No sie
mpre puedo escribir notas sobre las ciudades y países que visito por razones de trabajo. En algunos casos no tengo el tiempo ni la tranquilidad suficiente para registrar lo que percibo o en otras casos estoy tan estresado y concentrado en las reuniones que no pongo demasiada atención al entorno. También sucede (y no se porqué) que las cosas que te llaman la atención son tan diversas que lo mejor es ser libre y escribir sobre lo que registras sin preocuparte si son temas “serios” o banales. La idea de notas de viaje es disfrutar escribiendo lo que te llama la atención. Además, es un excelente motivo para escapar del grupo que te acoge, recuperar la individualidad y convertirte en un observador solitario. Pese a ser un sociólogo y sentirme cómodo con distintos tipos de personas, necesito también salir de los círculos, mis círculos, para mirarlos desde afuera.
Esta vez estuve en la ciudad de México Distrito Federal, participando en el 53 Congreso Internacional de Americanistas que se realizó entre el 14 y 24 de julio. Luego salí a otro lugar y regrese al DF nuevamente el 2 de Agosto. No es la primera vez que vengo a México, en realidad he venido repetidas veces desde hace más de una década, y por lo tanto he tenido la oportunidad de ser “apapachado” (como dicen aquí) por amigos y ex compañeros de estudio y conocer Guadalajara, Veracruz, Xalapa, Oaxaca, Tijuana y por supuesto el DF.
I. MÉXICO LINDO
Siempre me he sentido muy cómodo en este gran país latinoamericano. Desde el punto de vista cultural y racial somos muy parecidos mexicanos y peruanos. Basta recorrer calles, plazas u otros lugares públicos para sentir que muchas cosas resultan familiares, y que naturalmente “sabes” como interactuar, no obstante nunca antes estuviste allí. No por gusto ambos pueblos somos descendientes mestizos de las más grandes civilizaciones indígenas de las Américas. Resulta curioso también que ambos pueblos compartimos el mismo recurso de imaginarnos un pasado prehispánico mitológico, ignora que ambos imperios, el inca y el azteca fueron sistemas políticos déspotas, que sometían y explotaban a otros pueblos y culturas. La tentación de evocar aquellos imperios como reinos de abundancia, justicia, y eficacia es una gran tentación de la que parece no podemos escapar.
No obstante lo que acabamos de decir, las diferencias son también saltantes. México con la revolución mexicana logró integrarse como un estado nacional fuerte, desigual entre y al interior de sus múltiples espacios regionales, pero estado nacional al fin y al cabo. Lo indígena en sus múltiples vertientes fue integrado dentro del imaginario político y cultural de la nación. Es impresionante como las personas utilizan palabras y referencias de origen indígena. Lo mismo sucede con el nombre de las personas, plazas, universidades, autopistas, platos de comida, etc. Pero no todo es color de rosa, en los años que vengo visitando México se observa una creciente presencia de la cultura y los negocios norteamericanos en todos los estratos. La “hibridación” de las que nos habla García Canclini tiene múltiples componentes.
Pienso que el Perú en las últimas décadas ha avanzado bastante en la integración de su población a la idea de nación, un proceso que se inicio hace casi 200 años y que ha tenido enormes problemas no siempre reconocidos. A diferencia de Bolivia, Perú no sufre el grado de fractura y antagonismo regional que lamentablemente caracteriza a nuestro vecino altiplánico. No tenemos movimientos separatistas ni existe simpatía por discursos que hable de “refundar la república”. Tengo la impresión que la dura experiencia del conflicto interno que afecto de una u otra manera a todos los sectores sociales tiene algo que ver con esta afirmación de la idea de nación.
Volviendo a México, podemos decir que la heterogeneidad étnica salta a la vista en las parejas conformadas por personas de razas distintas que hay aquí por doquier, solo semejante en América Latina a lo que uno encuentra en Brasil. Situación opuesta a la que uno observa en Buenos Aires o Santiago donde las parejas son más homogéneas racialmente y no hay muchos cruces de fronteras étnicas. La situación peruana me parece intermedia entre estas dos situaciones opuestas, entre nosotros hay más mestizaje porque somos muy diversos y la población de origen europeo es reducida. Sin embargo, también hay sectores, sobre todo de clase alta, donde evidentemente por generaciones no ha habido mezcla alguna. ¿A qué de deberá esto último? ¿Es un tema de “clase social” o ingreso económico? Si este fuera el caso con los cambios en la composición de las elites, ya sea por vía de los negocios o por la vía de la educación, esto debería cambiar o estaría cambiando. No estoy seguro que esto sea tan fluido, el arcaísmo y el racismo es aun muy fuerte entre nosotros, sobre todo en las generaciones mayores.
