Invitados a cambiar como Iglesia

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Hace poco estuvimos en un conversatorio con Gustavo Gutiérrez, donde nos habló de sus impresiones del actual Papa Francisco, confirmando esa apreciación casi generalizada de estar ante una persona muy especial, profundamente humana, con sentido común sencillo y a tono de los más necesitados y que, entre otras cosas, nos devuelve la mirada a Jesús, hacia una Iglesia que necesita encontrarse con la gente, con los demás, con los diferentes, con los pobres, con los olvidados.

Es interesante que cristianos y no cristianos se sientan atraídos por los signos que va señalando el Papa Francisco. Empezando por su identidad como Francisco, lo cual nos descubre a la figura de Francisco de Asís y lo que él quiso como Iglesia en su tiempo. Todo un programa ya de por sí, como también nos lo hiciera conscientes el P. Gutiérrez. Porque en el fondo, no se puede descubrir el verdadero amor si no lo situamos a partir de quienes necesitan más ser amados y considerados.

Va siendo claro que hemos ingresado a una nueva situación en la Iglesia mundial. De algún modo, cada cambio de Papa lo supone de alguna manera. Pero ésta vez lo es en especial por la fresca brisa que empieza a experimentarse en ella, en nosotros como parte de ella, en el sentido de hermanamiento ecuménico, de distinguir lo importante de lo secundario o muy secundario en tantas cosas o situaciones. Ojala sepamos reflejar desde cada cristiano, cada comunidad, cada parroquia, etc., esa nueva situación y hacerla vida en actitudes y compromiso.

Hay varias cosas que se puede conversar alrededor de ello. Por ejemplo, a qué estamos llamados los laicos, todos los laicos, es decir, toda la Iglesia en los tiempos actuales. Reconocemos normalmente que todos los bautizados somos parte de la Iglesia y somos laicos; dentro de ella, hay quienes cumplen funciones diversas, incluso las de carácter religioso o presbiteral. Ahora bien, cristianos, debiéramos llamar a quienes reconocemos en el camino y praxis de Jesús, sea formalmente parte de la Iglesia católica o no. Quien ama debiéramos saber reconocerlo como cristiano, distintivo que Jesús mismo nos enseñó. Creo que ello es algo que el Papa Francisco nos está transmitiendo con su propio testimonio.

El nuevo clima de nuestra Iglesia universal nos empieza a plantear el sentido de lo humano en la Iglesia misma. ¿Qué ayuda a construir ese sentido humano y qué son formalidades vanas e inocuas? ¿Cómo podemos dar testimonio de nuestra fe encerrados en nuestros claustros, en nuestras burbujas, en nuestro ombliguismo comunitario? Amar supone relación con; es imposible realizarlo fuera de ello o como actitudes sólo teóricas y de predicamento.

Algo nos debe decir también que un Papa como Francisco nos recuerde con tanta fuerza a una persona tan sencilla como lo fue también Juan XXIII, así como lo que fue su principal iniciativa traducida en el concilio Vaticano II. Por cierto, no como una consideración de arqueología, sino de activa mirada a los signos de los tiempos. Por ejemplo, el cuidado de la tierra, de nuestra naturaleza, de la vida en general. Dentro de ella, lo principal de la vida, que somos los seres humanos y todo lo que se encierra en ello de sencillez, misterio y complejidad. ¿Sabemos amarnos?

Infaltable, pese a que puede tener muchos significados e interpretaciones, es la necesidad de abarcar la política en todos sus aspectos. No como afán de poder o de dominación. Más bien, para garantizar que tengamos a todos en cuenta y no sólo a unos pocos en el llamado desarrollo de nuestro mundo moderno. Para que sepamos poner en agenda el servicio, como transversal a toda política pública y gestión estatal o de gobierno. Para que la honestidad y el hacer bien las cosas a todo nivel suponga superar la corrupción en sus diversas formas y crecer en instituciones apropiadas; corrupción que ha tocado las mismas puertas del propio Vaticano y ha vivido instalado en muchos momentos en éste. Porque preocuparse por el otro pasa por conseguir leyes que los tomen en cuenta y gobernantes que generen dichas iniciativas normativas e institucionales.

Es mucho lo que podemos hablar a propósito del Papa Francisco. Debemos seguir haciéndolo, dándole carácter programático. Sin convertirlo en dogma. Todos somos falibles y el Papa es muy consciente de ello. Estamos invitados a crecer en el amor.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 8 de febrero 2014

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