Archivo por meses: julio 2012

Marcar pautas de esperanza

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Si algunas cosas empiezan a saberse como necesarias son aquellas que se requieren para seguir avanzando en la construcción de nuestra aún débil democracia y las reglas de juego que supone la institucionalidad necesaria para desarrollarnos como país (sentirnos todos en el Perú como parte de una misma comunidad política); sobre la base de una economía que también incluya a todos los peruanos y no genere más diferencias sociales o mayores desigualdades (sentir que todos nos beneficiamos de la economía, ya sea por mayores empleos, mayores ingresos o mayor capacidad de inversión del Estado).

A veces pareciera que “el sueño de llegar a ser presidente” de Ollanta Humala se bastara a sí mismo con el hecho de haber llegado a Palacio y a “ejercer” el poder de acuerdo a la administración de las presiones que pudiera encerrar éste y poco más. Donde el concepto de “nacionalismo” cada vez se circunscribe más a tratar de “llegar a todos” con diversos programas sociales, con la valoración del “orgullo por el país” y la atención sobre algunas empresas que pueden incidir en algunos aspectos de la producción nacional (Petro Perú, el gas de Camisea, etc.).

Sin embargo, sigue pendiente el hacer visible una propuesta más integrada a un proyecto país que se esperaría alcanzar en los siguientes años, pese a que en el discurso presidencial de 28 de julio se avanzó en definir algunas metas sueltas (señaladas al 2016) en diversos sectores. Por ejemplo, cómo se va a hacer crecer la industria nacional y el desarrollo de los mercados internos, lo cual debiera complementarse con el crecimiento de las exportaciones no tradicionales y el darle valor agregado a nuestra industria extractiva a todo nivel. Porque ese es también un punto clave para proyectar posibilidades de empleo productivo, sostenible y decente, más allá de actividades temporales.

Ha sido muy importante definir un nuevo gabinete ministerial con reales intenciones de diálogo, como lo demostró previamente el encargo a representantes de la Iglesia en lograr descongestionar y lograr nuevas pautas de acuerdo en torno al problema de Conga (en Cajamarca). Sin embargo las dudas vuelven a aflorar cuando no se dijo directamente (en el discurso de 28) palabra alguna sobre el tema. La afirmación sobre dar mayor significado constitucional al tema del agua como un tema de derechos, no dejó en claro que se debe poner de relieve por sobre intereses económicos; habrá que esperar si tiene consecuencias claves y es luz sobre problemas que seguirán reproduciéndose. Es de mucha necesidad, en el propio Estado, el manejo y defensa eficaz de las poblaciones afectadas por la extracción de recursos como los mineros y, más en general, de los intereses del país, más allá de arreglos que muchas veces están signados por la corrupción o la mezquindad.

De otro lado, esperábamos del discurso del 28 una explicación más franca al país sobre lo que se prometió, lo que se encontró y lo que se ha podido hacer, por las limitaciones que fueran o los “candados” con que se hallaron muchos de los instrumentos claves de la política económica y similares, o por el funcionamiento poco moderno de las estructuras del Estado. Esa cuestión también significativa no se supo traducir. Más que una suma de cosas o inventario interministerial, habría sido mejor “sincerar” la situación. La población puede entender que haya dificultades, pero el problema está en que no se explique adecuadamente las cosas; probablemente, porque se piensa que ya algunas promesas puntuales se empezaron a cumplir. Pero ello no permite hacer pedagogía ciudadana y puede poner al país en un riesgo de un remozado populismo que devendría con facilidad en más patrimonialismo de la política y tentaciones autoritarias.

Como vemos, no tenemos visible un proyecto de país; no hay seguridad de que el diálogo vaya a ser la pauta política de la nueva etapa en el gobierno; falta hacer más consistente que la política del estado refuerce el sentido ciudadano de la población y un crecimiento se la institucionalidad democrática. Sin embargo, creemos que es necesario seguir apostando, de modo muy crítico y con propuestas, el proceso a cargo del Gobierno actual. No quiero decir porque es la opción “menos mala”, sino porque es necesario marcar pautas de real esperanza en las posibilidades que tenemos hoy entre manos como país. Sabiendo que estamos dentro de una misma opción de modelo económico, pero donde aún no hay una correlación suficiente para cambiar el mismo. Y habrá que seguir trabajando por construir otras alternativas.

Ojalá se pueda clarificar, desde dentro y desde fuera, los lineamientos planteados. Estableciendo lo que se requiere para hacer una mejor política en el país. Ayudando a que emerjan nuevos liderazgos que encarnen mejor esa posibilidad y las organizaciones que puedan dar lugar a ello. Contando con el sentido creativo de los jóvenes, desde quienes en otras latitudes ya se empiezan a levantar voces de necesaria renovación.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar – Lima, 29 de julio de 2012 Sigue leyendo

Aprendizajes en democracia y economía

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La historia nos va enseñando que la democracia moderna nos permitió la posibilidad de pasar de un “estadio” donde se resolvían los conflictos mediante la ley del más fuerte (el poder de las armas, la violencia y toda cuestión emparentada con la imposición militar o autoritaria) hacia una clave argumental, centrada en el convencimiento del otro por la vía de la razón y de la discusión de las ideas.

