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Vuela, vuela, maldito calendario,
desnudándote las hojas
transcurren los meses;
pasan horas y días enteros
y yo aquí prisionero
entre cuatro paredes
y mis libros…

No puedo contemplar el amanecer
desde mi ventana,
tampoco entregarme al sol y al calor
de los días,
ni al atardecer a lo lejos
en el horizonte,
solo a la luna en las noches oscuras.

Entre bibliotecas y carpetas,
tomando libros
que pasaron por cientos de manos,
entre palabras subrayadas,
nombres, garabatos,
entre libros caducos y lozanos.

Entre aulas, entre aulas y a la fuerza
para no pasar frío,
la neblina y los balcones
con sus férreas barandas
manando rocío,
las pizarras intangibles,
el estrado y el asiento
de la cátedra.

Las carpetas desordenadas,
los pasos,
las frases obscenas
en la puerta de los baños,
bosteza el vigilante,
despierta recién
el bibliotecario.

Se acercan, son cuerpos humanos
con libros bajo el brazo.
porque se arrastran como serpientes
o quieren seguir a los primeros;
atravesando el césped
tal vez recién regado
por la noche,
caminando por veredas resbalosas,
se encienden las luces,
es aún muy temprano.

Se sienten los pasos
el eco los trae hasta lo alto
por entre balcones,
escaleras y salones,
muy pronto la ciudad
será de los pasos.

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