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Ollanta Humala 2011. Cuando las estrategias electorales sí importan.

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Fotos tomadas de Perú Debate

Sobre el reciente proceso electoral están circulando varias interpretaciones que buscan explicar sus resultados invocando factores socioeconómicos o culturales, Factores que sin duda han jugado un papel importante en la victoria de Ollanta y en la derrota de Keiko. Sin embargo, en esta oportunidad, quisiera llamar la atención sobre el papel que ha cumplido la “agencia”, las estrategias electorales, y el accionar de los candidatos, que en una competencia tan polarizada y disputada han tenido un papel definitorio en los resultados finales. Estas notas, entonces, buscan recuperar el accionar de la política propiamente dicha.

1. CRECIMIENTO CON INCLUSION
La victoria de Ollanta Humala se empieza a construir cuando su comando de campaña comprende temprano que en el Perú del 2011 no hay condiciones favorables para un cambio radical del modelo económico vigente y que hay que moderarse. En un contexto de crisis profunda (social, política, económica) los individuos parecen estar más dispuestas a buscar salidas radicales o autoritarias que les permitan avizorar alguna solución o un halito de esperanza a una situación de desesperada. La experiencia histórica de nuestros vecinos muestra que Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, e incluso Alberto Fujimori, aparecieron en situaciones de crisis y obtuvieron un apoyo social muy fuerte que les dio enorme legitimidad y les permitió hacer grandes cambios políticos y económicos.

Esta no es la situación actual en el Perú. No vivimos una aguda crisis económica sino todo lo contrario, un ciclo de crecimiento excepcional que ha duplicado el PBI en una década, ha bajado los indicadores de pobreza (de 44.5% en 2006 a 31.3% en el 2010), pero mantiene los índices escandalosos de desigualdad vigentes desde mediados del siglo pasado. En otras palabras no hay bases materiales para exigir un cambio radical del modelo pero si demandas no satisfechas de mayor presencia del estado (salud, educación, servicios), de respeto a derechos adquiridos, de mayor redistribución de los beneficios del crecimiento, pero sobre todo de mayor inclusión social. Demandas que provienen de las regiones y provincias más pobres e indígenas, pero también de los grupos medios y medios bajos emergentes que la estratificación social actual denomina sectores C y D. No hay que olvidar que muchos de los conflictos sociales que ocurren actualmente en diversas regiones del Perú, no son sino la representación contenciosa de estas demandas no escuchadas por el poder central afincado en Lima.

Los estrategas de Humala comprendieron bien esta situación condensando el mensaje de campaña en el lema “Crecimiento con Inclusión”. En otras palabras cambios distributivos y regulatorios pero sin modificar las líneas maestras del modelo económico. También tuvieron que alejarse raudamente de la influencia de Chávez para buscar cobijo en la admirada experiencia de Lula en el Brasil, una izquierda que manejó la economía con una orientación de centro derecha y los ministerios sociales con orientación de izquierda.

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Foto: Andina

2. ALIANZAS ELECTORALES
La estrategia de Humala el 2011 también contó con una lectura acertada de lo ocurrido en las elecciones presidenciales del 2006, donde su candidatura irrumpió con fuerza y casi gana la presidencia, para 4 meses después su partido ser derrotado estrepitosamente en las elecciones regionales y municipales. El ascenso y caída del nacionalismo el 2006 se explica porque en una sociedad con alta fragmentación política (predominio de los partidos locales sobre los partidos nacionales), la candidatura de Ollanta logro cohesionar transitoriamente a un sinnúmero de grupos, redes y movimientos de numerosas sociedades locales. Sin embargo, una vez que la posibilidad de éxito en las presidenciales se diluye la identificación se quebró y los cálculos personales y de grupo se impusieron en las elecciones regiones.

Extrayendo las lecciones de esta experiencia los estrategas de la campaña del 2011 decidieron no presentar candidatos propios a las elecciones regionales y provinciales, que en esta oportunidad se desarrollaron primero que las presidenciales, para no verse expuestos a patrocinar candidaturas perdedoras preservando de esta manera la imagen de nacionalismo. Hay que reconocer que cuando esto sucede muchos no entendimos esta decisión que, además, para ser justos fue muy similar a la de otros partidos nacionales. La decisión de no presentarse tuvo otra ventaja: identificar en todo el territorio nacional los movimientos y partidos locales y regionales con mayor apelación electoral en sus respectivas jurisdicciones.

Una vez identificados estos actores locales, el nacionalismo desarrolló con ellos una paciente estrategia de construcción de alianzas que le permitiera superar la fragmentación, canalizar sus votos hacia la candidatura de Ollanta, y darles un lugar en las listas parlamentarias. Tengo entendido que este no fue un proceso fácil, la experiencia del 2006 con los tránsfugas del congreso de un lado y las ambiciones desmedidas de líderes que no ven más allá de su localidad, convirtió esto en una tarea laboriosa. Finalmente se logra constituir la alianza electoral denominada Gana Perú. En algunos casos el partido nacionalista firma acuerdos programáticos, especialmente con los movimientos y partidos con una orientación ideológica más fuerte, pero en otros son alianzas pragmáticas con personalidades y movimientos personalistas o familiares.

A la luz de los resultados esta política de alianzas ha dado resultados. Por primera vez desde que se instauró el sufragio universal (1979) ha ganado las elecciones presidenciales un candidato que pierde en Lima. Dicho de otra manera es la primera vez que un candidato que gana en Lima no gana las elecciones, como sí ocurrió el 2006 cuando Alan con el voto de Lima y la costa norte derroto a Ollanta. Esto constituye un cambio histórico sin precedentes en la política peruana y expresa en la escena electoral la tendencia a un mayor empoderamiento económico, social y ahora político de las regiones.

Es decir el que gana en el sector moderno del país pierde las elecciones generales, un caso contrario a las elecciones del 2006 cuando García gana con los votos de Lima y costa norte.

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