A pesar de los deseos no siempre uno viaja con la serenidad y el tiempo necesario para poner atención al entorno y escribir lo que se percibe o llama la atención. Por lo general esto sucede cuando viajas estresado, trabajando los documentos que se discutirán en las reuniones a las que asistes. Esto es precisamente lo que me había venido pasando todo el año pasado, aunque felizmente la situación cambio en este viaje a Holanda, a donde fui a participar de una reunión de preparación de un proyecto de investigación comparado alrededor del tema de Justicia Hídrica.
La reunión denominada “Water Justice in South Asia and Latin America compared: an interdisciplinary research program on water governance”, se llevo a cabo entre el 25 y 29 de abril en la Universidad de Wageningen (UW), y participaron docentes e investigadores de Holanda, Nepal, India, y Perú. Fueron días intensos de trabajo, prometedores en la investigación comparada, y también muy agradables por la hospitalidad de los amigos de Wageningen con los que la PUCP tiene una alianza estratégica para impulsar en los andes trabajos conjuntos.
Luego de 11 horas de vuelo sin contratiempos y sintiendo en el cuerpo las 7 horas de diferencia horaria entre el Perú y Holanda, finalmente aterrizó el avión en el Aeropuerto de Schiphol. Nos recibe un día soleado aunque en la manga de salida nos espera una policía con un perro antidroga que camina entre los pasajeros mayormente europeos pero sin ser intrusivo ni amenazante. Al terminar la manga esta vez policías varones preguntan y revisan tus documentos. Y más allá en el control migratorio la escena se repite. El control es firme y minucioso pero no sientes que te hablan con tono agresivo o con aires de superioridad como lo hacen los policías latinos en Miami, aeropuerto que siempre busco evitar, sino que el trato es horizontal e incluso amable. He pasado por revisiones similares en otros países, sobre todo en vuelos que vienen del Perú o Sudamérica, así que estoy listo para defenderme con dignidad pero no es necesario.
Continúa…
Pasados los controles y subiendo y bajando escaleras eléctricas llego a la estación de tren, buscando aquel que me llevará a la estación de Ede-Wageningen. Antes hago mi cola y compro el pasaje en una máquina con mi papelito en la mano con las indicaciones que me han enviado los amigos. A la hora exacta el tren aparece, me subo al segundo piso, y en los siguientes minutos observo por la ventana kilómetros de kilómetros de campos de cultivo de color verde intenso, intercalados con fábricas que no contaminan sino que tienen incluso animales en su alrededor y canales de riego por doquier. Estoy atento esperando que alguien aparezca a revisar mi pasaje pero nadie me pidió nada tanto en la ida como en la vuelta. Todos pagan, nadie se hace el vivo y el sistema funciona bien, con horarios exactos y vagones limpios y en buen estado. Finalmente llegamos, veo un cartel grande en holandés e inglés: Welcome to Wageningen, the city of sciences.
Wageningen es hoy una ciudad universitaria de 40,000 habitantes ubicada en la provincia de Guldres, en la orilla norte del río Rin. Sus orígenes sin embargo son muy remotos, van hasta el Medioevo aunque ya en 1263 recibió los derechos de ciudad y contaba con un dique y una fortaleza para defenderla de un pantano. Como bromean los amigos ya desde esa época había ingenieros. En mi visita anterior, hace un par de años, pude visitar los restos de estas construcciones ubicadas hoy en el centro de la ciudad. Es interesante anotar además que la ciudad es también famosa por ser el lugar donde el 6 de mayo de 1945, el general alemán Johannes Blaskowitz se rindió a las fuerzas aliadas terminando la segunda guerra mundial para los países bajos. La capitulación ocurrió en un salón de lo que es actualmente un pequeño hotel, recuerdo que el salón no es muy grande, tiene fotos de dicho evento en las paredes que mire con avidez, los muebles son antiguos y me parece increíble haber estado durante mi visita anterior en ese mismo lugar que fue testigo de un hecho histórico mundial.
La Universidad de Wageningen se estableció en 1918 sobre la base de una escuela politécnica de agricultura fundada en 1876. La universidad es hermosa con grandes extensiones de terreno, arboles, ciclo vías, canales por todo lado algunos con ganzos, y edificios modernos “verdes” y amigables con el medio ambiente. Desde el inicio la universidad se especializó en ciencias naturales y con una fuerte investigación científica, al punto que a su alrededor se han establecido empresas, laboratorios, e institutos de investigación e innovación de distinta índole. Hoy Wageningen está considerada entre las 150 mejores universidades del mundo, según el Times Higher Education Ranking, y en los últimos 5 años los holandeses la han votado como la mejor universidad científica del país. Cuenta con 6,000 estudiantes internacionales que provienen de 98 países del mundo, de un total de cerca de 40,000 estudiantes. Y desde hace décadas es una universidad pionera en el impulso a los estudios interdisciplinarios, impulsando el diálogo con las ciencias sociales y las ciencias humanas.