De hecho, ese “salto” de la imposición mediante el uso de la fuerza al establecimiento de acuerdos mediante el debate de razones y argumentos es aún un camino que no se ha consolidado con el sistema democrático moderno (representativo), si bien ello ha significado una manera bastante revolucionaria de gobernarnos y de buscar a la vez el bien común de todos (al menos teóricamente). Ponerse de acuerdo en intereses disímiles no es cosa sencilla, más aún cuando de intereses económicos se trata y la danza de grandes negocios está en juego, como nos lo demuestra una vez más conflictos mineros como el de Conga en Cajamarca.

Ha costado muchos siglos (y no sólo décadas) ir entendiendo y aceptando en el mundo que la mejor manera de resolver problemas es mediante mecanismos institucionales (léase, reglas de juego) que incorporan adecuadamente leyes y normativas, usos y costumbres, así como el propio sentido común de cada tiempo y lugar. Que se van construyendo y haciendo cultura en la gente; que se va haciendo referencia más o menos legítima, empezando por la propia Constitución política desde la que se ordena jurídicamente cada país. Por cierto, en tanto tiene a la base cimientos justos, aceptados por las partes que confluyen (o debieran ser parte visible) y donde todos se benefician, no sólo teóricamente.

En todos lados cuestan los aprendizajes y supone costos. Sin embargo, ello es más difícil de entender, o se entiende menos, cuando una mayoría opta por, digamos, el color verde y tiene que contentarse con recibir un pálido amarillo, sin explicación convincente de por medio. Peor aún, cuando además se tiene que soportar agresiones que derivan en 17 muertes inocentes (son las habidas por conflictos sociales en menos de 1 año de gobierno del Presidente Humala), por causa de defenderse el color verde. Pareciera que los mecanismos de nuestra democracia son tan débiles que para tomar las decisiones más importantes no cuentan (como debieran contar esos mismos mecanismos, justamente para desarrollar nuestra democracia). Y volvemos a imponer los criterios de la fuerza y la violencia para establecer pautas de solución.

Como ya se va reconociendo, estamos en momentos que nos brindan oportunidades de hacer mejores aprendizajes y definir rumbos más inclusivos. ¿Qué tipo de minería queremos para el país y dónde debe de desarrollarse ésta y dónde no? Porque el tema no es si se está a favor o no de la minería, el problema es dónde es factible y deseable; algunas veces la agricultura, las fuentes de agua o los restos arqueológicos de importancia, podrán ser la prioridad. ¿Cómo debe de hacerse la explotación minera? Lo menos que se puede pedir es su realización con mínimos estándares internacionales y condiciones estatales favorables.

¿Cómo se prioriza a las poblaciones en los beneficios locales y nacionales de dichas riquezas? Y no se trata de dádivas o “favores” que se les hace, sino justo derecho de mínimos que no son tema de “negociación”. ¿Quiénes toman las decisiones que corresponden respetándose los niveles de gobierno y las diversas partes implicadas? Hasta hoy, por ejemplo, la no aplicación de instrumentos como la ley de consulta previa y otras medidas de “licencia social” (así no les guste dicho término a ciertos empresarios), son muy malas señales para la democracia y el desarrollo económico de nuestro país.

Reconociendo que hay distintos tipos de minería; con pasivos ambientales anteriores y las que recién empiezan. Distintos tipos de empresas; las que tienen disposición –y las que no- a respetar las leyes del país y a las poblaciones afectadas más directamente (en casos como la Doe Rum, en La Oroya, es claro que la propia Sociedad de Minería a tenido que separarla de su propio gremio y ellos es muy aleccionador). Hay las que se han acostumbrado –y las que no- a “hacer lo que les da la gana” (en temas ambientales u otros), comprando autoridades y cuanto se oponga a sus intereses con tal de ejecutar sus propósitos; dicha cuestión es una práctica a desterrar de raíz, más aún, por la corrupción que acarrea consigo. Están las que saben dialogar y afirmar el rol neutral del Estado en los procesos de negociación, sin caer en el sempiterno deseo de que se les de la razón en todo y a cualquier precio, cuestión última que se ha logrado ver con claridad en el proceso vivido con Quellaveco en Moquegua.

