67.- Segundo

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Una voz en el silencio

El letargo ha terminado.
El letargo ha terminado hoy
y estoy despierto.
Veo que las cosas han cambiado
y no me importa.

Es como empezar otra vez,
como nacer de nuevo,
como si el silencio
se hubiese roto con el silencio,
porque también en el silencio
se escuchan voces,
voces que hablan y gritan,
que gimen, que suplican, que desgarran.

Y esa voz que brota
del silencio de mi corazón
me suena familiar
aunque no la conozco,
apenas escucho qué me dice
sin saber quién me habla.

Me conoce,
sabe de mis egoísmos y debilidades,
y me entiende.
¿Cómo puede saber tanto de mí
siendo la primera vez que me habla,
como el susurro de una suave brisa,
con el gemir de una letanía
o una plegaria?

No puedo verlo,
solo escucharlo
aunque no pueda descubrir su voz;
es una voz de silencio,
como la que podría percibir un sordo.
Una voz que hace innecesarios
el oído, la vista, los sentidos,
una voz que llega directo al corazón
y lo transforma
una voz que me hace sentirme miserable
y a la vez colmado de riquezas,
tenerlo todo y sentirme nada.

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66.- Primero

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Era un día más y me sentía solo.
Muy solo.
Recostado sobre el lecho,
compañero inseparable
de tantas noches frías,
y de intensa oscuridad,
acurrucado en el refugio
de mi cobija,
de mi almohada,
de mi lecho y las paredes.

Las cuatro paredes,
aquellas cuatro paredes
que se me hacían una prisión insoportable,
que despedía el aroma
de la cruenta soledad,
y lloraban con el llanto
de amargura y de pesar.

Mi tristeza;
ha pasado tanto tiempo
y me es imposible
dejar de llevarla conmigo,
de me hace difícil tenerla,
inseparable de mi piel,
como piel de carne viva,
como tinta de papel.

No había luz.
No veía la luz de neón
encendida destellar,
pese a que mis ojos
no dejaban de mirar;
y tampoco escuché
la voz que me llamaba,
que mi nombre pronunciaba
segundo tras segundo,
instante tras instante.

Era una voz familiar
a la que nunca yo atendí,
a la que nunca le hice caso,
al sentirla junto a mí;
y tenía una mano
extendida hacia mí,
aun cuando yo hubiese
pasado de largo.

La voz, y la luz, y la mano extendida.
Y vi un rostro,
era un rostro familiar,
un rostro que jamás
había mirado con atención,
a pesar de estar tan cerca,
de tenerlo junto a mí.

Vi una puerta.
Una puerta que mirando
muchas veces detesté,
por tan espantoso aspecto,
tan siniestro y sepulcral,
una puerta cuyo umbral
jamás quise atravesar.

Y me encontré solo. Muy Solo.
De repente, muy de pronto,
no hubo frente a mí
más que la puerta,
la voz, la soledad,
la tristeza,
la luz encendida,
la mano extendida
que era la de aquella,
la del rostro familiar.
¡Detrás de mí no había nada!

Y con valor inusitado,
Olvidando cobardías,
los temores y las penas,
el temor, la soledad…
¡Atravesé el umbral!
Mas nunca se cerró la puerta.

Era un lugar oscuro,
Y sin duda tenebroso,
que yo les mentiría,
si nunca les dijera
que el miedo volvió a mí.

Y di un paso lentamente,
con la torpeza de un infante,
tropezando al avanzar.
Y caí.

Era un hoyo muy profundo,
que parecía no tener fin,
me sentía en el vacío
y pensé que nunca
el fondo podría ver.
Pero llegué.
De repente una luz
muy lejana y poco intensa,
se apagaba poco a poco
azotada por el viento
y el temor me sacudió.

De repente, en un segundo
la pequeña lucecita
se avivó un poquito más.
Y la ví.

