Archivo por meses: marzo 2015

Familias y el desafío de lo diferente

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Fue agradable reunirnos a conmemorar nuestro día mundial CVX. Allí, en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (y con la presencia agradecida del mismo rector, Ernesto Cavassa SJ), alrededor de 130 personas que fuimos llegando a esa celebración eucarística que ya se ha hecho tradicional y es motivo de integración, pasar un buen momento y profundizar sobre algún tema que se ve pertinente, ésta vez en torno a la familia y cómo nos habla a todos en distintos tonos.

Especialmente desde el sentido de saber acogernos unos a otros, desde realidades diversas, aceptando que las experiencias nos conducen por caminos no siempre deseados o descubrimos posibilidades más amplias o nos dejamos llevar por afectos desordenados o poco discernimiento. Queríamos empezar un camino sobre la familia, aprendiendo a escuchar y contemplar las diversas realidades.

Como fuera, como para toda realidad que queremos que sea signada por el amor de Dios, toda realidad familiar, la que fuera. En la medida que refleje ese sentido amoroso que nos enseñó Jesús será una experiencia que se aproxima al camino que nos queremos trazar, camino y propósito, finalidad y sentido de realización.

Hubo varias entradas de reflexión, en especial, la consideración a la diversidad y nuestro sentido de apertura e inclusión. La referencia a María y el hecho de la concepción de Jesús como un hecho de escándalo por la manera como se produce y que, de alguna manera, supone otra forma de solidaridad con quienes muchas veces son excluidos por ser madres solteras u otras formas equivalentes. La invitación a saber discernir nuestro ámbito familiar, a cómo crecer en ello y cómo expandir ese crecimiento a las realidades diversas.

En las peticiones pedimos en especial por los más jóvenes y sus familias; para que todos sepamos confiar y valorar los espacios de la familia. De mi parte, conté que hace unas semanas, por razones laborales, estuve por Santa María de Nieva, al norte del departamento de Amazonas (una zona de selva). Tuve ocasión de conocer el centro poblado que hay a la otra banda del río de ese lugar, de nombre Juan Velazco Alvarado, donde resulta que las familias católicas son una minoría religiosa (sólo 20%), ya que la mayoría religiosa son las familias evangélicas nazarenas y las familias con creencias religiosas autóctonas (awajun y wampis).

Cuestión que me hizo pensar en los desafíos que tenemos como CVX (en general desde cualquier movimiento laical), respecto a cómo dialogar desde la familia con la diversidad cultural que existe en nuestro país. ¿Cómo desde nuestras propias familias podemos acoger sentidos de interculturalidad y diálogo con los diferentes a nosotros? Contemplando y sintiéndonos parte de todas ellas, sabiendo que lo importante es el crecimiento del amor y el sentido de bien desde todo tipo de realidad. Superando prejuicios, racismos diversos y pidiendo a nuestro Señor que nos de la gracia de hacernos parte de esos propósitos.

De otro lado, porque suele estar presente, hicimos mención a temas de infidelidad (o cosas equivalentes) que generan rupturas lamentables de familias y parejas. Siempre uno se pregunta ¿qué pasó?, ¿por qué tienen que darse de ese modo desgracias familiares, las cuales muchas veces se tornan irreconciliables y definitivas? Más aún, los hijos son los que más sufren o se ven afectados de situaciones que no provocaron y que no entienden.

Sin pretender juzgar situaciones, pedimos al Señor que nos ayude a afrontar de la mejor manera y con su sabiduría situaciones tan delicadas que atraviesan a muchas familias. Que nos dé a todos la fuerza y sabiduría necesarias para saber optar por reconstruir o encaminar mejores posibilidades, desde su propia inspiración amorosa, reconociéndonos también pecadores y deseosos de seguir su camino a pesar de todo, con fe y esperanza. Pidiendo por todas aquellas familias que pasan tantas amarguras o se han roto por tan diversas razones.

