Archivo por meses: noviembre 2015

Un Café de Colores

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Cuando pasamos corriendo al lado de Le Plomb du Cantal, observo al vuelo un plato delicioso: pato. Recuerdo que ya es mediodía y que no estaría nada mal comer un mejor plato que el brioche que tomamos de desayuno. ¡Qué rico es el brioche! Desperté con una llamada del amigo de mi papá. Por más de que acomodé la voz para sonar como en el ajetreo del día, inevitablemente me recriminó por estar dios mío reaccionando a la vida recién a las once de la mañana. En todo caso, la llamada fue simplemente para acordar comer pato mañana, muchas gracias. Se me ocurre que quizás sea uno de esos patos en salsa glaseada como el que está servido en este plato que observo ahora. Pero ¡camina Pato! no hay tiempo para pensar en eso:¡La Fanciulla del West! La presentación comenzará en unos veinte o treinta minutos. Es solo la línea ocho con dirección a Créteil, unas tres o cuatro paradas hasta Bastille. En el tren nos miro en el reflejo de la ventana con esta ropa formal, pienso que no se ve nada mal, nada mal, por supuesto tú te ves fascinante, me da curiosidad pensar en cómo te verás cuando coloques detrás de tu oreja esa pluma negra que compraste en el Palais Garnier. En Bastille, como siempre, salimos a la superficie desorientados, siempre tú más que yo, y buscamos con ansias el edificio. Dónde, dónde. Está al otro lado del monumento. Cruzamos toda la plaza hasta estar delante del edificio, no hay gente entrando, solo algunos señores sabatinos sentados en las escalinatas. Buscamos una entrada o la boletería pero no hay ni uno ni otro. Vemos pasar a un joven con un violín en su estuche y decidimos seguirlo. Da la vuelta hacia la Rue de Lyon y entra por una puerta lateral. El joven debe haber venido para algún ensayo cualquiera, no es ahí la presentación. Ya ha comenzado hace 5 minutos. Me doy por vencido. Creo que no será hoy que escuchemos a Puccini. Rendidos nos miramos y pensamos el desastre que hacemos al despertar a estas horas. Decidimos hacer lo que mejor hacemos: ir a comer algo. Yo propongo ir al Léon de Bruxelles de la Place de la République, me gusta el pato, pero prefiero mil novecientos ochenta y nueve veces las moules-frites. Te parece perfecto porque tú además quieres ir a buscar esas Prada en el Grand Optical de la plaza y obligarme a comprar esos Tom Ford que nos gustaron tanto. Sin nada más que hacer y consumidos por el consumismo, vamos para allá. Vamos con todo el tiempo del mundo, caminamos y descaminamos, conversando y descrifrando: ¿Cuál diablos es el origen del éxito de Ukhu Pacha? Nos desviamos un poco, para quizás pasar unos momentos por el Canal Saint Martin y lanzar unas piedritas, esas que guardas en tu cartera para estos propósitos desde el pasado sábado que vimos la película. Pero a mitad de camino del canal nos detengo unos momentos a descansar por favor a la sombra de los árboles, tal vez debamos buscar una estación después de todo, la vida ya no está para estos trotes. ¿De dónde sacas tú fuerzas para caminar como si nada? Levanto la cabeza para buscar alguna M y no veo ninguna. Solo veo un café llamativo, en un edificio de tres pisos con más colores que los usuales. Está en la esquina del Boulevard Voltaire y el pasaje Saint-Pierre Amelot. No logro ver el nombre detrás de los árboles. Dos segundos después ya he olvidado la existencia de ese local mientras me tomas de la mano para seguir caminando, ocioso!

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

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Terminé el pájaro-que-da-cuerda, pensé que debía decírtelo. Al fin y al cabo, tú me lo compartiste. No puedo dejar de vincular mi historia y, como ya te dije, nuestra historia con ésta y las demás historias que él ha escrito. Pienso en eso cada vez que voy a comer solo a algún lugar. Especialmente cuando pido una cerveza o me siento en una barra. Felizmente tenemos a una ciudad tan profunda como Tokyo.