Hay casos diversos y lo de Conga no significa una excepción ni el único problema en el país. Sin embargo, Conga nos ha abierto los ojos a los derechos que tiene lugar cada población local sobre sus recursos y a ser consultado con el respeto debido y en las condiciones de igualdad requeridas. Estamos ante un hito muy importante de nuestra democracia, tan o más importante que la inversión económica en juego. Ambas son necesarias y ojalá así lo entendamos todos.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 15 de julio de 2012 Sigue leyendo

Volver a la Iglesia de los pobres

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A continuación, presentamos un artículo de Jon Sobrino, en el cual se establece hilación con Vaticano II y el signo profético de la opción por los pobres… Motivemos nuestra práctica cristiana con ello e inspirémonos a una vida sobria. (G.V.)

Ver a la Iglesia “en pobreza y sin poder” nunca ha tenido mucho éxito, y si se hace de ello algo central ni siquiera en el Vaticano II, tan importante y decisivo en muchas otras cosas. Sí lo tuvo en Medellín, y en Puebla todavía pudo salir con bien ante graves maniobras en su contra.

Pero desde hace tres décadas el deterioro es inocultable. Dice Comblin: “Después de Puebla comenzó la Iglesia del silencio. La Iglesia empezó a no tener nada que decir”. Y aunque Aparecida ha supuesto un pequeño freno, en la Iglesia no ha ocurrido todavía aquel “revertir la historia” que exigía Ellacuría para sanar una sociedad gravemente enferma. La conclusión es que hay que volver a una Iglesia de los pobres, y trabajar por ello. En El Salvador, después de Monseñor Romero, el deterioro es claro, y de ahí la necesidad de recomposición eclesial`.

El Vaticano II. Juan XXIII deseaba que el Concilio reconociese que la Iglesia es “una Iglesia de los pobres”. El cardenal Lercaro tuvo un emotivo y lúcido discurso sobre ello al final de la primera sesión en 1962, y Monseñor Himmer pidió con toda claridad: “hay que reservar a los pobres el primer puesto en la Iglesia”. Pero ya en octubre de 1963 el obispo Gerlier se quejaba de la poca importancia que se estaba dando a los pobres en el esquema sobre la Iglesia. También los obispos latinoamericanos más lúcidos captaron pronto que a la inmensa mayoría del Concilio el tema les era muy lejano, aunque siempre se mantuvo un grupo que querían seguir la inspiración de Juan XXIII, entre ellos un buen número de latinoamericanos. Se reunieron confidencialmente y con regularidad en Domus Mariae, para tratar el tema “la pobreza de la Iglesia”.

El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de 40 padres conciliares celebraron una eucaristía en las catacumbas de santa Domitila. Pidieron “ser fieles al espíritu de Jesús”, y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron “el pacto de las catacumbas”.

El “pacto” es un desafío a los “hermanos en el episcopado” a llevar una “vida de pobreza” y a ser una Iglesia “servidora y pobre” como lo quería Juan XXIII. Los signatarios -entre ellos muchos latinoamericanos y brasileños, a los que después se unieron otros- se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral.

El texto tendría un fuerte influjo en la teología de la liberación que despuntaría pocos años después.
Uno de los propulsores del pacto fue Dom Helder Camara. Este año celebramos el centenario de su nacimiento, el 7 de febrero de 1909 en Fortaleza, Ceará, en el Nordeste de Brasil. Como homenaje a su persona y exigencia a nosotros, publicamos a continuación el texto.

“El pacto de las catacumbas: una Iglesia servidora y pobre”
Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:

1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Cfr. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.

2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Cfr. Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.

3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Cfr. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.

4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Cfr. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.

5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Cfr. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.

6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Cfr. Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.

7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Cfr. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.

8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Cfr. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.

9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Cfr. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.

10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.

11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.

12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Cfr. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.

13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles / La Iglesia de Monseñor Romero
Leído hoy el pacto, llama la atención que, en lo fundamental, trata un solo tema: la pobreza. Pero por ser ése el quicio alrededor del cual giraba todo -no, por ejemplo, la administración de los sacramentos-, el pacto de las catacumbas produjo frutos importantes en Medellín y, poco a poco, en otras Iglesias. Históricamente, llevó a la lucha por la justicia y la liberación. Eclesialmente, a la opción por los pobres.

Teologalmente, al Dios de los pobres. Todo eso llegó a El Salvador, y Monseñor Romero lo puso a producir y lo bendijo, junto a la novedad salvadoreña de los mártires.
Monseñor conoció en Puebla a aquellos obispos del pacto y de Medellín y regresó muy contento. “Me acuerdo de una de las primeras noches de la reunión de Puebla, cuando conocí a Monseñor Helder Cámara y a Monseñor Proaño y al Cardenal Arns del Brasil. Cuando supieron que yo era el arzobispo de San Salvador me decían: ‘Usted tiene mucho que contarnos. Sepa que lo sabemos y que ese pueblo es admirable, y que sigan siendo fieles al Evangelio como han sido hasta ahora’”. Es evidente la admiración que sentían por Monseñor, y la que Monseñor sentía por ellos.