Vi una mano extendida
dirigiéndose hacia mí,
una mano luminosa,
y vi un rostro que miraba
hacia la profundidad,
buscando mi mirada, que buscaba en lo más hondo
la más honda soledad.

Alce los ojos sin querer
Y pude ver aquellos ojos,
aquellos lindos ojos
que miraban con amor,
y vi unos labios
que mi nombre pronunciaron
y me asombró que lo supieran
habiendo tanta gente
que marchaba por afuera
sin saber a qué lugar.

Y la voz, y la voz
me resultaba con un tono familiar,
y era la voz que pronunciaba
mi nombre,
segundo tras segundo,
instante tras instante,
y yo sin escuchar.

Una voz
cuyo rostro y su mirada
me extendían
una mano luminosa
cada vez más cerca,
cada vez más junto a mí.

Y callé,
entré en el silencio
y pude ver,
que el viento que azotaba
a la luz era mi voz.
Y escuché.

De repente, muy de pronto,
todo se iluminó,
y pude verme asido
de la mano extendida
y sacado fuera,
lejos de la profundidad,
la oscuridad, la soledad
y la tristeza.

Fue una gran luz
que me cegó, con su potencia
cual un sol,
cual una estrella,
muy cercana,
junto a mí.

Y pude ver de nuevo
la puerta
de mi habitación
y entonces reconocí
esa mano amiga:
era la mano del amor,
la mano que tan cerca
tantas veces ignoré .

Y vi el rostro,
y su sonrisa,
y su mirada transparente
que me hablaba
y me decía:
“Ven”,
y fui tras Él,
y lo seguí,
y entré a mi habitación,
a mis paredes, a mi lecho,
a mis cobijas y a mi almohada
y su calor,
y de repente Él
tenía el rostro
y la voz de una mujer,
su mirada y su sonrisa,
y comprendí
en aquel instante,
cuando veía
que dormía junto a mí,
lo inmensamente ciego que fui
pese a que podía ver.

Y en silencio,
la abrigué con mi cobija,
y sus mejillas y sus labios
con los míos yo besé;
y tomando su mano
extendida hacia mí
sentí que alguien cerraba
la puerta de mi habitación
y pese a ir camino lejos,
se quedaba junto a mí,…
Digo a nosotros.

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57.- Canción de amor

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No esperaba que llegaras tan aprisa
a traerme una esperanza al corazón
no creí que esa sonrisa
ni esos ojos de ilusión
me darían el amor que yo quería.

No pensé que esa mirada tan furtiva
me quisiera revelar sin condición
esa llama siempre viva
que de tímida canción
convirtiote en el poema de mi vida.

no creí que en esas manos mis caricias
te dirían lo que nunca te diré
con miradas a escondidas
con versitos en papel
con extrañas y sublimes palabritas.

No quisiera que conozcas la tristeza
no quisiera que rompieras a llorar
no quisiera que la pena
ni la cruenta soledad
aguardasen algún día ante tu puerta.

Yo quisiera darte todo mi cariño
regalarte un poco de felicidad,
fusionar nuestros caminos
enseñarte el verbo amar
y aprenderlo cada vez que esté contigo.

Yo quisiera que entendieras estas cosas
que yo siento que me hacen despertar
yo quisiera que comprendas
que te quiero de verdad
y que nunca yo te voy a olvidar

Porque tú te vas
y la vida así no vale nada
yo no sé qué voy a hacer cuando estés lejos.
Porque tú te vas
y ya no te volveré a ver más,
yo no sé qué voy a hacer sin tu sonrisa.
Porque tú te vas
y la vida así no vale nada
porque nunca yo te voy a olvidar… (12/04/86)

 

Este verso tiene música…

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14.- Pecado mío

[Visto: 891 veces]

Señor, si fue pecado mío
el haberme enamorado de ella,
que cese su brillo toda estrella
y se sumerja el universo en lo sombrío.