Nada de lo anterior puede estar exceptuado de la dimensión de la alegría. Y es como quisimos concluir en ese ágape de compartir dinámicas de integración, bocaditos y líquidos complementarios. Recordando también la solidaridad con los que han sido recientemente golpeados por las lluvias y huaycos en la ruta de la carretera central. O el respeto por nuestra “madre tierra” y su constante cuidado.

Guillermo Valera Moreno
Pueblo Libre (Lima), 29 de marzo de 2015

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Evangelización y familia, un camino de fe

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Así como Jesús fue un ser humano como el común de los mortales, tenemos que aprender que el evangelio es posible de vivir por cada uno. Es posible amar y ser amado, por más errores o limitaciones que nos pueda haber tocado experimentar en el propio derrotero, porque amar siempre estará en la posibilidad de cada uno y, dejarse encontrar por el amor de Dios, será algo equivalente, siempre desde nuestra respectiva fe y crecimiento en ella.

Debemos convencernos que vivir desde el signo del amor y el horizonte del bien es posible. Es más, nos hace mejores personas y nos permite crecer en las diversas dimensiones de nuestra humanidad, tanto individualmente y como grupos de entorno en los que nos movemos y, por cierto, como sociedad. Con inteligencia podemos descubrir que es la mejor manera de vivir, pero nos negamos muchas veces a ello. Y siempre estaremos a tiempo de considerarlo.

Una dimensión para vivirlo es el de la familia. Podemos hablar de evangelización y familia o de un “evangelio de la familia”, como ya lo señalan algunos teólogos. Asumiendo a la familia desde la consideración de ser “célula básica de la sociedad”. Ello, porque se trata de algo fundamental que nos debiera llevar a situar condiciones de vida digna para toda persona y para construir sentidos de vida, seguridad y vida estable.

Sin embargo, sabemos que hay muchas limitaciones que atraviesan y disgregan a las familias. Desde los temas de migraciones diversas (muchas veces por dificultades económicas) o huida de un lugar a otro (caso de los refugiados políticos); las condiciones de miseria y pobreza de tantos; la situación de individualismo y consumismo que nos termina encerrando en pequeñas burbujas artificiales; la inestabilidad e inseguridad del mundo que nos ha tocado vivir, ya fuera por ser parte de fracasos en la formación de una familia o porque nos conduce al temor de formar nuevas familias.

Sin embargo, como razona un teólogo como Walter Kasper, estamos llamados a “vivir la fe de la Iglesia y dar testimonio de la belleza y la alegría de la fe vivida en el seno de la familia”. A buscar proclamar “la belleza y la alegría del evangelio de la familia” (El Evangelio de la familia. Sal Terrae, 2014). En ese mismo marco, se nos invita al “camino de la atenta escucha recíproca, del diálogo y de la oración”. Apuntando a lograr articular una sinfonía con todas las voces todas. A un conjunto armónico de las voces en la Iglesia. Justamente, en el camino ahora abierto del Sínodo de la familia que debe continuarse en el presente año.

Distinguiendo que es necesario abordar la dimensión de la familia como algo más enriquecedor y profundo, más que un propósito de reafirmar una doctrina sobre la familia. Necesitamos hacer vida de la familia a partir de los evangelios, de lo que hemos crecido, creído y vivido en la Iglesia. Como luz y fuerza de la vida que es Jesucristo. Porque desde la familia queremos ser una alegre noticia, luz y fuerza de la familia, y no situarnos con el sentimiento de una carga más, de una mochila ya pesada.

Entendido y fundamentado en la fe. Más aún, en tanto la familia es un sacramento gestado en el matrimonio; no como formalidad sino como hechura vinculante del compromiso de Dios con el mundo, reflejado desde cada uno de esos vínculos de amor y compromiso que se conjuga en cada pareja que decide hacerse familia.

