Empezamos muchos a reconocer que en la elección reciente del nuevo Papa Francisco, ha soplado realmente el Espíritu. Fue bastante pronto el consenso alcanzado y debió ser que la mirada centrada en el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, condujo a no poder dudar de su carácter profundo de pastor y servidor de nuestra Iglesia.
Es probable que estemos ante un Papa que no se preocupará por escribir más encíclicas sobre diversos puntos vitales de nuestra Iglesia. Parece que ya tenemos bastantes. Es más, con todo lo trabajado y avanzado en Vaticano II hay mucha materia que no se ha rumiado lo suficiente o siquiera se ha considerado para términos prácticos. Y ya han pasado 50 años, los suficientes como para empezar a poner el tono más en los gestos y acciones prácticas que nos hablen más de Jesús por ellas mismas que por discursos que no terminan de concretar las cosas.
El Papa Bergoglio, expresa de por sí una Iglesia con otra mirada, menos eurocéntrica, situada desde otra realidad como es la latinoamericana. Nos dice mucho, sólo empezando por el nombre con el que decidió identificarse, con lo cual ya nos dio muestra de lo que nos quiere comunicar y a lo que aspira con la responsabilidad que tiene entre manos. Debemos construir una iglesia cercana a los más pobres, una iglesia sencilla como nos enseñó Francisco de Asis. Una Iglesia que se construye desde abajo y que no quiere ostentar nada que no sea su sentido de servicio y caridad.
De hecho, parece estar muy presente en nuestro nuevo Papa, un sentido de servicio más que de jerarquías; de saber hacernos los “últimos” y no sentirnos los “primeros”. No sólo como discurso y menos como pose. Hay en él un enorme sentido de vida y un llamado a su vez a vivir un estilo de vida, como Jesús nos enseñó. A encontrar en ese modo de vivir lo importante, lo significativo, lo indispensable. Y poco más o nada más. Claro, en un mundo que siempre nos incentiva al consumo, a tener más, a acumular poder, a competir sin importar qué pasa con el “resto”… no debe de extrañarnos, aunque sí hacernos muy conscientes que es de eso “mundano” que tenemos que ser contraculturales, como contracultural fue Jesús en su tiempo con lo “mundano” que le tocó vivir.
La gran fuerza que puede tener un Papa como Francisco I será que si encontramos verdad, cercanía a Jesús, justicia en lo que nos propone, autenticidad de buen pastor y tantos detalles… Tendremos entonces que secundarlo en todos los niveles de nuestra Iglesia para hacer verdad los gestos a los que nos vaya invitando a vivir y hacerlos vida cada uno de quienes nos reclamamos cristianos, como sentido estilo de vida por el cual queremos seguir a Jesús desde el lugar que a cada uno le corresponda. Tenemos que empezar desde ya.
Como ya hemos señalado. El primer tema planteado es la del llamado a vivir una Iglesia austera, con humildad y sencillez de contenidos. ¿Cómo lo hacemos carne no sólo desde las instancias jerárquicas que corresponda? Más importante será el cómo podemos vivir ello desde nuestro quehacer de laicos, desde cada una de nuestras comunidades y testimonio individual que nos toque. Por favor, no se trata de discursos. Si algo hemos indicado es que nos vamos a ver confrontados a gestos; y gestos profundos que nos inviten a replantear nuestra propia forma de vivir.
Por ejemplo, si queremos una iglesia más laical, los laicos tendremos que dar un mayor testimonio de sí como iglesia. No para ser “cruzada” de nada, como en tiempos medievales ya transcurridos. Si queremos humildad en nuestra Iglesia tenemos que ser capaces de expresar dicha humildad con nuestra vida y la de nuestras organizaciones. Si queremos representar servicio, tenemos que hacernos auténticos servidores, en el nivel que nos competa. Porque desde allí podremos encarnar un camino de renovación que siento con mucha esperanza que está empezando. Desde ya Benedicto XVI señaló un camino posible con su renuncia y la necesidad de cambios.
Tenemos fe que con Francisco I nos abriremos a un sentido renovador de la pastoral de nuestra Iglesia que, como se recogió en Aparecida, implique “la promoción humana y la auténtica liberación ‘sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad’.” (A: 399). La renovación de la Iglesia tiene que ser tarea de todos y saber descubrir cada cual el gesto que está llamado hacer a su nivel, tanto individual como comunitariamente.
Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 24 de marzo de 2013