Hoy por enésima vez en el año hubo comida gratis en el edificio. Alguien mandó un correo y la tropa bajó corriendo desde los trays para hacer nuestra cola como en comedor popular (Cam 2018). Comida, comida, comida. Es interesante lo mucho que importa en la organización de las actividades de la universidad y naturalmente en la vida de cada uno. Justamente por eso siempre es una cuestión de comida. Ofrendada o forzada, siempre estás de hambre y yo siempre estoy ahí para recordártelo. Siempre es una cuestión de estar yendo o estar regresando de comer y de estar encontrando la manera de ahorrar al cocinar o de ahorrarse el cocinar, respectivamente. Incluso se trata de algunos aspectos laterales como las compras y los residuos, pero de eso, como de todo lo que se encuentre por debajo de los tobillos yo me tengo prohibido hablar. Mira que quizás también de esto se trate ese extraño episodio de la vida que se viene y que será financiado con la plata de tus padres. Y esa práctica atlética que significan las gradas por las que vengo subiendo del primer nivel al cuarto nivel, aunque quizás las energías me terminen botando en el tercer nivel, mi domicilio permanente, y quizás ahí se trate de una comida en el restaurant más caro de la ciudad en el que desde ya sabemos que no estarás invitada. Por favor, trabaje usted Ley de Murphy.

Al llegar a mi casa todavía estoy tratando de pensar qué fue lo que nos golpeó. Fue eso, fue un golpe de surrealidad queer del que Freddie Mercury hubiera estado orgulloso.

Dos tesis de pregrado en el departamento de literatura comparada. Primero una chica analizando el concepto de “avatar” en el mundo actual partiendo de esos puntos que dicen “estás aquí” en los mapas de planta de los edificios, pasando por el videojuego Super Mario 64 en el que en cierto momento Mario ve en el espejo que tiene detrás una nube que con una cámara colgada de una caña de pescar graba cada uno de sus movimientos, hasta llegar a una exploración de mecanismos de representación tridimensional del movimiento por computadora para ajenizar el cuerpo de la mente. Espero que la chica sobreviva a esa investigación. Luego una chica que hacía un análisis comparado de Manuel Puig y de Jorge Luis Borges, tomando como método de análisis el tango y la historia de su contenido sexual. Contrastaba la cercanía de Puig con la sexualidad con la lejanía y hasta temor que le atribuía a Borges. Interesante también haber escuchado hace un tiempo a Vargas Llosa criticarle a Borges la falta del amor y del sexo en su literatura, en mi opinión injustamente (o adolescentemente). En cierto momento pensé que la tesis se pondría interesantísima, cuando hizo una suerte de crítica feminista del entendimiento común del tango, que aparentemente olvida que en sus orígenes era música de los barrios pobres y que no era bailada por las mujeres, salvo por las prostitutas, y que solo los hombres bailaban entre ellos con el fin de conseguir a las prostitutas más buscadas. Pensé que en cierto momento la tesis haría una suerte de conexión de todo esto haciendo de algún modo bailar a Borges y Puig a través de su literatura hasta encontrar algún tipo de síntesis literaria-feminista. Pero la chica no llegó hasta ahí en su exploración. Quizás también porque no sé si Puig hubiera seguido el paso.

Es algo bien impresionante para mí escuchar en las clases y las discusiones posturas tan radicalmente opuestas a la fortaleza del derecho de propiedad, ese valor tan sagrado al que se le tiene tanta reverencia en el mundo del derecho peruano. Solo la aceptación de la función social de la propiedad fue tremenda reforma en su momento en nuestro derecho. De hecho hay buenas razones para esta mediatización de la propiedad. Hace cierta lógica restringir el derecho de propiedad de los que comercian con las viviendas en favor de aquellos a los que se les hace tan difícil conseguir una. Pero aún es chocante que para la gente sea chocante que se alegue que uno puede hacer con su propiedad lo que a uno le plazca.

Fui hoy al Rockefeller Center para el seminario de los martes y también para hablar con Steve Levitsky. No pude hacer lo último porque se tuvo que ir temprano, pero yo me quedé escuchando la presentación de una profesora de Government de Yale. Uno de los puntos de partida de su planteamiento es esta fórmula. “R” representa la disposición de ir a votar de una persona. “p” representa la probabilidad de que su voto cambie el resultado de la elección. “B” representa lo que a esa persona le importa el resultado. “C” representa los costos en que incurre la persona para votar. “D” representa el deber cívico que impulsa a una persona a participar de las elecciones. Básicamente lo que decía es que el miembro derecho de la ecuación sería siempre negativo si es que no estuviera “D” ahí. Esto porque la probabilidad de que el voto de una persona decida la elección (es decir, la probabilidad de que las elecciones queden en empate) es de menos de 1 en un millón, lo que multiplicado por “B” da un número muy cercano a cero. Restando “C” de todo ello daría como resultado un número negativo. Sin embargo, existe una disposición a votar positiva por la existencia de ese último elemento “D”. Algo sutil, que seguramente pasa desapercibido, pero que sería una consideración clave a tomar en cuenta al momento de decidir en la campaña si priorizar el mensaje o priorizar el llamado de ir a votar.

Es una atmósfera bien peculiar la de Harvard Divinity School. La tolerancia y gentileza que en general uno encuentra en la universidad la sientes acentuada cada vez que entras a alguno de los edificios de esta escuela. Tal vez la tranquilidad que la gente encuentra en la religión (aparentemente cada edificio tiene una sala de meditación alfombrada y con almohadas en el piso) o tal vez la necesidad de tener un grado adicional de tolerancia cuando se trata de discusiones sobre creencias religiosas, o tal vez ambas cosas. Este se trató de un edificio al que no había ido hasta ahora. Francis Avenue, número 42. Más que edificio era una casa, de las que seguramente Harvard ha ido comprando poco a poco a través de los años en las fronteras del campus. La charla fue sobre la historia, psicofarmacología, fenomenología, legalidad y economía política del ayahuasca, esa práctica tradicional que existe en la selva peruana, así como en otras partes de la Amazonía. Muy interesante escuchar a la expositora, Sophia Rokhlin, hablar con tal nivel de conocimiento de cada detalle de esta práctica y de todo lo que se mueve alrededor. Imagino que se debe haber pasado una buena temporada dando vueltas entre Pucallpa, Iquitos y Acre. Y muy quemado ver que la práctica no solo se ha occidentalizado a la manera de un foco de turismo, que no solo se ha exportado hasta ser practicada por chamanes húngaros en Manhattan, sino que hasta ha salido la posibilidad de comprar bitcoins que básicamente apuestan por el éxito en el tratamiento de personas que usan el Ayahuasca. Que viva el sincretismo.

Pd. Si el ayahuasca ya ha entrado a esta onda, por qué no explorar el blockchain en la titulación de propiedad.

Hay una nueva exhibición en la galería del primer piso (la Druker Gallery desde hace algunos días). En una suerte de tributo al desarrollo urbano incremental, la exhibición se fue armando tan de a pocos, que nunca estuve seguro cuándo estaba todavía en proceso y cuándo pasó a estar propiamente en exhibición. Después de un tiempo, que es usualmente unos minutos, le atribuyes una lógica a que los monitores estén en el piso y a que los modelos estén apiñados sobre las mesas.