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En la plazuela desierta
una chiquilla contemplaba
a un gorrión que volaba
aunque su suerte era incierta
Y en el vuelo increíble
de aquel pájaro pequeño,
Gina veía a su sueño
hecho todo un imposible
Condenada desde el día
en que al mundo vino,
al yugo mezquino
de tez negra y sombría
de la silla de ruedas,
que clavaba sus piernas
y sus ansias tan tiernas
y ella sin que nada hacer pueda.
Las lágrimas bañaron
aquel rostro divino
y aquel pobre destino
que los hombres marcaron.
Ella lloraba de pena
porque quería caminar,
como otras chicas, poder amar
y era tan insufrible su pena…
Joel, oculto como un niño
sin ser visto la miraba
y en secreto la amaba
con el más puro cariño.
Al fin, Joel, con gran valor,
se puso junto a ella
como busca la estrella
que dar luz y calor;
Y le dijo al oído:
“Amiga, esta es la cruz
que el Dios de la luz
te dio sin haberla pedido.
Amiga, yo te quiero ayudar
a cargar tu carga,
y verás que a la larga
juntos lo hemos de lograr.”
Y ella le dijo: “Joel,
siempre estás a mi lado,
tú nunca me has fallado,
ni en el instante aquel,
en que por alguna supiste
que para el mal que padezco
y que yo no merezco
cura alguna que no existe.
“Amiga, -dijo Joel-
yo quiero decirte algo,
y aunque muy poco yo valgo
te lo juro por Él
que soy sincero contigo
y que yo no te miento;
que el cariño que siento
por ti, es más que de amigo.
Amiga, me cuesta decirlo,
pero yo a ti te quiero
y hace mucho que espero
que puedas oírlo
de mis jóvenes labios;
que aman el débil y el recio,
el docto y el necio,
los ignorantes y los sabios”.
“Amigo –dijo Gina-
sin tomar al Señor por testigo
sé que eres sincero conmigo,
aunque sabes qué se avecina.
Yo también te quiero,
y sería mucho mejor
que este dulce amor
que nos dio el justiciero
nuestro Dios del cielo,
a Él lo consagremos
y así las gracias le daremos
por este tan grande consuelo”.
Joel tomó con ternura
una de las manos de Gina,
y la besó con calma divina,
como pleno rayo de dulzura.
Ambas miradas se cruzaron
emanando inocente candor;
abrazóla Joel con amor
y con caricias sus rostros se llenaron.
“No es por tus labios rojos,
ni por tus negros cabellos,
ni por los destellos
que irradian tus lindos ojos;
ni por lo que esperes
ni por lo que tienes
ni lo que sostienes,
sino por lo que eres
Como persona humana,
creación de plenitud,
con defecto o virtud,
como a una virgen cristiana
te quiero y quiero
que sepa todo el mundo
que este cariño tan profundo,
es hermoso y sincero.”
Agonizaba así la tarde,
y la gente en retirada
caminaba iluminada
por un sol que poco arde.
Confundidos con la gente
Gina y Joel se perdieron
con las sombras se cayeron
con la noche, de repente.
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