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Señor, la quiero tanto,
como el sol al nuevo día,
como quiere a la vida la agonía,
como quieren las aves a su canto.

Señor, la quiero tanto,
como la playa a las olas,
como madre que a solas
mece a su hijo alejándolo del llanto.

Señor, la quiero tanto,
como la noche a las sombras,
como al suelo las suaves alfombras,
como quiere la mujer a sus encantos.

Señor, la quiero tanto,
como fraile a su oración,
como el hombre a la dulce tentación,
como anhela el desnudo un tibio manto.

Señor, la quiero tanto,
como cantor a su tema,
como adora el bardo a su poema,
como adora el apenado a su quebranto.

Tanto la quiero, Señor,
que es el silencio, mi amigo,
y mi cuarto al mundo testigo
de un secreto que yo guardo con temor.

Tanto la quiero, Señor,
que no le digo lo que siento;
porque muy triste yo presiento
que al hacerlo perdería yo su amor

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