La política en nuestro país suele darnos una serie de sorpresas, lo cual no quiere decir que todos sus actores políticos nos produzcan las mismas, aún a sabiendas que podrían requerirlo para salir de un atolladero o situar la agenda política en nuevos términos, recurriendo a algún tema que pueda concitar la atención.
Algo de eso hemos vivido en las últimas semanas, cuando con justa y atinada reacción, asistimos a la movilización de grupos de jóvenes y sectores de artistas, molestos con las decisiones tomadas en torno a los cargos sin elegirse, desde hace algunos años, para la Defensoría del Pueblo (DP), Banco Central de Reserva(BCR) y Tribunal Constitucional (TC). Debemos decir que ellos interpretaron desde un inicio lo que era un sentir ciudadano más extendido, fastidiado y con ganas de protestar por la manera arbitraria como se toman muchas veces las decisiones, el poco diálogo en ellas y lo insultante que traducían algunos nombres de los designados en los cargos.
Es cierto que para tomar acuerdos se requiere que las fuerzas políticas actuantes concierten sus decisiones. Sin embargo, no tenía que ser la mejor opción la de simplemente distribuirse las cuotas de poder entre los participantes, sin tomar en cuenta que las instituciones del Estado deben estar sujetas a consensos más amplios y de largo plazo y no de “simplificación” administrativa a cualquier costo.
Quizás lo determinante fueron algunos nombres involucrados, reflejando que los caprichos muchas veces se cuelan y quieren someter los intereses del país (como el imponer al abogado del “papi” de Keiko, acusado también de ser abogado de narcotraficantes); o que los escándalos por denuncias de corrupción pueden pesar más de lo que presumimos, como ha venido siendo los casos de los narcoindultos con Alan García, o los tráficos inmobiliarios que ha alcanzado a Alejandro Toledo.
Lo cierto es que una movilización sin aparente fuerza (al menos muy menor a la que había desatado la dación de la nueva ley de “Servicio Civil” o la que viene en curso en torno a las universidades u otros sectores), terminó desgranando el desenlace previo a Fiestas Patrias, mostrando una vez más las debilidades de nuestro sistema de partidos y fragilidad institucional. Al punto de que el propio presidente de la República, se obligó a declarar desautorizando el acuerdo multipartidario del Congreso (de la elección concertada que se prefijó) y le siguió la renuncia de Francisco Eguiguren, uno de los magistrados electos para el TC.
Alrededor de ello, se tejió una crisis política que fue bueno que se produzca. Ha sido bueno que muchos nos equivocáramos en la apreciación pragmática de que quizás no era posible otro tipo de acuerdo si las decisiones pasaban por tomar acuerdo con el fujimorismo en el Congreso, para hacer posible una elección con mayoría calificada de ¾ de los votos. Pero claro, algo así pudo condicionarse a criterios más públicos y objetivos, que procurasen salvar de la colada a cualquier sugerencia de poco consenso o, sobretodo, de trayectoria dudosa (como fue el caso de más de una de las propuestas).
Resultado: se vino abajo el acuerdo multipartidario y la ciudadanía se vio gratamente con la sorpresa de que puede tener fuerza la presión de la sociedad civil, desde algunos estamentos y para algunos temas que son sensibles. Ciertamente, representando una propuesta no partidaria en éste caso y de sentido amplio. Hubo posibilidad de impedir una decisión percibida como negativa y ha dejado el precedente de que se puede hacer alto a cosas similares “desde la calle”. Sin embargo, es bueno ser conscientes que dicha fuerza no ha dado para imponer un acuerdo alternativo,ni es garantía suficiente que se vaya a resolver en el corto o mediano plazo necesariamente. Casi si volvió a “fojas cero” en el tema de la elección.
De otro lado, muchos sectores de la opinión pública pensaron que iba a haber un reflejo de lo producido en el discurso presidencial de Humala por Fiestas Patrias, cosa que no se produjo, más allá de una breve mención. ¿Por qué? Pues, ya debiéramos habernos dado cuenta que Humala no es un presidente carismático y es excesivamente parco; no persigue ser un líder de “masas” y, más aún, no es un personaje demasiado político. Pero también tiene dificultad de rodearse de gente que le dé una proyección política más sostenida y cabal; salvo su esposa Nadine, pareciera tener desconfianza excesiva de con quién se rodea.
De allí también que intenta hacer una conducción de gobierno casi en “automático”. Salvo cuando estuvo Salomón Lerner de Presidente del Consejo de Ministros, al inicio de su gobierno, hubo el intento de hacer política y tomar iniciativa y liderazgo. Después de ello, no hubo ya quien se hiciera cargo de encaminar una conducción con reflejos más políticos, al punto que ha habido veces que parecía que no teníamos jefe de gobierno o se quería sustituir indebidamente con un rol excesivo de su esposa Nadine. El presidente aparece muchas veces como demasiado ausente, quizás jugando más el rol de un jefe de Estado y poco más.
Habrá que ver si el estilo de gobierno de Humala permite avanzar sobre temas que son claves. No sólo se requiere programas sociales para salir de la pobreza ni sólo inversiones grandes en el sector primario exportador para crecer de modo consistente. Como también se reconoce, es fundamental una industrialización interna y el desarrollo de los mercados internos, además de todo lo que pueda producirse hacia la exportación. Necesitamos salud y educación de calidad y no sólo una presencia extensiva de las mismas, empezando por la mejora de ingresos de los que tienen a cargo dichos servicios. No puede ser que haya fondos para pagar unos bonos de la llamada “deuda agraria” (que favorecen a unos pocos) y no haya recursos para mejorar los servicios públicos en sus diversos aspectos, incluida la carrera pública y su modernización. Otro tema de fondo es la regionalización, la cual se ha invitado a retomar en el debate y el consenso de lo que se puede hacer para avanzar.
Hay mucho “pan que rebanar” en el manejo público y político. Esperemos que las lecciones que nos dan los más jóvenes en todo momento sirvan para inspirar mejor lo que corresponde hacer para bien y crecimiento de nuestro país, donde sigue habiendo mucho por hacer y apostar creativamente y con sentido de justicia. Esperemos que el mismo presidente Humala (y los llamados “padres de la patria”) se dejen afectar por los mensajes que nos invocan. Y así, cada uno de nosotros.
Guillermo Valera Moreno
Comunidad de Vida Cristiana – CVX
Lima, 28 de julio de 2013