secundaria y desaparecieron, no supe de ellos por más de 20 años, ¿te imaginas?

Debo reconocer que ese grupo fue una buenísima escuela de crecimiento, de integración, de búsquedas, de motivaciones, de reconocimiento de nuestros propios límites… No es para idealizarlo, pero después no supe de grupos similares desde el colegio, porque en la universidad la cosa cambia y tienes más espacios de integración o estás más “libre” para relacionarte. Al menos ambos… te acuerdas que fuimos los únicos que la chuntamos a la primera en el examen de ingreso cuando vinimos a Lima y los demás tuvieron que regresarse por distintos motivos, hasta mi hermano, pucha. Hasta tú te regresaste un par de años y yo tuve que hacerme de nuevas amistades, empezando por la propia pensión a donde vine a caer, felizmente gente buena y, además, paisanos, fue una gran cosa.

Pero la vida esta llena de tantas facetas. Quizás podría haberme casado más rápido de todos por lo que me gustaba Fanny, ¿te acuerdas? Le tenía mucha ley y la sentía una gran persona. Pero no logramos atemperar nuestros sentimientos, ya fuera que apareciera otro galán (alguno que fue mi gran patasa) o porque bifurcamos nuestros caminos con la universidad y la lejanía de Lima – Piura o porque simplemente no quisimos darnos una oportunidad. Te consta que la quería, quizás en el fondo era el cariño por una gran amistad y el descubrirme a la vida y al flirteo de esos años.

Cuánto pusiste de tu parte Romeo, para aproximarnos y establecer puentes. Como aquella celebración de mi cumpleaños que llegaron por casa y no había preparado nada de nada, con las justas una gaseosita y un bocadito… Pero tuviste la siempre decencia y gratificante idea de salir a tomar algo fuera, escuchar música y nos fuimos las tres parejas que estábamos en ese momento y la pasamos muy bacán.

La tapa fue ese domingo que nos pusimos de acuerdo. Me llamaste el día anterior, habiéndote enterado que estaba otra vez por Piura. Felipe qué bueno que andas por Piura, con Érika estábamos pensando ir a la playa mañana, ¿te gustaría acompañarnos? También le hemos hablado a Fanny y ha quedado en acompañarnos. De verdad que lo sentí como un gran regalo, fue una de las mejores veces que gocé de la playa y eso que ya conocía lo que era gozar de la playa (y lo había hecho en los veranos de colegial tantas veces).

Es de las veces que no sólo se goza sino que se siente lo humanos que somos, la libertad para hacer las cosas, el cálculo de lo que puede corresponder adecuadamente, el gusto por la comida que disfrutas, el sol, el mar, las gaviotas y sobretodo, como pocas veces lo habíamos hecho, estábamos, mejor dicho estaba yo y Fanny, cual pareja de enamorados, disfrutando de la playa… Lo único que podía echar de menos quizás es que no era Yacila, aunque sí la playa contigua, esa que le llamamos Cangrejos.

Si pues, almorzamos muy agradable, nos bromeábamos, entre anécdotas de la universidad, de lo que cada uno venía avanzando, sus cosas, tuviste la gran idea de pedirle a Érika de ir a dar una vuelta… y nos dejaron solos. Es cierto, Felipe, qué pasó ese día, la cosa era que tú y Fanny pudieran concretar su relación y lo que encontramos a la vuelta fue que se habían molestado y nunca supimos qué pasó. En realidad es como tú lo dices, es que no pasó nada.

Con la barriga llena y con algo de somnolencia, así como estaba echado conversando sobre mi toalla en la arena, dije voy a pestañear un poco. Para mí la cosa era que ustedes se alejaran caminando un poco y yo me “reanimaba”, le decía a Fanny para darnos un baño en el mar y “concretábamos”. Fuera por timidez, por no estar del todo convencido, por estar algo cansado del viaje (había llegado el día anterior de Lima y no había dormido bien) o porque mi subconsciente me traicionó.

La cosa es que la pestañada duró casi hasta cuando ustedes regresaron de su larga vuelta que dieron (¿una hora sería o más?). Yo reaccioné a despertar cuando ya a unos 30 metros venían de regreso. A Fanny la ví con una cara larga y fastidiada porque sólo había podido contemplar mis sueños. Pese a que atiné a decirle ¡vamos a dar una vuelta por esas peñas que hay al fondo! Ya había pasado mi tiempo…

Intentaba parodiar lo que ustedes habían hecho y recorrido, pero recibí un rotundo no, anda tú nomás, no tengo ganas de caminar… y la verdad que no me dieron ganas de rogarle demasiado y preferí levantarme e ir a caminar solo… y allí terminaron mis deseos de pareja con Fanny. Al menos para mí, porque después ya no sentí interés de buscarla, cuando volví a regresar a Lima preferí mejor cortar la poca comunicación que siempre manteníamos y todo quedó sujeto al vaivén del azar que nunca nos terminó de señalar un camino convergente.

Gabriel
12 de marzo de 2011

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