Archivo por meses: octubre 2017

Diálogo y reconocimiento

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Pensaba que lo sucedido en España, con la autoproclamada “independencia” de Cataluña, podía dar inicio a un proceso singular para el mundo. Aquel en el cual se decida revisar la historia de manera conjunta, entre España y Cataluña (en este caso), estableciendo y ubicando cuáles fueron los momentos críticos que alejaron a unos y otros; los hechos que generaron heridas que pueden parecer insalvables y que fueron convenciendo el razonamiento de una improbable convivencia dentro de un mismo país y la necesidad de separarse.

Debo decir que soy de los que piensan que no es necesario ni el mejor camino plantearse la independencia de ésta o de otras pequeñas repúblicas para aprender hoy a convivir en una misma área regional; no es necesario ya ser un Estado independiente, salvo que estuviera de por medio una flagrante opresión y causas históricas que justifiquen liberarse de una ocupación más bien de carácter imperial o equivalente. No es el caso, creo yo. Aunque a Madrid le correspondería pedir perdón a los Catalanes y a otras regiones por los desaciertos que se cometieron en varios momentos de su historia.

Cómo sería que se intentara iniciar otra forma de construir un Estado común desde la diversidad de experiencias que encierra España como otros tantos territorios europeos como el Estado de Francia, Alemania, Polonia, Inglaterra y qué decir del territorio de los Balcanes. ¿Es posible que podamos pedirnos perdón por las barbaridades que nos hemos hecho como civilización en tantos momentos de nuestra historia común? Tanto en Europa, Asia, América Latina o África. En todas partes del mundo. Con mayor razón, en el Oriente medio y las disputas de tinte aparentemente religioso que allí se dan y que tan directamente cuestionan la paz mundial y nuestro sentido de humanidad.

Para ello se requiere dialogar. Poner por delante un sentido razonable de tratar aquello que se considera insalvable y a veces poco factible de negociar. Echando rienda suelta a nuevas posibilidades de tratar nuestros problemas de maneras más creativas y solidarias. Creyendo que es posible concatenar acuerdos entre todas las partes. Eso, por ejemplo, lo podríamos trasladar a experiencias de nuestro propio país, con lo que viene sucediendo con la llamada reconstrucción de las zonas afectadas por el fenómeno del niño costero.

Varios meses que pasan y pareciera que nada se hace. ¿Falta de comunicación adecuada? Es muy probable. ¿Necesidad de mayor proactividad? Seguramente, buscando realizar iniciativas simultáneas y mejor dialogadas. ¿Estar más cerca de la gente y de los problemas? Sin duda, ya que las cosas no se pueden manejar sólo tecnocráticamente y desde Lima. Es indudable que saber concertar procesos y voluntades es una cuestión vital para todo y no se trata sólo de tener buenas ideas por más buenas que parezcan.

Es fundamental que aprendamos a establecer acuerdos desde el Estado con la sociedad civil que pueda corresponder, con las organizaciones representativas, las empresas y los diversos sectores que puedan estar implicados en los proyectos sobre los que se quiera tomar iniciativa o intervenir. Desde temas tan recurrentes como sobre qué invertir los fondos limitados de cada instancia del Estado, o la validación de políticas públicas centrales o neurálgicas a cada situación o región, ya fuera municipios, gobiernos regionales o entidades del gobierno central.

Si queremos construir Estados – país de modo consistente, tenemos que contar con todas las partes, su participación y decisión adecuada en las cosas que les compete. Ciertamente, de modo responsable, aunque aceptando que todos aprendemos de modo desigual y nos necesitamos. Que hay distintas idiosincrasias y maneras de ver las cosas que también deben tomarse en cuenta y respetarse. Limitando protagonismos personalistas y buscando reforzar instituciones.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 29 de octubre de 2017

Agradecimiento y responsabilidad

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Normalmente, cada semana que pasa, uno tiene muchas cosas por las que agradecer a la vida en general y a Dios (Jesús) en particular, más allá de cuánto uno se da cuenta de ello o cree que todo lo debe a sí mismo o “al destino”. No obstante, uno no está exento de tentaciones diversas, a modo de sentirse poco valorado, de que las cosas que uno realiza no andan muy bien, que todo pareciera (a veces) un continuo empezar y algunas cosas cayeran en un sinsentido (o en saco roto)… Seguramente alguna de éstas manifestaciones rayan con cosas que uno debe estar atento también a revisar; por qué no, siempre vendrá bien hacerlo.

