Felipe pensaba que llegaría temprano a la cita, pero ya se había pasado 10 minutos y seguía en el micro y faltaban por lo menos diez cuadras. El tránsito seguía “atorado” y sin visos de que fuera a mejorar. Mejor me bajo, pensó, ya tres personas lo habían hecho quejándose aunque por el pretexto no quisieron pagar su pasaje y se fueron discutiendo con el chofer y el cobrador… ¡qué te mantenga tu marido! No ves que no es mi culpa el tráfico…
No, yo pagaría y me apuraría caminando, total, tenía para mi pasaje y no tenía que fingir nada, sólo apurarme. Ya no los iba a alcanzar. La pareja con la que debía viajar y su enamorada estarían desesperados, mejor dicho, ya debían de haber partido en el Interprovincial que los llevaría a Arequipa, a la reunión regional del Partido. Miércoles, ya la fregué, se decía Felipe, cómo no se me ocurrió salir más temprano.
Corriendo llegó hasta la estación de CIVA y, claro, ya no habían sus amigos… Por favor, el ómnibus que sale a Arequipa de las 8 pm, tengo boleto para viajar… Lo siento, su carro ya salió, no podemos hacer nada. A partir de mañana salen otros carros, en el mismo horario o más temprano, porque el que salió fue ya el último para Arequipa, salvo que quiera ir para Cañete, Pisco, Ica o Nazca. El último sales a las 10 pm. No, no me sirve, tengo que llegar a Arequipa directo.
Miró alguna cara conocida, por si había alguna en la sala. Nadie, algunas personas muy alegres estaban bromeando con cierto nerviosismo de algunos accidentes de carro en la Panamericana. Otros esperaban con impaciencia la salida de su bus y había quienes leían una revista o su periódico, pero nadie dormía, pese a ser de noche y hacer algo de frío. Decidió ir a otras agencias a ver por algún pasaje, tenía que viajar si o si esa noche.
Caminó a otra estación que estaba a dos cuadras. No, no había. Fue a otra de más allá… tampoco, el carro ya había salido también. Se entusiasmó en otras dos que habían de modo contiguo y sólo iban hasta Nazca o Ica. No podía ser, no le alcanzaría el tiempo y perdería el contacto en Arequipa. Tomó un taxi y fue a Cruz del Sur, era seguro que allí salían carros hasta las 11 pm. Por más presuroso que llegó, encontró una larga cola que al menos le dio la esperanza de conseguir algo. No habían avanzado 4 ó 5 personas y se dio cuenta que un cartel asomaba en el lugar de atención “Pasajes AGOTADOS para Arequipa”.
Pucha, ¿qué hago? Se fumó un cigarro para el frío. Me voy aunque sea hasta Nazca y de allí llamaré, lo peor era que no tenía su libreta de teléfonos y su celular lo había dejado en casa por evitar que se le perdiera. Nada salía bien. Taxi, por favor a Oltursa, bien, vamos. Apúrese jefe que ando apurado, si pierdo este bus no me quedará opción que ir hasta el puente Atocongo y por ahí es bien bravo a esta hora.
Se sentó en el número 23, al costado de una señora que iba con su bebé en brazos, felizmente dormía y podía ser que le dejará hacer un viaje adecuado, al menos dormir en el trayecto. Pusieron una película de Terminator, la que ya había visto pero hizo el esfuerzo de verla un rato hasta que se quedó dormido, soñando en Rebeca, su enamorada, quien estaría triste de no poder viajar juntos. Era la primera vez que ella lo hacía y se había animado porque irían juntos.
Habían pasado Pisco, cuando el bebe de al lado empezó a llorar y a reclamar su teta o que le cambien de pañal. Qué sería. Lo cierto es que vinieron a sus pensamientos los debates en que habían estado en Lima y a recordar que las fechas de la actividad en Arequipa se habían estado redefiniendo porque no podían estar todos los delegados para la fecha prevista. Claro, si yo mismo planteé que mejor sería variar dos semanas la reunión para garantizar que estuviéramos todos.
Mierda, mi agenda, mis apuntes, mi pequeño maletín donde los tenía. Lo bajó del lugar donde lo había colocado y sacó rápidamente lo que necesitaba, de paso una chompa que le cubriera un poco el frío que empezaba a sentirse un poco más. Parece que tiene hambre su hijo, sería mejor que le diera algo de comer, se dirigió a la señora de al lado. Perdón, si quiere le sostengo a la criatura para que pueda sacar lo que necesite. Ya estaban cerca de Ica y serían las 3 de la mañana.
Gracias joven, deme a mi hijo, le daré su biberón de leche. Felipe aprovechó para terminar de revisar sus apuntes y, quién lo diría, la reunión sería recién en dos semanas y él ya estaba de viaje a Arequipa (mejor dicho a Nazca). “Los pasajeros que bajan en Ica pueden alistar sus pertenencias, llegamos en 10 minutos”. ¿Qué hacía él viajando… la canción? ¿Seguía sentado o se bajaba nomás en Ica? Ni modo, veré cómo me las arreglo por estas tierras, iré a ver a mi compadre Soto, aunque sea para tomar desayuno temprano y regresarme después.
Felizmente lo dejaron terminar de pasar la noche en la estación a puerta cerrada, junto con otros pasajeros que estaban de tránsito o no tendrían a donde ir… Horas después, él se pasó otras tantas buscando la dirección de su amigo, la cual nunca encontró. Sólo atinó a llamar a su casa en Lima y hablar con su hermano, para que supiera que llegaría como a la hora de almorzar, estaba en casa de otro pata donde había pasado la noche y de allí se había puesto a estudiar para los exámenes finales que tenía la semana siguiente. En realidad, fue lo que hizo de vuelta en el bus, las horas que duró el largo camino que vivió, con las innumerables paradas que tuvo que gozar en el ómnibus que logró conseguir a la salida de Ica.
Gabriel
10 de febrero de 2011