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Respeto a nuestra Amazonía

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La preparación del Sínodo Pan-amazónico viene desarrollándose de diversa forma en distintos puntos de nuestra selva, tanto en nuestro país como en las áreas involucradas de otros países vecinos. También hay iniciativas en otras zonas del país, aunque podemos pensar que son pocas. Algunas instituciones como el Instituto Bartolomé de las Casas (IBC) vienen apoyando y dando impulso a algunas de ellas.

Es fundamental que todos asumamos interés y aquilatemos la importancia que tiene el tema. No sólo por ser la amazonía parte de nuestro territorio, como lo es de varios países como Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador, entre otros. Un aspecto importante (y principal podríamos decir) es el tema común a todos en cuanto a cómo tomamos mejor en cuenta el cuidado de la naturaleza y de la creación. Especialmente, cómo hacemos para cambiar los hábitos y estilos de vida de cada uno que no son amigables con la ecología y el medio ambiente. Esa es una materia que cada uno tiene que seguir revisando y sobre lo cual hay que volver de modo continuo.

Nuestro país se caracteriza por contar con una diversidad cultural bastante amplia, la cual se puede reconocer tanto en costa, sierra y nuestra selva amazónica. Diversidad que encierra una extraordinaria riqueza de diversas características históricas y con la cual no terminamos de dialogar adecuadamente y, menos, valorar como corresponde. Los prejuicios racistas, el dinero y los diversos niveles de poder aún mantienen distancias entre los peruanos. Felizmente, a las poblaciones originarias de la selva no les afecta (e incluso lo reivindican) que les llamen “poblaciones indígenas” o “indios”. Y de ellos también debiéramos aprender éste tipo de aspectos.

Todos tenemos que ser muy respetuoso de las realidades de los otros. Más aún cuando tenemos una mezcla muy variopinta de nuestra realidad poblacional, saberes, costumbres, comidas y tantos otros aspectos. Los cuales no se pueden diluir o uniformizar en un llamado “mestizaje”, casi para salir del problema o no tener que referirse a ello con mayor profundidad.

Tratándose de la amazonía, con mayor razón, tenemos que ser respetuosos de esos otros que son las poblaciones indígenas en la selva y (también) el conjunto de sus habitantes mestizos que la pueblan. Poblaciones que conocemos poco o nada y, por supuesto, tenemos poco integrado en nuestro imaginario, en nuestra imagen de “población peruana”, en saber algo de cómo viven y algunas de sus costumbres ancestrales.

Algunas actitudes y propósitos son importantes de considerar en todo ello, haciendo eco a lo que el propio Papa Francisco nos viene señalando en los últimos años, especialmente desde que se dio a luz a su encíclica “Laudato Si”. Resalto tres puntos:

(a) Sácate las sandalias, estas en tierra sagrada. Tenemos la obligación de que la amazonía no sea considerada como una simple mercancía sobre la cual se puede hacer negocios y explotarla de todas las formas posibles. Tenemos que hacer el esfuerzo de tratar dicho territorio como “tierra sagrada”, revalorando su sentido original como parte de la creación, en especial a sus habitantes. Creación que hemos recibido gratuitamente y que debemos saber proteger, cultivar y beneficiarnos todos.
(b) Saber escuchar. Tenemos que convencernos de ello y volver una y otra vez. Porque en muchas cosas creemos que tenemos las “soluciones” o que las podemos proporcionar y no empezamos por escuchar a quienes viven milenariamente en los territorios amazónicos. Necesitamos saber escuchar sus demandas; ayudando a generar su propia voz e interlocución.
(c) Desarrollar una iglesia con rostro indígena. Como una tarea de más largo aliento y que tiene que significar una adecuada inculturación y un saberse “abajar”, como lo recordaba de modo constante Santa Teresita del niño Jesús y con el ímpetu de San Francisco Javier.

Tenemos muchos desafíos por delante. Empecemos cada uno por seguir revisando lo que son sus propios estilos de vida.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 17 de febrero de 2019

Amazonía: dialogar y entenderse

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Realmente resulta muy significativo encontrarse en una misma reunión con gente muy diversa y trabajando en zonas muy alejadas y, sin embargo, con la alegría de compartir cuestiones básicas como la fe de manera común, con mucha profundidad e invitación a un mutuo conocerse y crecer.

Reflexionar teológicamente sobre realidades que normalmente o aparentemente nos dicen poco y las vemos alejadas y “libres” de nuestro compromiso, puede ser todo un desafío. Realidades que probablemente nunca hemos escuchado nombrar o ligeramente en las noticias de alguna emisora de televisión o en algún periódico entreverado con propaganda u otros titulares.