Precisamente fui invitado por un grupo de profesores de ingeniería de varias vertientes, de sociología y antropología para colaborar en la elaboración conjunta de un programa de investigación interdisciplinario. En la reunión tuve la oportunidad de escuchar a 2 profesores destacados, Niels Röling y Thom Kuyper, que compartieron sus experiencias liderando programas de investigación interdisciplinaria. La relación de UW con los andes es de larga data, se inicia con los cursos de sociología del desarrollo del profesor Norman Long que viajó al Perú en los años sesenta y setenta a iniciar sus investigaciones. El colega y amigo Teófilo Altamirano recuerda aún cómo cuando era estudiante conoció a Norman y a Bryan Roberts, otro profesor inglés que actualmente enseña Sociología en la Universidad de Texas, Austin, y recorrieron con un viejo escarabajo las provincias de Junín. El interés por los andes peruanos se mantiene vivo y renovado con el grupo de profesores que dirige ahora Rutgerd Boolens quien, dicho sea de paso, hizo su tesis de doctorado en Cusco. Rutgerd, un excelente amigo y colega, ha impulsado varios proyectos en el Perú y Ecuador, ha publicado libros y ha promovido que estudiantes peruanos obtengan becas en esta prestigiosa universidad. Precisamente por esta destacada labor, la PUCP ha nombrado a Rutgerd como profesor visitante del Departamento de Ciencias Sociales para el periodo 2010-2013, para ayudarnos a construir un área de estudios socioambientales.
Estando en Holanda el ministro de justicia anuncia que el gobierno de este país está por cerrar ocho prisiones debido a que no tiene los presos suficientes para cubrir la capacidad que tiene su sistema penitenciario. Holanda tiene una población de 16.6 millones y solo 12 mil presos aunque la capacidad de sus cárceles es de 15000. Amigos peruanos del facebook bromean con esto y piden que parte del presupuesto del sistema penitenciario holandés pase al Perú para atender a la docena de presos de esta nacionalidad que tenemos en nuestras cárceles. Algunos incluso alucinan con agregar a la paila de Lurigancho un poco de queso o chocolate holandés. Evidentemente estar preso en Holanda debe ser muy diferente a estar preso en el Perú.
Varios analistas dicen que una de las razones de la disminución en el índice criminal podría tener que ver con la legalización y el control del consumo de algunas drogas, acompañada de políticas públicas que buscan evitar su uso y muestran sus efectos de largo plazo. Pregunto a los amigos holandeses sobre esto y ellos me dicen que los principales consumidores que pueblan los cafés donde se puede fumar marihuana o hachís a la carta, son turistas que viajan a Amsterdam para tomarse estas libertades que en sus países no tienen.
Más allá de las bromas es indudable que Holanda es un país tolerante no solo con las personas de distinto origen étnico, con los niños y ancianos, sino también con los animales. Una colega de UW por ejemplo asistió todos los días a nuestras reuniones de trabajo con su perro, el cual se sentó en una almuadita quieto casi todo el día sin ladrar ninguna vez. Más aún cuando íbamos a almorzar el perro venía con nosotros e ingresaba a los salones y nadie decía nada. Observando esta tolerancia pensé tratando de explicarme la conducta canina que probablemente Tom, así se llama el perro, nunca había sentido hambre o visto obligado a pelear por su comida.
Una respuesta estereotipada es que las sociedad ricas se preocupan más de los animales que de la gente, pero esto no es cierto en Holanda, ya que como todos sabemos la cooperación al desarrollo holandés a los países en desarrollo ha sido y es una de la más generosa del mundo. Más aun las donaciones de las familias por causas humanitarias son cosa de todos los fines de semana, pero los holandeses prefieren hacerlo anónimamente ya que no les gusta la ostentación ni las jerarquías sino el trato horizontal e igualitario. A estas alturas ya se habrán dado cuento que me gusta mucho Holanda, sus gentes y cultura, me siento cómodo y tratado como igual sin más ni menos.
Realmente es fascinante esta mezcla de liberalismo social y cultural con valores provenientes de la religiosidad protestante.