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En los últimos años he venido trabajando, con la ayuda de Omar Coronel, el tema de la conflictividad social en el Perú, intentando distintas entradas al problema y utilizando, como materia prima, publicaciones como la que mes a mes presenta la Defensoría del Pueblo.
De este modo, para este trabajo en particular, primero se elaboró un documento que vincula los ciclos económicos de los últimos 40 años con los ciclos de protesta. Luego, un segundo documento que vincula los regímenes políticos que se sucedieron en este mismo período de tiempo (gobierno militar reformista en los años 70, democracias populistas en los años 80, autoritarismo neoliberal en los años 90, y democracias liberales en esta década) con el tipo de conflicto social que predominó en cada régimen. Ambos documentos, aun no publicados, fueron presentados en distintos reuniones y conferencias donde fueron sometidos al escrutinio de los expertos.
Con el conocimiento logrado con estos documentos y con las críticas recibidas, estoy terminando de escribir la versión final (que pronto será publicada en un libro) de un ensayo más ambicioso teóricamente que propone el concepto de “Representación Contenciosa”, como una forma de entender mejor la dimensión política de los conflictos que acompañan el desenvolvimiento de la democracia peruana. Este ensayo – que espero pronto estará publicado – combina la discusión teórica con una lectura de los procesos de cambio más significativos de las últimas cuatro décadas en el Perú.
Pero, ¿qué significa Representación Contenciosa?
El argumento de La Representación Contenciosa dice que los conflictos sociales que frecuentemente estallan en el país son, en realidad, la expresión contenciosa de una emergente y fragmentada representación de intereses locales por parte de actores con poco acceso o confianza en las instituciones de mediación política estatal. Esta representación o auto-representación no nace con un acto de legitimidad política electoral, sino de la capacidad de ciertos actores “representativos” de la sociedad local, de recoger y expresar en forma contenciosa sus reivindicaciones materiales largamente postergadas.
Esta suerte de localización de la legitimidad representativa se ve facilitada por una sociedad local firmemente cohesionada por experiencias de exclusión y olvido por parte del estado central y los políticos basados en Lima. También por nociones de territorio, nosotros los pobres, respeto, y no confiamos en otros que forman parte de un discurso político que identifica adversarios, plantea estrategias de confrontación y negociación, pero no se pregunta por aliados y demandas más allá de lo local.
Son pocos los casos donde es posible identificar la presencia de proyectos políticos que tienen una imagen de sociedad a ser construida, que reclaman determinados valores para justificarla, y que privilegian ciertos estrategias para concretizarlo. Finalmente, la emergencia de la representación contenciosa es un proceso histórico alimentado por los desencuentros entre una cambiante estructura social y sus vínculos o ausencia de ellos con el sistema político.
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