A propósito no puedo evitar mencionar un artículo que leí ayer (26 de Julio), en la sección “Week in Review” del New York Times, escrito por Helene Cooper y titulado: Meet the New Elite, Not Like The Old”. Este artículo describe como las principales universidades de US (Harvard, Yale, Princeton, Columbia), hace 40 años decidieron empezar a reclutar agresivamente estudiantes negros y latinos para integrarlos a sus campus en ese momento enteramente conformado por estudiantes blancos y ricos. Esto fue la respuesta al profundo impacto político que produjo el movimiento de los derechos civiles y sus mártires (incluyendo Martín L. King) entre las elites liberales de este país. El razonamiento era el siguiente: “el país es muy diverso y por lo tanto necesitamos una elite diversa que la expresa mejor. No se puede aspirar a una democracia de derechos para todos con una elite cerrada en si mismo”.
Pues bien, 40 años después de esta iniciativa de “acción afirmativa”, el artículo señala que hoy hay una nueva elite en US y que por su origen social y étnico es diferente a la anterior ya que se mueve en varios círculos de identidad y por lo tanto es igualmente competente pero más flexible y creativa. Y para ello pone como ejemplos a Barack y Michelle Obama (Columbia, Princeton, Harvard). Eric Holder (Columbia), Valerie Jarret (Michigan Stanford), y la primera latina del Tribunal Constitucional Sonia Sotomayor (Princeton, Yale). Interesante, no?
II. LA GUERRA DE MICHOACAN
Según diversos analistas mexicanos la guerra del estado contra el narcotráfico en el es uno de los mayores desafíos que enfrenta este país y las cifras son pavorosas. Según el diario el Milenio (1 de agosto) en lo que va de este año se han registrado 4 mil 300 ejecuciones vinculadas al narcotráfico, el año 2008 fueron 2 mil 651 ejecuciones y el año 2007 fueron 1 mil 672 ejecuciones. Solo el mes de julio del 2009, se ejecutaron 854 individuos, de los cuales 60 fueron policías. Al día siguiente (2 de agosto), los diarios reportaron que 22 mandos policiales en Tabasco fueron detenidos por estar vinculados a los carteles de la droga, y que 7 alcaldes distritales del estado de Michoacán fueron detenidos acusados de formar parte del grupo criminal conocido como La Familia Michoacana.
Este último grupo vive el enfrentamiento más violento y encarnizado con las fuerzas de seguridad utilizando en sus ataques lanzagranadas, y rifles al alto poder contra policías, militares, y edificios públicos, sino porque La Familia Michoacana, el cartel más fuerte del lugar está tratando de construir un estado dentro de otro. Según el diario Excelsior, citando fuentes oficiales, esta organización criminal controla directa o indirectamente el 85 % de la economía local por lo cual su relación con la clase política y económica de este estado es muy profunda. Para ello no solo desarrolla una estrategia tradicional de coerción y corrupción, sino que tiene una visión ideológica y religiosa que le permita penetrar y reclutar sus “soldados” sino también a sectores medios y altos que buscan que alguien ponga orden.
Para mí que vivo en un país donde el narcotráfico es un actor económico sin duda importante, y donde se observa el desplazamiento de las firmas colombianas por los carteles mexicanos, este aspecto ideológico es sin duda fascinante pero también muy preocupante. Según los diarios Excelsior y Milenio, pero también la revista Impacto, La Familia Michoacana administra con la indulgencia por decir lo menos de las autoridades locales, numerosos centros de rehabilitación por problemas de alcoholismo y drogadicción. Allí a cambio de alejarlos del mal camino, los jóvenes obtienen ingresos para mantener a sus familias pero deben su vida y lealtad a la organización. Se calcula que cerca de 8,000 jóvenes han recibido o reciben “talleres de superación personal”.
Sus miembros además forman parte de una iglesia evangélica propia, con predicadores que van de casa en casa llevando “su verdad”, y donde el mandamiento “de no matarás” esta condicionado a las necesidades de la organización. El jefe del cartel al igual que varios de sus principales lugartenientes se hace llamar “Pastor”. Llama la atención que entre las reglas de La Familia este: “no dañar a los ciudadanos, acrecentar los vínculos familiares, y no aceptar a secuestradores y violadores entre sus filas”. Según miembros capturados por la policía, ellos realizan labores de limpieza eliminando “elementos incorregibles” (sobretodo violadores), y se enfrentan a policías y militares porque están defendiendo su propia región de fuerzas extrañas enviadas desde la capital. Al respecto hay que señalar que el ejecutivo ha enviado un contingente de 5,000 soldados y policías a la región en las últimas semanas. Lo desconcertante es que la respuesta recibida no es sólo fuego nutrido sino incluso una invitación al presidente a “negociar”, reconociendo sus logros pero señalando que está rodeado de “malas influencias”.
Finalmente, es necesario señalar que Michoacán no es un estado poco importante, varios líderes de este país son nacidos aquí, basta mencionar al actual presidente Felipe Calderón, el propio Lázaro Cárdenas figura insigne de la revolución mexicana, y a su hijo y fundador del actual PRD Cuauhtémoc Cárdenas.