Señor, no fue pecado mío
el haber encontrado su alma bella,
como sol radiante que destella
las caricias que llenan mi vacío.

Entonces, Señor, si no es pecado,
no la alejes de mi lado,
ni me quites nunca su cariño.

Que puedo llorarla como un niño;
porque difícilmente se olvida
al gran amor que se halla en la vida.

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12.- La cena de los buitres

[Visto: 1248 veces]

Un desdichado animal herido,
yace en el suelo, tendido,
y la antes familiar manada,
hace mucho se perdió de su mirada.

Y es que la sabana africana
de ningún animal es hermana;
el limitado es dejado a su suerte
esperando que llegue la muerte.

El herido animal sufriendo
de dolor se está muriendo:
sólo impotente y sin abrigo
de su muerte será la sabana tumba y testigo.

Los torvos buitres de señorial vuelo
lanzan una mirada por el suelo
y ven alejarse a su presa de la vida;
una vez muerta, su cadáver será su mísera comida.

El sacrílego festín ha empezado:
una vez que la muerte ha llegado,
al cadáver rondan en vuelo circular
los buitres de aire tenebroso y singular.

Y sobre el cadáver posan
garras y pico que destrozan
la carne inerte de aquel animal
que tuvo aquel día su hora final.

Y devoran sin piedad
entregándose a la saciedad
de su hambre y sed sangrienta
que a cada instante se acrecienta.

Después de estos sucesos
quedaron tan sólo los huesos
del cadáver de aquel pobre animal
que nunca hizo ningún mal.

Por allí pasaba, rifle en mano,
un cazador, un humano,
que indignado por la escena
a muerte a los buitres condena.

Y con raudos balazos
hace blanco en los brazos
emplumados de los convidados
que emprenden vuelo, dejando olvidados

los restos del festín
que violentamente tuvo fin
por la interrupción,
del cazador de buena intención.

Sólo un buitre ha quedado
en el suelo, deerribado,
desangrado y moribundo
desgarrándose en un dolor profundo.

Y se le acerca el cazador
al terrible predador
de la sabana impía,
y oí que esto le decía:

“Por qué se alimentan
del cadáver que encuentran
convertido en carroña
sobre la vegetación que retoña?”

Y el buitre, indignado,
rompió su silencio sagrado,
y al ver cercana la muerte
dijo al hombre con voz fuerte:

“Y ustedes, los humanos,
por qué se matan entre hermanos
teniendo uso de razón,
sentimientos, corazón?”

Y así el buitre murió
y el postrer suspiro exhaló;
mientras, el hombre, pensando,
lentamente se alejó caminando.

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33.- Muerte

[Visto: 1138 veces]

Tal vez no pueda hablar de ti porque no te conozco.
Heraldo incansable que anuncias el final de la vida,
en forma instantánea, tal vez en larguísima agonía,
quitándole al hombre su ser y su existencia.

Llegas en cualquier instante y sin anunciarte,
no perdonas a nadie, ni al opulento ni al miserable
de ti no se libró ni Dios, aunque logró vencerte.

¿Cómo eres? ¿qué se siente?
¿Serás tal vez el final de un sueño?
¿serás el comienzo de lo desconocido?
¿serás mutismo, serás movimiento,
serás sombras, serás luces y relámpagos,
serás aurora, atardecer o noche,
llamas de fuego, fríos témpanos de hielo
o finalmente el regreso a la misma vida?

Te espero y no te espero, muerte,
no sé si temerte o no temerte,
no sé si conocerte o ignorarte,
no sé si es mejor vivir o acariciarte.
Muerte, muerte.
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13.- El poeta muerto

[Visto: 1127 veces]

Dijo una paloma en la mañana
al Padre Eterno de los cielos:
“¿Por qué el poeta ya no escribe más sus anhelos,
sus esperanzas, sus ideales, sus victorias;
por qué no nos deleita más con sus historias
que enmudecieron hace más de una semana?”

