Sería deseable

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Sería deseable que las organizaciones de izquierda pudieran unirse e ir juntas a las siguientes elecciones generales de abril 2016, pasando por un acuerdo político básico de programa, tolerancia, amplitud de horizonte y esfuerzo de renovación en los diversos aspectos que demanda el mundo en el que vivimos, centrada en democracia, justicia, paz y cultura, resumido en un acuerdo de “vida y dignidad para todos”.

Pensaba en ¿qué se podrá hacer para que ello pudiera crecer y legitimarse? Más aún, cuando personas muy referentes se nos van y, aparentemente, nos quedamos más huérfanos o en soledad. Sin embargo, será mayor motivo también para que emerjan nuevas personalidades (confiamos en ello) y será la mejor forma de rendirles tributo, como el caso reciente de la partida de Raúl Wiener, destacado hombre de izquierda y periodista de mucha valía, siempre honesto y valiente en sus puntos de vista y labores.

Creo que Raúl también apreciaba la necesidad de la unidad, por supuesto, sin que fuera a cualquier costo. Sin embargo, sigue habiendo una ceguera de cómo se hace política para aproximar a los diferentes que coincidimos en opciones programáticas básicas. Que sepa despertar y hacerse sentir como aire fresco; que nos permita sumar y convencer que podemos comprendernos dentro de un mismo jardín de flores diverso.

Estamos en un terreno tan frágil que pareciera que si no salen como candidatos los que tienen consigo la inscripción legal de su organización, la cosa no va para adelante. Me he preguntado si no sería necesario pedirles a ambas personalidades implicadas (Yehude Simons y Marco Arana) que, en aras de la unidad necesaria de la izquierda, debieran deponer sus candidaturas, dejando el paso a nuevas posibilidades. Aceptando que ambos puedan ser parte integrante de las listas parlamentarias que se configuren finalmente a nivel nacional. ¿Sería algo justo y necesario o es una necedad frente a posturas tan inflexibles y concluyentes? Nuevamente, ¿queremos hacer política o nos contentamos sólo con una mirada reiteradamente estrecha de lo que se puede hacer y podemos hacer?

Como dice Steven Levitsky, además de lo anterior, necesitamos de no jugar a demócratas y ser muy autónomos en nuestra postura sobre la necesaria democracia para gobernar, para construir el país más justo y solidario que queremos y para recuperar la confianza del pueblo en sus propias esperanzas, en sus propias organizaciones y en sus propias aspiraciones. Donde la democracia es algo sobre lo que no podemos dudar, aún a costa de criticar principistamente a otros gobiernos o países, por más buenos deseos que pudiéramos tener hacia ellos en sus respectivos derroteros políticos, particularmente, refiriéndonos al caso de Venezuela.

Lo anterior cabe para un conjunto amplio de cuestiones, aprendiendo a reconocer errores donde los hay (los que fueran si lo son), para saber ser mejores críticos de lo que no queremos y no repetir situaciones, ni inventarnos campañas externas cuando se nos pueda señalar los mismos, por más autoridad que se sea formalmente, ya fuera en la política, en la religión, en la economía o en la cultura. Porque la verdad es revolucionaria así cueste transmitirla o persuadirla con facilidad. Algo de ello hemos aprendido con la Comisión de la Verdad y Reconciliación y muy de a pocos sigue abriéndose paso (y seguramente un juicio más histórico sintonizará más con el conjunto del país más adelante).

Sería deseable practicar también el perdón en la política y en muchas otras dimensiones para posibilitar nuevos acuerdos y posibilidades. Entre otras cosas, para hacer factible una nueva unidad de la izquierda en éste recodo de nuestra historia.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 6 de setiembre de 2015.

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