Encuentro casual

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Si no fuera porque estaba con su hija de la mano, le respondo el golpe, ¡qué desgraciado! Todavía que estamos haciendo lo mejor que podemos las cosas y los dirigentes están muy contentos con la escuela de formación, viene éste tío a creerse los cuentos del “líder histórico”, de que estábamos excediendo nuestra presencia o nuestra opinión, en desmedro de los líderes en formación, cuando era exactamente lo contrario… y de lo que acusaba era la estricta descripción de lo que él mismo había hecho toda la semana. Quién lo creyera, quien lo dijera, hasta donde podemos aguantar éstas arbitrariedades…

Pasó la evaluación de lo trabajado en la escuela y Ramón hizo el ademán de disculparse, ya había caído en la cuenta que no sólo había cometido un error, se había descontrolado como pocas veces por dejarse calentar la oreja por alguien que ya pintaba muchas canas pero también ya era “historia” y no asemejaba en nada lo que alguna vez pudo ponerlo en el centro de la política o la lucha social. ¡Qué triste! Pero el mundo da vueltas y no faltaría una circunstancia distinta.

Qué diferencia con la del viejo fundador del gremio campesino más antiguo, humilde hasta en la hora de partir. ¿Te acuerdas de Hipólito Pévez? ¡Qué viejo con tan hondo sentido de persona, natural de Ica! Puedes imaginar que él mismo, sabedor de su “hora” nos invitó a un almuerzo muy significativo de despedida, literalmente de despedida de su vida terrena. Lo realizó un sábado común, en su casa (en San Miguel), en medio de familiares, algunos pocos amigos muy cercanos y algunos dirigentes y asesores que fuimos considerados, algo realmente muy especial. Se brindó y comió con sobriedad, hubo algo de música andina, hurras, cariño, palabras del viejo y el reflejo de una historia de vida puesta sobre la mesa, impregnada en el ambiente. Pedagogía pura de cómo se nos transmitía todo un ejemplo de vida que quizás en esos momentos no alcanzábamos a comprender.

Tomando un vaso de leche con café caliente, a eso de las 4.30 pm, Felipe le contaba a Isabel esa y otras anécdotas de la experiencia tenida con diversas organizaciones, unas más especiales que otras; más que recuerdos, verdaderas lecciones de sentido humano, por cierto de diverso carácter. Cha que yo los odiaría a todos con un maltrato así… y no hubiera vuelto a trabajar con ellos, los tendría bien lejos de mí… ¿cómo has podido seguir en todo esto? Creo que eres medio masoquista… Imagínate si lo fuera, no estaría conversando aquí contigo, al menos por eso habrá valido la pena, ja, ja, ja.

Pero no, para mí todo esto ha sido algo que me gusta, por lo que siento verdadera vocación y que trae también sus malos momentos, pero, como ves, también tiene sus lados gratificantes. Pensar que hace 18 años estuvimos más cerca que la distancia de la mesa que nos reencuentra, ¿te acuerdas? Fueron años de militancia, de sueños más románticos y voluntaristas, aunque creyéramos que teníamos los objetivos muy claros sin importar mucho todo lo que pudiéramos haber logrado. ¿Crees que perdimos nuestro tiempo? ¿Fue tiempo que se diluyó como la sal en el agua?

No digas eso, quizás o de hecho algunas cosas no sirvieron, pero ¿no fue importante acaso el enorme trabajo con organizaciones de base, todo el trabajo de formación, los proyectos de desarrollo que se impulsaron? ¿Crees que fue inútil toda la labor política que permitió que se fuera más allá de un “si papay” y que se lograra un mayor sentido ciudadano de muchos sectores que hasta entonces no sabían relacionarse bien con el Estado o los grupos de poder local? De hecho, por más que se le critique, el Chino Velazco y su reforma agraria fue algo que impactó mucho también en ese propósito, pese a que después se prejuició mucho sobre él y sólo se le ha querido valorar por el abandono en que devino la agricultura y todo su proyecto social después que se murió…

Isabel, tú ahora con cinco hijos… y pensar que cuando nos dimos ese beso casual te morías de miedo de lo que sería de tu vida… parecías tan chiquilla y ahora ya pareces mi mayor, ja, ja… quien lo diría, bueno es que hemos sabido también conservarnos jóvenes de espíritu y de mentón, ¿qué te parece? Ay Felipillo, te haces parecer como joven pero fíjate bien que yo no tengo canas todavía, jijiji. Así que estás buscando esa medicina para el estómago, para el menor de tus hijos, aunque pareciera que nos hubiéramos puesto de acuerdo para que justo en La Punta nos viniéramos a encontrar. De verdad, que si no me pasas la voz yo ni te veía, porque para remate ni tenía puestos mis anteojos.

En realidad no es por farmacia alguna que estoy por acá sino por el médico que trata a mi hijo; resulta que vive en ésta zona y, aprovechando la visita a mi madre que vive en Saenz Peña, me dí un salto por acá. ¿Sabes que ahora me dedico a un negocio particular? Ya no dependo de otras personas y así sola he aprendido a defenderme y salir adelante. Pues no me extraña, nunca olvidaré esa defensa férrea tuya de nuestro jefe común, cuando la crisis de gobierno, parecías entre inspirada, fiera y desbordante de una energía que nadie se atrevía a pasar el umbral de la oficina o gritar más de la cuenta.

¿Cuántos años más pasarán para otro encuentro casual? Se despidieron afectuosamente como se habían saludado y Felipe pensó que era bueno volver sobre el mar, caminar sobre las piedras y nadar un rato más, echado boca arriba en el agua, con un sol que por ratos se ocultaba y, entre los ruidos de los demás bañistas, sintió que había vuelto a Piura, su tierra querida, salvo que en ese mar no habían las olas que tanto le gustaban.

Gabriel
17 de febrero 2011

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