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El Problema del Transporte en Lima

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Después de una parada técnica en una zona de estacionamientos donde unos foodtrucks estaban haciendo su agosto y ya subido en el auto estaba por retroceder para salir del estacionamiento y seguir camino. Es en ese momento que vi que algo o alguien se acercaba por la parte posterior. Cuando uno maneja normalmente usa esa extraña habilidad que te dan los ojos humanos, la de mirar directamente a algo, pero estar al mismo tiempo mirando indirectamente toda una panorámica. Es esa habilidad la que pienso que explica eso de “sentirse observado”. Uno no necesariamente mira directamente al observador, pero gracias a esa visión panorámica, alrededor de las 3 o de 9 en punto, uno puede identificar los ojos del observador a la mismísima nariz de uno. Con esas habilidades de humano y de chofer sentí esa presencia que se acercaba a la parte trasera del auto, así que inmediatamente frené. Mientras esperaba que pasara, volteé a ver en esa dirección y vi que se trataba de una niña pequeña. Aunque mi habilidad de calcular es muy poco confiable, ya que alguna vez le fallé a la edad de mi hermano en un tercio de su edad (lo cual posiblemente sea más grave tratándose de niños pequeños, razón por la cual alguna vez escuché a una niña quejarse de que sus padres le castiguen 6 meses alegando que eso era un décimo de toda su vida), pienso que tendría unos 5 o 6 años, vestida toda de celeste, un color que quizás tuviera relación con lo que iría a hacer momentos después. Iba avanzando intentando dominar un scooter del mismo color que el de su ropa, con el que seguramente se había separado de sus padres, seguramente unos empeñosos corredores de vueltas alrededor del Pentagonito. En ese intento, se había trabado y había dejado de avanzar, quizás con algunos problemas para recuperar el equilibrio. Al ver que tardaría todavía mucho en acercarse, coloqué el cambio y estaba por empezar a retroceder con toda la lentitud que el embrague me lo permitiera. Sin embargo, cuando volteé nuevamente a mirar hacia donde estaba la niña, vi que ella ya había emprendido el camino. Señor lector, tenga usted tranquilidad, porque no atropellé a la niña. Yo mismo me empecé a asustar con el desenlace de esta historia a medida que la iba escribiendo. Pero esta no es una historia triste, tampoco una feliz, simplemente deseo tranquilizarlos con este apunte entre paréntesis, antes de que se eleve innecesariamente el nivel de drama. Al ver que la niña pequeña avanzaba, naturalmente detuve el carro completamente. Pero el caso es que la niña al haber visto el carro retroceder ligeramente no se detuvo ni mucho menos. Lo que hizo fue, a la vez que seguía su camino, mirar hacia mí, el conductor; buscó mi mirada y cuando la encontró, levantó su mano derecha con la palma de la mano extendida. Esa señal con la mano no hizo que cambie en modo alguno su expresión de tranquilidad infantil. Entregado su mensaje al conductor y convencida sin ningún atisbo de duda que fue su señal con la mano la que generó la detención del auto, continuó su camino en el scooter. Paso por la parte posterior del carro y avanzó hasta que la perdí de vista. Así acabó esa historia. Desde ese momento y durante todo el día estuve pensando en la niña y su señal con la mano. Todos sabemos que el tránsito en nuestra ciudad es un caos y que los peatones no tienen ni medio derecho al caminar por la calle. Quizás en cierto modo también la niña lo supiera. Eso posiblemente podría justificar que ella hiciera esa señal. Pero quizás la niña no supiera que incluso en la jungla de carros de Lima, una niña caminando con su scooter en el Pentagonito haría detener a la generalidad de conductores, aun sin una señal con la mano de por medio. En todo caso, para ella la señal con la mano funcionó, y no había forma de que no fuera a funcionar; fue seguramente la reproducción de la señal con la mano que habrá observado en la calle, en una zona cualquiera de la ciudad, una señal de un peatón adulto -quizás su madre-, quien rebelde a que los peatones no tengan derecho alguno, se aprestó a cruzar la calle con determinación y le hizo la señal con la mano al carro que se acercaba. Y el carro se detuvo.