Situándonos desde un horizonte amplio y como un camino de fe; fe que se arraiga en los fundamentos y totalidad del amor de Dios, revelado por Jesús. Por ese amor gratuito de Dios que es camino hacia la felicidad y que debemos hacer vida desde la experiencia de cada uno.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 15 de marzo de 2015

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La familia desde CVX, empezando un camino

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Siendo la vida de Jesús tan simple y sencilla como extraordinaria, llama la atención cómo no tomamos más atención sobre ella. Claro muchas veces nos acercamos a él como si se tratara de un ser superdotado, “semidios” o alguien no tan humano como el común de los mortales. Más aún, si al final reconocemos en él al hijo de Dios, ni más ni menos.

Sin embargo, estamos ante un ser humano como todos o todas, quien nació de mujer, en condiciones especiales de pobreza, y con la sospecha de que su madre (María) pudiera ser alguien que hubiera faltado a la fidelidad de su prometido (José), por la forma que engendra a su hijo. Cuestión que debió significar más de una tensión familiar y vecinal, y más de algún asedio.

Pues ese hecho tan extraordinario se origina en la anunciación que se hace a María de la extraordinaria posibilidad de que Dios se hiciera uno más de nosotros, de modo más directo, siéndolo de antemano (por la fe) todas las personas que hemos nacido y nos hemos desarrollado como seres humanos, pero confirmando su amor por la humanidad y su proximidad con nuestro mundo y su creación.

Ese hecho coincidentemente es la fecha, alrededor de la cual, la CVX celebra su día internacional cada 25 de marzo. Fecha que marca un hito en cómo se da lugar a ese misterio que se suele llamar de la “encarnación”, ese origen de la vida expresado en el proceso de hacerse la vida humana engendrada en el vientre de una mujer y que se hará “luz entre nosotros“ al cabo de nueve meses.

A la luz de ello, es muy significativo que podamos dedicar la siguiente celebración CVX con especial atención hacia la familia. De modo especial, para contemplar con apertura, compasión, respeto y sensibilidad la realidad de las familias en el mundo, su diversidad y singularidades. Haciéndonos conscientes de esas realidades, muy a partir de nuestra propia realidad familiar, la que fuera, la que nos ha tocado vivir y crecer en ella.

Sintiendo a nuestra propia familia como un regalo, incorporando en ello las dificultades que pudieran comprender, sin soslayar las limitaciones que pudiera también plantearnos. Pero con espíritu de humildad, apertura y gratitud, tal como se nos plantea en el Proyectos 161 (http://www.cvx-clc.net/l-sp/projects/Proyectos_161.pdf). Con esa actitud de compartir desde experiencias diversas, desde donde se pone en juego la gran apuesta del amor rebelado en Jesús.

Desde la familia, se nos invita a tener capacidad de cuidar a cada uno de los miembros de la familia; a saber dar testimonio de amor; a saber construir y compartir herramientas de apoyo a las diversas realidades de familias; a sabernos situar en el “tremendo desafío” que supone la familia como misión. Haciendo mejor conciencia de cómo nos acompañamos en las diversas situaciones que puedan acontecer, de modo particular en los momentos de desolación, desilusión o sentido de exclusión que podemos vivir desde la familia. Siendo conscientes y aceptando nuestra fragilidad y debilidad de nuestra propia experiencia de familia.

Valorando la dimensión de lo comunitario en la familia, la cual es ya una experiencia de comunidad en sí. Mejor aún si sus integrantes se hacen parte de una CVX de modo más explícito (o de cualesquiera experiencia comunitaria más allá del propio hogar). Promoviendo, en lo que se pueda, redes de acompañamiento y de apoyo mutuo, siendo especialmente generosos con los que pueden necesitar más de nosotros.

Sensibles y respetosos de las realidades diversas; teniendo conciencia que no estamos para juzgar la experiencia de terceros sino para buscar caminos juntos en la construcción del reino. En ello quedará siempre por trabajar aspectos más específicos, sobre cómo nos situamos o qué podemos hacer frente a realidades de familias difíciles, rotas o con otras complejidades.

Colaboremos desde el discernimiento, la alegría de compartir y el compromiso. De modo particular, escuchando, sabiendo escuchar al otro; intentando hacerlo a la manera de Dios.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 8 de marzo de 2015

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