Sin embargo, deteniéndonos un poco en las cosas que nos transcurren, uno podría también reconocer que siempre están allí los momentos en los cuales uno identifica que Jesús nos habla, nos acompaña, está presente de modo diverso. Si nos detenemos a verlo, podemos reconocerlo hasta en las situaciones más críticas o de soledad. Por cierto, desde los detalles más insignificantes, como la operación exitosa de un amigo, o la que puede estar pendiente de una madre. En la misma consideración de la persona de uno que, de pronto, es muy puesta en alto por personas que a uno lo han ido conociendo en diversas circunstancias y con una larga experiencia de vida.

Otros casos pueden suceder y de modo diverso. Por ejemplo, me tocó a mí la experiencia de sentir un eco especial en mi trabajo de personas que llegaron de fuera (del país), empatando con la experiencia laboral de uno, queriendo aprender de lo que uno les pueda aportar profesionalmente (y personalmente), y con mucha disposición para ello. Lo cual nos hace más conscientes de la labor pedagógica que a cada uno le toca desarrollar respecto a los demás, más allá de situaciones especiales. Además, en los últimos días, tuve la ocasión de abordar el tema de autoestima… como para acordarnos que hay elementos sobre los cuales tenemos siempre que actuar y tomar en cuenta de la mejor manera para llevar una vida consciente, así como equilibrada en el amor y en el obrar el bien.

Tomemos en cuenta que digo “una vida equilibrada en el amor y en el obrar el bien”. Porque a veces nos perdemos en aspectos que pueden ser engañosos. Como aquel que muchas veces repetimos en torno a la felicidad. Todos aspiramos a ello, aunque muchas veces no sepamos a qué nos referimos. No se trata tanto de tomar el sentido de la felicidad desde la banalidad de nuestro propio egoísmo o de lo que nos hace sentirnos bien únicamente a uno, pero diluyendo la relación con los demás y lo que supone obrar el bien común. Pero todo es un manejo de equilibrios según las circunstancias y las realidades que nos corresponde.

En ese caminar, es muy importante saber distinguir el cómo nos sentimos de lo que objetivamente transcurre (de lo ocurrido). Puede ser muy fácil olvidar hechos objetivos o no saber hilar adecuadamente con la experiencia de uno y relativizar o valorar poco la propia experiencia. Es muy común, por ejemplo, que cuando uno desempeña un cargo de responsabilidad en un grupo X (el que fuera, grande o chico), uno sienta que nadie lo apoya o que uno no ha hecho lo suficiente. Siempre se podrá conseguir mayores cosas por hacer y respaldos, pero no hay que dejar de hacer un inventario de lo que efectivamente se hizo y se contribuyó, porque podría tratarse de una idea o sentimiento engañoso.

A todos nos sucede y, en ello, el discernimiento y la oración nos pueden ayudar mucho a saber procesar la propia experiencia con la debida responsabilidad y valoración. Más aún si uno tiene ocasión de contar con buenos amigos, comunidad, un acompañante… Teniendo la confianza que uno aporta lo que puede dar (y de la mejor manera); hay limitaciones con las que uno se puede encontrar y hay que saber aceptar (por ejemplo, tecnológicas, ya que vivimos una etapa de innovaciones muy rápidas de éstas, especialmente las de comunicación). Siendo agradecidos y, en cualquier circunstancia, sabiendo asumir la propia responsabilidad.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 1 de octubre de 2017