Amazonía: dialogar y entenderse

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Realmente resulta muy significativo encontrarse en una misma reunión con gente muy diversa y trabajando en zonas muy alejadas y, sin embargo, con la alegría de compartir cuestiones básicas como la fe de manera común, con mucha profundidad e invitación a un mutuo conocerse y crecer.

Reflexionar teológicamente sobre realidades que normalmente o aparentemente nos dicen poco y las vemos alejadas y “libres” de nuestro compromiso, puede ser todo un desafío. Realidades que probablemente nunca hemos escuchado nombrar o ligeramente en las noticias de alguna emisora de televisión o en algún periódico entreverado con propaganda u otros titulares.

Por ejemplo, yo creía que Caballococha era el punto más alejado y fronterizo de Perú en el río Amazonas. Resulta que “más arriba”, río arriba, existe la “triple frontera” (Brasil, Colombia y Perú), donde el lado peruano lo constituye el centro poblado de Santa Rosa. Surcando algo más uno se haya con pueblos de nombres llamativos como Islandia; pensar que la única Islandia que había escuchado es en la zona del Ártico, una isla en el extremo noroeste europeo… En fin.

Conocer de cerca percepciones de una espiritualidad muy centrada en la naturaleza. Desde lo que puede ser la cosmovisión de los Candoshi o las miradas de los Achuar (hacia la frontera con Eucador). O ciertas aproximaciones de los Naguas, existentes más en la selva centro sur de nuestro país, por los adentros de donde se explota el gas de Kamisea. O las realidades de Madre de Dios, a la cual nos volvimos a aproximar de modo preocupante con la visita del Papa, hace poco más de 1 año.

Es interesante la complejidad de nuestra amazonía, lo extenso de su territorio, lo poco que lo conocemos y, por tanto, lo poco que la amamos. Porque es difícil amar o enamorase de alguien, de algo o de un territorio sin conocerlo, sin haberlo palpado de alguna manera, sin aproximarse de diversas formas a ello. Y ese es un punto por el que muchos tienen y tenemos que empezar.

Es necesario entender más de cerca su geografía, sus habitantes, su problemática. Como reflexionaba más de uno/a, conociéndola de ser posible “in situ” y pasando alguna(s) temporada(s) larga(s). Que mejor, trabajando en ella y comprometido en sus honduras y surcar de sus ríos. Con sus poblaciones indígenas, especialmente.

Necesitamos conocerla para entenderla mejor e incorporarla e integrarla como parte consustancial de nosotros mismos. En su propia diversidad. En su propia riqueza y diversidad. Sin afanes de negocio o lucro que es la manera más errada de aproximarse. Porque siendo un regalo que hemos recibido debiéramos acogerlo mirando siempre el bien común. No puede ser que nos suceda (erróneamente) como con los océanos, los cuales los depredamos cual despensa inagotable y la llenamos de basura incontrolable.

Tenemos que cuidar los bienes que hemos recibido como creación. Tratarlos como tierra y espacio sagrado. Y obrar en consecuencia.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 12 de febrero de 2019

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