Bueno, y si tienes un minuto, pienso que el pájaro-que-da-cuerda era él mismo. Era un contraste intencional ese de asignarle la tarea de dar cuerda al mundo a una persona aparentemente mediocre y desempleada. Al final del día, no se trata, pues, de una persona común y corriente. Se trata de alguien tan poderoso que podría bien equipararse al líder de la secta de las alturas de Yamanashi. En su mente tenía la capacidad de conjeturar lo suficiente como para descubrir el secreto más profundo de las personas. A través de su historia se había dotado para ello de herramientas que, aunque circunstanciales, eran vitales para poder penetrar en el mundo paralelo de la prisión en que se encuentran esas personas, atrapadas por Noboru Wataya. Por eso pienso que Ushikawa lo admiraba sinceramente, Ushikawa siempre fue un tipo sincero en ese tipo de temas, no podía ocultar su impresión aún frente a sus enemigos asignados. Y creo que fue justamente Noboru Wataya el que, al mismo tiempo, lo subestimaba al extremo y le mantenía un miedo profundo de que le partiera la cabeza con un batazo. De algún modo, la conspiración de Noboru Wataya lo obligó a adentrarse en esa vocación, empujándolo a ir descubriendo esas herramientas, especialmente el pozo, e ir perfeccionando esa técnica de penetración de mentes. Como es obvio, si podía penetrar mentes desde tan lejos, solo adentrándose en un pozo, por supuesto que podía hacerlo, con mayor efectividad colocando sus dedos en las sienes de esas señoras platudas. Por otro lado, las historias del Teniente Mamiya y el padre de Nutmeg eran una suerte de convencimiento, apelando a anteriores avatars, de que él era realmente el pájaro lector, que da cuerda al mundo, el llamado a librar a ese su mundo personal de Noboru Wataya, el sofista. Finalmente, las hermanas Kanoo hacen las veces de heraldos que le comunican su entrada en esta etapa de descubrimiento personal de lo sobrenatural de sus habilidades. Por eso es que ellas están vinculadas a ambos extremos de la mesa, conocen o han conocido a Noboru Wataya y Tooru. Y antes de que me olvide, May Kasahara, posiblemente la mitad que unida, fusionada con Kumiko, forman esa persona que eres tú, de acuerdo a esta mi interpretación personal de la historia, muerte y falta de remordimiento, seguridad para rechazar y espontaneidad para escapar. Todo ello como un lugar desconocido en lo alto hacia donde mira anhelante ese pájaro estático condenado a darle cuerda a su propio mundo. Kumiko.

Lee conmigo esta dedicatoria a las ranas que responden tan inmediatamente con un no a mis preguntas introductorias:

“¿O no será, tal vez, que en el mundo hay diferentes tipos de personas y que para unos la vida y el mundo son coherentes al estilo chawan-mushi mientras que para los otros todo va al buen tuntún a la manera de los macarrones gratinados? Yo no lo acabo de entender. Pero imagino que si las ranas de mis padres pusieran chawan-mushi instantáneo en el microondas y, al hacer “tin”, saliesen macarrones gratinados, se dirían: “Nos hemos equivocado. Lo que habíamos puesto eran macarrones gratinados”, o quizá sacaran macarrones gratinados y se dijeran a sí mismos intentando convencerse, “No, no, esto, a simple vista, tal vez parezca un plato de macarrones gratinados, pero en realidad esto es chawan-mushi”. Y, por más que les explicara con toda amabilidad: “A veces, aunque pongamos chawan-mushi instantáneo en el microondas, salen macarrones gratinados”, este tipo de personas seguro que no se lo creerían, sino que, por el contrario, se enfadaría mucho. Señor pájaro-que-da-cuerda, ¿entiendes lo que te estoy queriendo decir?”