La siguiente presentación ha sido escrita por Sonia Romero, Responsable de Pastoral en la Parroquia La Virgen de Nazareth, del distrito El Agustino, la misma que se leyó en el evento del “Nunca Más”, realizado el domingo 25 de agosto, en la misma parroquia. Una sentida reflexión.
Cuando llegan estas fechas recuerdo algo que mi madre siempre me decía: nunca guardes rencor ni odies a nadie, esos sentimientos bórralos de tu vida, eso solo te llevara a vivir una vida amargada y no te dejaran ver las cosas buenas que tiene la vida, como la esperanza o el perdón.
Pase por la experiencia de la violencia en la Universidad de San Marcos. Cuando uno es joven no le da la importancia que debe darle a estos personajes violentos, pero poco a poco me fui dando cuenta como influían en la vida de mis compañeros, vi detenidos a muchos de ellos, supe de la muerte de otros, y vi como la vorágine de la violencia comenzaba a envolver a mi país.
Y entonces me pregunte ¿dónde está Dios? Y lo comencé a encontrar en la gente que trabajaba por los demás, por dar un mundo mejor a sus hijos a través de los comedores, los comités de vasos de leche y otras organizaciones que conocí en El Agustino. Comprendí que a más violencia, hay que poner más unión y solidaridad entre aquellas personas afectadas por la violencia terrorista.
Fue entonces que comprendí que el rostro de Dios estaba en ellas, y recordé las palabras de las bienaventuranzas que nos dicen:
Bienaventurados los que lloran porque recibirán consuelo
Bienaventurados los que tienen sed de justicia porque serán saciados
Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán reconocidos como hijos de Dios.
Y sentí paz y trataba de sentir comprensión por cada una de aquellas personas que piensan que sus ideas deben ser impuestas por la fuerza y crean intolerancia. Pedía a Dios por aquellos que iban por aquel camino de la violencia y los llevaba a matar a sus propios hermanos. Hermanos nacidos en esta misma tierra, del mismo barro que fuimos formados por nuestro Padre Dios.
Siempre he participado en las actividades que se realizan por el NUNCA MAS o el PARA QUE NO SE REPITA, a veces pensaba esto sigue igual, siempre repetimos lo mismo, pero un día esto cambió. En el 2002 cuando se iniciaban las entrevistas públicas de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación veía como la gente compartía las experiencias que habían vivido y lo que cada una de ellas había sufrido en sí mismas o por algún familiar. De repente escuche un nombre para mi conocido, era una compañera de promoción de secundaria, no la veía hacia 15 años, ella trabajaba en la policía femenina y por cumplir con su trabajo vivió en carne propia un ataque subversivo que le quitó la visión. Allí comprendí que ella también había sido víctima de esa violencia. En el colegio éramos como hermanas, pasamos 11 años juntas (primaria y secundaria) y al escuchar lo que le hicieron sentí una inmensa cólera por lo que le había pasado y como había quedado. Hoy día después de 12 años nos volvimos a encontrar y fue realmente impresionante verla, ella no veía desde aquel día en que la atacaron, no vio crecer a sus hijos, no pudo ver sus sonrisas, sus trabajos, sus bailes y sin embargo tenía una gran sonrisa y una fe en Dios tan grande. No habla con rencor, ni con odio. Hay una paz en ella que te hacer sentir tan pequeña a su lado. Ella es un testimonio vivo de que Dios está presente en cada uno de nosotros y de que esa violencia que nos quiere arrancar el corazón nunca triunfará.
Y hoy en día esa violencia se ha trastocado en violencia familiar, corrupción, discriminación y tantas cosas que nos terminaran llevando nuevamente a esa violencia que vivimos hace más de 20 años. La gente que necesita estemos con ellos y está abandonada, porque nuestros políticos como en otros tiempos siempre piensan en lo que beneficia a unos pocos. Los que más sufren no les interesan. No importa si mueren de hambre o si el friaje les quita la cosecha o sus propias vidas. Hoy se sigue sembrando desconfianza y desesperanza que nos lleva a la violencia y nos trae dolor a nosotros mismos y a nuestras nuevas generaciones.
Y entonces vuelvo a los recuerdo de mi niñez cuando mi madre pesimistamente me contaba sus experiencias políticas y me decía que esto nunca va a cambiar. Que los malos gobernantes serían los que eviten la fe en las autoridades.
Los gobernantes deben vivir sirviendo a la población que los eligió e inspirar confianza y que las personas sientan que sus vidas están protegidas.
Estamos en esta vida y en esta tierra prodigiosa que es el Perú, esta tierra que nos vio nacer para ser felices y compartir con los más necesitados, cada cual con sus dones y virtudes tratar de que en nuestra tierra florezca la paz en todos los hogares. Que el hombre y la mujer sean iguales. Que los padres compartan las mismas obligaciones y deberes con la familia. Tenemos que velar por que nuestros hijos y los hijos de sus hijos tengan un futuro de paz y esperanza. Construir un mundo diferente donde todos seamos libres sin rencores. Que la violencia sea desterrada de los diccionarios de sus corazones para vivir con felicidad porque para eso nos creó Dios, para ser felices.
Digamos todos: NUNCA MÁS / a la violencia en nuestro país.
Digamos todos: NUNCA MÁS / a la corrupción que carcome los cimientos de nuestra sociedad.
Digamos todos: NUNCA MÁS / a la inseguridad en nuestro distrito.
Digamos todos: NUNCA MÁS / a la injusticia y a la impunidad.
Digamos todos: NUNCA MÁS / al odio, a la venganza y la discriminación en nuestra sociedad.
Que el Dios de Jesús. El Dios de la paz, del amor, la justicia y la verdad nos bendiga a todos. Gracias.