Las cosas buenas se dan de diferentes modos y puede que no nos demos cuenta del todo hasta cuando pasan. Por ejemplo, la visita de un familiar, un viaje a determinado lugar, acompañar una actividad un fin de semana, o saliendo de paseo con familiares y amigos…
Yo pensaba que el presente año no había sido muy grato para mí, quizás por los reiterados cambios laborales (en mi caso), o las tensiones que también viví en las elecciones generales del primer semestre o simplemente porque me he sentido un poco más cansado con las cosas que hago normalmente.
Ocurre que por motivos de salud hemos tenido la visita más recurrente de mis suegros por la casa. Ellos son caficultores de San Ignacio, Cajamarca. Personas sencillas y bastante cercanas. Dicha circunstancia me ha aproximado a conocerlos un poco más, agradeciendo tal circunstancia pues –sin darme mucho cuenta- siento que me han aportado mucho en mi día a día, especialmente por su presencia, normalmente parca, pero siempre atenta y deseosa de entrar en comunicación. Conversadora de experiencias que siendo más de origen rural siempre empatan a una consideración de vivencias humanas que nos alimentan de la experiencia vivida.
Estuvimos con Nila (mi esposa) por Huaraz en los primeros meses del año (hacia fines de febrero) y fue un viaje poco previsto pero muy disfrutado. Pocas veces tenemos ocasión de viajar los dos a algún lugar fuera de Lima. Aunque ella se enfermó un poquito, nos dimos la posibilidad de pasarlo bien, conocernos otro poco más y recorrer con otros ojos algunas zonas que podían significar volver sobre pasos anteriores y era totalmente novedoso hacerlo otra vez, en especial por Carhuaz y Yungay. Qué decir de conocer por primera vez Chavín de Huantar, lo cual fue todo un descubrimiento (otra vez) de lo maravilloso que es nuestro país.
He tenido ocasión de acompañar hasta dos retiros espirituales en los últimos meses, uno de ellos en mi comunidad. Debo reconocer que los he disfrutado, como que estaban hechos para vivirlos de modo especial, a través de escuchar a las personas que me tocó acompañar, permitiendo que me sitúe en sus vidas de modo sencillo, compartido y profundo. Porque la vida de cada persona es algo profundo y se aprende tanto de cada uno. Eso es muy importante. De todos aprendemos tantas cosas.
El último domingo compartí un paseo más comunitario, con buena raigambre familiar (también fuimos con Nila). La verdad, fue una gran cosa darnos un día de campo. No siempre, casi nunca, se puede, si uno no lo tiene como parte de su rutina. Qué bueno que se pudo. Es bueno poder darse espacios de cosas distintas y qué bueno que haya personas y circunstancias que lo hacen posible y que uno mismo lo hace posible. Fue un día – relax… no había dormido tanto hace tiempo después del retorno. Y fue algo tan simple como respirar otros aires, compartir, caminar o jugar unos ratos, comer cosas ricas… Fue algo muy bueno.
Creo que mejor no doy lugar para la queja. Eso es demasiado fácil muchas veces. Sin embargo, tenemos tantas cosas que mejorar, hacer mejor, construir… No las pierdas de vista.
Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 31 de octubre de 2016