En la actualidad también hay “pactos”. Pedro Casaldáliga en es su portavoz más elocuente. En su circular del 2009 escribe: “pacto”.
Dom Hélder Câmara era uno de los principales animadores del grupo profético. Hoy, nosotros, en la convulsa coyuntura actual, profesamos la vigencia de muchos sueños, sociales, políticos, eclesiales, a los que de ningún modo podemos renunciar. Seguimos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una gran mayoría de la Humanidad.

Y seguiremos rechazando toda discriminación por motivos de género, de cultura, de raza. Exigimos la transformación sustancial de los organismos mundiales (ONU, FMI, Banco Mundial, OMC…). Nos comprometemos a vivir una “ecológica profunda e integral”, propiciando una política agraria-agrícola alternativa a la política depredadora del latifundio, del monocultivo, del agrotóxico. Participaremos en las transformaciones sociales, políticas y económicas, para una democracia de “alta intensidad”.
Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio, la pasión obsesiva de Jesús, el Reino. Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres, comunidad ecuménica y macroecuménica también. El Dios en quien creemos, el Abbá de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo proselitista.

Ya basta con hacer de nuestro Dios el único Dios verdadero. “Mi Dios, ¿me deja ver a Dios?”. Con todo respeto por la opinión del Papa Benedicto XVI, el diálogo interreligioso no sólo es posible, es necesario. Haremos de la corresponsabilidad eclesial la expresión legítima de una fe adulta.

Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas. La Iglesia será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la Buena Nueva: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura, samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad.

Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: “No será así entre vosotros” (Mt 21, 26). Sea la autoridad servicio. El Vaticano dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La Curia habrá de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida. La Iglesia se comprometerá, sin miedo, sin evasiones, en las grandes causas de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación.

Jon Sobrino
UCA de San Salvador Sigue leyendo

PRESIDENTE HUMALA ¡ESCUCHE A LA PROTESTA CAJAMARQUINA!

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Ud. Ha declarado que conversará con los líderes cajamarquinos, por tanto los representantes de la protesta de Cajamarca deben ser recibidos a la brevedad en Palacio de Gobierno, en tanto ellos, al presentar sus puntos de vista y los argumentos por los que se oponen a Conga, también están dispuestos a contrastarlos con los puntos de vista del gobierno. Por todos los medios se debe tender puentes a favor del entendimiento y evitar que la situación se deteriore más.

Las declaraciones del Sr. R. Benavides contradicen lo dicho por Ud., acentuando la desconfianza generada en la población cajamarquina después de cerca de veinte años de explotación minera de Yanacocha, y ha hecho bien Ud. en exigirle más humildad y que cumpla sus compromisos; y además debe asegurarse el cuidado del medio ambiente.

Consideramos que la solución más democrática sería consultar a la población, ya que sin de ella no habrá salida viable. Es necesario buscar una propuesta concertada de desarrollo integral de Cajamarca y de su relación con la actividad minera, así como de ordenamiento territorial, que a su vez servirá como referente para otros conflictos socio ambientales del país.

También es indispensable que en el planteamiento de las medidas que Ud. ha anunciado participen, además de los representantes del gobierno central, los gobiernos regionales y alcaldes. Rechazamos con energía los intentos de aumentar causales de vacancia, o someterlos a interpelaciones, así como restringir el uso de sus fondos, pues ya existen mecanismos legales suficientes para fiscalizar y castigar excesos, y sería hostilizar a autoridades legítimamente electas y socavar el proceso de descentralización.

Hacemos una invocación a los participantes en la protesta popular para que, conscientes de los logros alcanzados, desarrollen su lucha de manera pacífica y respetuosa de los derechos humanos de todos, inclusive de los que discrepan; que no se produzcan repudiables agresiones contra la prensa; y que eviten caer en las provocaciones de los violentistas o de la represión. Como demuestra la historia, el uso de la violencia siempre favorece a los que se oponen al cambio.

Es responsabilidad de todas las fuerzas democráticas apostar por la paz y el entendimiento entre peruanos, y dejar de lado acusaciones y exclusiones. Hay que recordar que por más discrepancias que tengamos no somos enemigos.

Lima, 28 de junio de 2012

Ciudadanos por el Cambio
Partido Socialista
Partido Comunista Peruano
Partido Descentralista Fuerza Social
Tierra y Libertad
Partido Comunista del Perú Patria Roja

º Pronunciamiento que compartimos por tratarse de una cuestión que exige atención pública y prioritaria. Guarda coherencia con las razones por las que fue electo el Sr. Humala y porque el diálogo empieza por casa, o sea, con la población local que reclama con justicia sus derechos. Y es el caso. Sigue leyendo