Por ejemplo, yo creía que Caballococha era el punto más alejado y fronterizo de Perú en el río Amazonas. Resulta que “más arriba”, río arriba, existe la “triple frontera” (Brasil, Colombia y Perú), donde el lado peruano lo constituye el centro poblado de Santa Rosa. Surcando algo más uno se haya con pueblos de nombres llamativos como Islandia; pensar que la única Islandia que había escuchado es en la zona del Ártico, una isla en el extremo noroeste europeo… En fin.

Conocer de cerca percepciones de una espiritualidad muy centrada en la naturaleza. Desde lo que puede ser la cosmovisión de los Candoshi o las miradas de los Achuar (hacia la frontera con Eucador). O ciertas aproximaciones de los Naguas, existentes más en la selva centro sur de nuestro país, por los adentros de donde se explota el gas de Kamisea. O las realidades de Madre de Dios, a la cual nos volvimos a aproximar de modo preocupante con la visita del Papa, hace poco más de 1 año.

Es interesante la complejidad de nuestra amazonía, lo extenso de su territorio, lo poco que lo conocemos y, por tanto, lo poco que la amamos. Porque es difícil amar o enamorase de alguien, de algo o de un territorio sin conocerlo, sin haberlo palpado de alguna manera, sin aproximarse de diversas formas a ello. Y ese es un punto por el que muchos tienen y tenemos que empezar.

Es necesario entender más de cerca su geografía, sus habitantes, su problemática. Como reflexionaba más de uno/a, conociéndola de ser posible “in situ” y pasando alguna(s) temporada(s) larga(s). Que mejor, trabajando en ella y comprometido en sus honduras y surcar de sus ríos. Con sus poblaciones indígenas, especialmente.

Necesitamos conocerla para entenderla mejor e incorporarla e integrarla como parte consustancial de nosotros mismos. En su propia diversidad. En su propia riqueza y diversidad. Sin afanes de negocio o lucro que es la manera más errada de aproximarse. Porque siendo un regalo que hemos recibido debiéramos acogerlo mirando siempre el bien común. No puede ser que nos suceda (erróneamente) como con los océanos, los cuales los depredamos cual despensa inagotable y la llenamos de basura incontrolable.

Tenemos que cuidar los bienes que hemos recibido como creación. Tratarlos como tierra y espacio sagrado. Y obrar en consecuencia.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 12 de febrero de 2019

Amazonía: tan cerca, tan lejos

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Fruto de reflexiones conjuntas de un curso con el IBC, menciono a continuación algunas pistas que me han resultado sugerentes y que recogí como aproximación más personal:

° Es necesario entender más de cerca su problemática, conociéndola de ser posible “in situ”, desde sus propios interlocutores. En especial, desde las propias poblaciones indígenas que la habitan.

° Generar mecanismos de comunicación que permita un flujo de información adecuada de lo que acontece en ella. Estableciendo estrategias de comunicación para las zonas o regiones distantes de ésta, especialmente para Lima.

° Es clave el impulso de una sociedad civil amazónica más activa y consciente de sus derechos, tomando atención especial sobre las comunidades indígenas locales. Promoviendo propuestas que faciliten el ejercicio de sus derechos y desarrollo integral.

° Reforzar la labor de desarrollo y servicios de calidad desde los municipios y Gobiernos regionales, formando liderazgos éticos y comprometidos con sus zonas respectivas.

° Es fundamental plantear políticas nacionales a favor de la amazonía que garanticen la vida, el territorio y su equilibrio ecológico, haciendo efectivas las medidas recogidas en el Convenio 169 de la OIT, como la consulta previa y otros.

° Se requiere profundizar en una relación intercultural y en la comprensión de las diversas realidades y riqueza que encierra cada cultura local y su relación espiritual con el medio ambiente local, la naturaleza, sus visiones y sueños, sus mitos y leyendas.

° Ser muy respetuoso de las realidades de los otros, de esos otros que son las poblaciones indígenas en la selva y el conjunto de sus habitantes mestizos. Sabiendo escuchar sus demandas; tratando su territorio como “tierra sagrada”, ayudando a generar su propia voz e interlocución.

° Es importante ayudar al desarrollo de sus propias organizaciones, su mejor formación y superación de lógicas de rivalidad y desencuentro que se puedan plantear entre ellas. Apuntando a sentidos de justicia, paz e integración.

° Recoger la trayectoria y experiencia ya desarrollada por diversas congregaciones religiosas, entidades de sociedad civil y el Estado (cuando su relación ha sido positiva). Tanto en la defensa de derechos de las poblaciones indígenas como en la construcción de relaciones interculturales horizontales y fecundas.

° Desarrollar un compromiso más explícito desde las organizaciones de laicos y diversas asociaciones y organizaciones a favor de las poblaciones indígenas y las necesidades amplias del conjunto de su población.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 8 de febrero 2019