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El pasado 15 de febrero el Club Alianza Lima, del cual soy fanático desde niño y socio desde hace 15 años, cumplió 110 años de existencia. Identificado desde sus orígenes con los obreros textiles y de construcción civil, con los afroperuanos y mestizos de los barrios populares y con los inmigrantes italianos bohemios y jaraneros de bajos recursos, el club tiene una larga y densa historia cultural. Con el paso de los años los aliancistas hemos pasado momentos felices, de gran alegría pero también de dolor por la pérdida de jugadores y mártires que ha fortalecido nuestra identidad emocional y sentimental. Todos los que profesamos esta “religión deportiva” tenemos muchas historias personales y familiares.
Recuerdo a mi viejo Ítalo cuando los domingos en la tarde sigilosamente abandonaba la mesa familiar y se refugiaba en su dormitorio para escuchar por la radio las incidencias de los partidos. Recuerdo que era muy niño cuando lo seguía y juntos con los ojos cerrados echados en la cama imaginábamos las incidencias de los partidos y el allí me contaba historias de los jugadores antiguos o cuando él mismo se escapaba de la panadería del abuelo para ver jugar al alianza. Sentí allí que éramos cómplices y entendí el significado de la intimidad aliancista.
Poco después, sin embargo, comprendí que ser aliancista no era fácil porque en el entorno en que a veces transitaba despreciaban a los negros y decían cosas hirientes que por consejo del Bambino (así llamaban a mi viejo sus amigos) no debía permitir sino encarar incluso con los puños de ser necesario. Así me fui volviendo aliancista, sentimental con las derrotas pero a la vez ultra, radical, beligerante incluso con mis propios parientes y amigos del colegio. Con los años todo ello queda como ímpetus adolescentes pero que ahora que el club cumple 110 años no sé porqué pienso en mi viejo que ya no esta aquí con nosotros. Se fue cuando yo estudiaba fuera del país y, a pesar de que tomé el avión corriendo, no llegué para decirle gracias por todo. Gracias por apoyarme y enseñarme muchísimas cosas en la vida, una de ella el ser aliancista.
El 110 aniversario lo celebraron los socios, los exjugadores y glorias encabezadas por Teófilo Cubillas, trabajadores, periodistas, etc. en la cevichería Mi Barrunto ubicado frente al Estadio de Matute. Lamentablemente el club actualmente está dirigido por una directiva cuestionadísima que no representa el sentimiento aliancista. Me han hecho llegar el video de esta emotiva celebración y aquí está para compartirlo con todos ustedes.
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