“Sí, Padre, rostro níveo de ternura,
el poeta joven ya no canta,
con palabras nuestro sueño más no encanta,
no lo arrulla, ni acaricia ni acompaña
gran cariño ya no nos entraña”
-dijo una triste golondrina con dulzura.

¡Infinita luz entre tinieblas,
guía nuestro en lo mundano!,
el poeta ya no canta a lo cercano,
en el silencio yace adormecido,
vuestro poeta ahora está dormido,
más no en el mundo que de humanos pueblas.

El poeta yace inerte,
víctima de sus imposibles anhelos,
tres metros debajo de los suelos,
en una profunda fosa,
donde impávido reposa
su cuerpo acostado sobre el lecho de la muerte.
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39.- Himno

[Visto: 1248 veces]

Harto estoy de la rima tirana
y del conteo abominable de las sílabas,
harto también, de cantar a lo de siempre,
de cantar al amor,
de cantar al recuerdo,
de cantar a la condición humana miserable.

Harto estoy de mitificar esperanzas,
de cantarle a los castillos en el aire,
de adorar ídolos de pies de barro,
de cantar a la gente,
a las ideas,
a la música,
a las sociedades masificadas…

Harto estoy, de las admiraciones,
de las incógnitas, del misterio,
de las visiones apocalípticas,
de las rebeliones ficticias
de las sociedades de consumo…

Quiero cantar, aunque lo haga mal,
aunque nunca deje de ser un mediocre,
aunque nunca me entienda la humanidad.
Quiero cantar a las cosas nuevas,
a la verdad nueva, a la vida nueva.
Cantarle al universo nuevo,
a ese cosmos cada vez más cercano,
a ese mundo al que llegarán unos pocos…
Quiero cantar. Ya estoy harto.

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50.- La ciudad de los pasos

[Visto: 1288 veces]

Vuela, vuela, maldito calendario,
desnudándote las hojas
transcurren los meses;
pasan horas y días enteros
y yo aquí prisionero
entre cuatro paredes
y mis libros…

No puedo contemplar el amanecer
desde mi ventana,
tampoco entregarme al sol y al calor
de los días,
ni al atardecer a lo lejos
en el horizonte,
solo a la luna en las noches oscuras.

Entre bibliotecas y carpetas,
tomando libros
que pasaron por cientos de manos,
entre palabras subrayadas,
nombres, garabatos,
entre libros caducos y lozanos.

Entre aulas, entre aulas y a la fuerza
para no pasar frío,
la neblina y los balcones
con sus férreas barandas
manando rocío,
las pizarras intangibles,
el estrado y el asiento
de la cátedra.

Las carpetas desordenadas,
los pasos,
las frases obscenas
en la puerta de los baños,
bosteza el vigilante,
despierta recién
el bibliotecario.

Se acercan, son cuerpos humanos
con libros bajo el brazo.
porque se arrastran como serpientes
o quieren seguir a los primeros;
atravesando el césped
tal vez recién regado
por la noche,
caminando por veredas resbalosas,
se encienden las luces,
es aún muy temprano.

Se sienten los pasos
el eco los trae hasta lo alto
por entre balcones,
escaleras y salones,
muy pronto la ciudad
será de los pasos.

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11.- Lizeth

[Visto: 1030 veces]

Eres pequeña, suave, como el frágil capullo
de una pequeña rosa temprana;
delicada como un rayo de sol en la mañana,
que tu madre cuida y acaricia con orgullo.

Eres sencilla y hermosa como el arrullo
de un ruiseñor en casa cercana,
como el canto del agua en la fontana
acompasado por el mío y por el tuyo.

Es el entrañable cariño de tu madre
y la sombra protectora de tu padre
lo que resalta más tu infantil belleza.

Te llevarás para siempre la tristeza,
las penas y amarguras de este hogar
porque donde estés tú, para ellas no habrá lugar.
(más…)

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