Palmas para el Perú

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Cuando lo llamamos a su casa para anunciarle sobre la premiación que le íbamos a otorgar, nos dijeron que no se encontraba; estaba haciendo trabajo de campo en Yauyos (sierra de Lima). Así se refería el ministro de Educación, Jaime Saavedra, sobre el Dr. José Matos Mar, quien a sus 94 años fue reconocido con las “Palmas Magisteriales” en el grado de Amauta. Ejemplo digno de alguien cuya vocación ha sido siempre el Perú, su diversidad y complejidad, la forma de lograr que se conjugue como nación y país, sus traumas históricos y la esperanza de superarlos. Reconocimiento indirecto al enorme papel que ha jugado para la academia el Instituto de Estudios Peruanos, entidad creada por Matos Mar en los años ‘60s.

Junto a él fueron reconocidas otras tres personas en el grado de amauta, el P. Javier Quirós SJ (Director General de Fe y Alegría y Presidente de CONSIGNA – el Consorcio Jesuita de entidades educativas); Manuel Burga (historiador, ex rector de la Universidad San Marcos y actual vicerrector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya) y el Ing. Martín Alberto Vizcarra Cornejo (Presidente Regional de Moquegua). Con diversos méritos cada uno, ya que la condición es que se otorga “al profesor u otro profesional, por su excepcional trayectoria y producción intelectual, cuya obra se considere un aporte significativo a la educación, la ciencia y la cultura del país. Debe acreditar producción intelectual (publicaciones), investigaciones o sistematización de experiencias e innovaciones educativas”.

Es primera ocasión que tengo de asistir a una premiación como las Palmas Magisteriales, motivado en particular por la distinción hecha a Javier Quirós, jesuita con quien hemos compartido labores desde el Consejo Directivo de CONSIGNA. Digno reconocimiento a trayectorias que merecen toda la consideración expuesta y seguramente más. Pese a las dificultades de salud tenidas a comienzos de año, Javier se atrevió a hablar en nombre de todos los amautas reconocidos y fue buena muestra de la feliz evolución de su situación, con enorme sentido de agradecimiento a una labor en la que todos tenemos que saber poner el hombro en lo que nos toque y desde los más diversos lugares que podamos ubicarnos.

Hasta aquí hemos mencionado una pequeña parte del evento. Puesto que las Palmas Magisteriales no sólo premia Amautas. También lo hace en dos grados adicionales: la de Maestro y la de Educador. En éstas categorías hubo alrededor de 40 reconocimientos, asignados a profesores y profesoras de los más diversos lugares del país, con trayectorias destacadas con los más distintos apuntes de creatividad, esfuerzo, dedicación, gestión, motivación, resultados y un largo etcétera. Muchos involucrados en esfuerzos de educación intercultural y bilingüe, especialmente en zonas de la sierra, muy meritorios.

Cuando fueron llamados los concernidos para recibir su medalla y diploma, parecía que otro Perú emergía en el escenario. Resultaba que no era cierto que nuestro Perú es sólo el que aparece a diario en los medios de comunicación (especialmente televisivos): de los crímenes, la violencia familiar, los robos y corrupción en el Estado (las empresas, entidades civiles, etc.), las sacadas de vuelta, la del que roba pero hace obra, … Teníamos también ante nuestros ojos un Perú que nos halaga, que nos hace crecer, que nos da enormes sentidos de esperanza. Profesores, varones y mujeres, que muchas veces con grandes limitaciones nos dan muestra que se pueden hacer las cosas de otro modo; podemos construir un país para todos y aprovechando los recursos de modo más significativo y pensando en el bien de todos.

Llamando nuestra atención de que los niños y jóvenes estudiantes no debemos verlos sólo como los adultos del mañana, o las generaciones del futuro. Debemos verlos como nuestro presente, ya que en la medida que hagamos por ellos lo necesario para que crezcan en los mejores términos, podremos hablar de futuro, porque el futuro se construye desde el presente y esos niños y jóvenes son parte también de nuestro presente. Fue significativo el reconocimiento a las labores de equipo que posibilita muchas veces que las cosas se hagan mejor o con resultados más amplios; porque se otorga las palmas magisteriales a individuos pero, detrás de ellos, hay normalmente otras personas (o muchas) que pasan de modo invisible y que es importante también considerar.

Esa combinación de diversidad de orígenes y esfuerzos creativos, esa diversidad de edades y trayectorias, esa diversidad de encomiables talentos, se mezclaba de muy buen gusto con el acompañamiento musical y presentación artística de Fabiola de la Cuba (y su grupo), quien nos deleitó con un mix musical peruano que parecía internacional por la variedad con que fue presentado y sólo expresaba algunas muestras musicales y de baile que tenemos en algunas regiones, cultura que también nos corresponde rescatar para nuestras aulas y desde las edades más iniciales, tal como la culinaria también se ha ido abriendo camino y, ojala, también suceda con todas las expresiones culturales y tecnológicas que nos son propias.

Todo lo anterior nos dejaba el sabor agradable y deseos de una más querida atención a los temas educativos. En sus diversos niveles. Tanto en lo que corresponde a la dimensión de políticas públicas, en lo cual el ministro de educación hizo renovación de compromisos desde una buena mirada integral de los mismos (esperemos que ello supere las paredes del ministerio de economía o las barreras de los negocios privados en educación). Pero también por lo que toca a la gestión que se requiere hacer en las regiones, en las UGELES, en cada colegio, en cada aula. Por cierto, lo que corresponde a cada profesor en su propia iniciativa de mejoramiento, dedicación, investigación, crecimiento humano. Lo que en todos los hogares debemos construir solidariamente; pues la educación no es solo responsabilidad del colegio, de la escuela o universidad; debemos asumirla en corresponsabilidad, donde el Estado tiene un rol por cierto clave. Además, todos debemos, sin diferencia alguna, saber vivir pedagógicamente, hacer de nuestra vida, pedagogía.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de julio de 2014

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