Muchas veces creemos que conocemos algo o a alguien y, de pronto, descubrimos que no era tan así y que damos por supuestas muchas cosas o elementos o situaciones o etc.
Algo de ello nos ocurre con Lima. Sí, Lima, la capital de nuestro Perú, la misma que alberga ya alrededor de 8 millones de habitantes y que encierra un índice de TBC superior al que tiene Haití. O que uno de sus distritos (Pachacamac) resulta que es el de más bajo índice de desarrollo humano (IDH) de todo el país. Pero, ¿cómo puede ser? A veces pensamos que lo peor está en las lejanías de la sierra y selva y, ciertamente, en dichas zonas hay mayores dramas acumulados. Pero Lima también encierra los suyos y eso es, entre otras cosas, lo que nos hace ver el hace poco aprobado “Plan de Desarrollo concertado de Lima al 2025”, elaborado por la Municipalidad de Lima Metropolitana, bajo la conducción del Dr. Henry Pease.
Pero Lima no llama la atención por sus estadísticas. En ella podemos encontrar tan diversos contrastes y cambios ocurridos en los últimos 30 ó 40 años que debieran hacernos reflexionar y plantearnos si verdaderamente los limeños (o mejor dicho, todos los que vivimos en Lima), conocemos realmente Lima. Por ejemplo, uno se puede dar con la sorpresa que alumnos de colegio o ya egresados nunca han visitado el centro histórico de Lima o no conozcan el mar. Cosas como esa nos hace recordar la novela de García Márquez en Cien años de soledad, cuando se admiraba la gente con ese gran acontecimiento de conocer el hielo.
No digamos qué tanto hemos tenido oportunidad de recorrer Lima para tomar el “pulso” de su dimensión y crecimiento. O qué tanto sabemos de su historia e identidad. ¿Nos suena quién fue Taulichusco? ¿De dónde viene el nombre de Lima, el mismo que es autóctono y no importado como el sobrenombre de “ciudad de los reyes”? ¿Desde cuándo y qué genera en Lima ese desborde popular del que nos habla José Matos Mar? O por qué tenemos que sentir la necesidad de pensar en el país cuando reflexionamos desde Lima los problemas que nos acontecen y no nos damos la pauta de situar su debida problemática en las dimensiones que corresponde.
En fin, son varias las reflexiones que nos suscita el intentar establecer la mirada de Lima que nos haga salir de nuestro localismo específico desde la cual pretendamos mirarla y, a la vez, darnos una perspectiva adecuada que nos circunscriba a lo específico de su dimensión metropolitana o de región (que también tiene ese estatus legalmente establecido) y no saltarnos defrente a lo “nacional”. Para muchos que empezamos a detenernos a pensar Lima nos suscita una serie de reflexiones similares, dejándonos entrever que Lima, entre otras cosas, es una realidad por descubrir y una convivencia por construir. Que necesitamos conocer la globalidad que es Lima, como conjunto, para poder abordar mejor lo que podemos hacer por ella en su complejidad y posibilidades que ella nos plantea.
Necesitamos trabajar más una identidad común como Lima, tomando conciencia de la Lima que se está haciendo y colaborando a construir con nuestra manera de involucrarnos en ella o nuestra simple omisión. Después de todo, Lima es una ciudad que ha crecido al impulso de sucesivas invasiones desde los años 40s. del siglo pasado y ha vivido de pulsiones que se han impuesto y han encaminado su crecimiento, pasando por las distintas formas de emprendimientos, desde los más ambulatorios hasta los que han logrado un éxito mayor y sostenido en los mercados, la industria, los servicios diversos, etc.
Es muy importante pensar en cómo generamos (o se puede ayudar a generar) conexiones y articulaciones entre los diversos sectores, problemáticas y zonas que comprende Lima, sintiendo que son ya varias ciudades encerradas en un mismo contorno territorial, donde suelen colisionar intereses diversos, experiencias, riqueza pluricultural, desigualdades y otras varias constantes. Cómo es posible enfrentar temas y problemas comunes que, tales como la seguridad, la salud, el transporte, la pobreza, el medioambiente y una larga lista, pueda ser atendida con la debida intervención y concurrencia de los municipios, el gobierno central, las empresas, las iglesias y la sociedad civil más en general.
Que nuestra capacidad de soñar centrada en Lima como especificidad pueda ayudar a pensar mejor el país, en tanto diversidad y motivación por lo propio de cada región y su itinerario de identidad, presente y posibilidades. Que nuestra capacidad de amar y soñar nuestro país nos ayude a situar mejor que Lima no es el Perú pero que el Perú también es Lima con sus propias particularidades y propósitos.
Guillermo Valera Moreno
Lima, 28 de abril de 2013