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Por: Ricardo Corrales Melgarejo
Presidente JEE Tayacaja

Para nadie es un secreto, que en nuestro País, se ha arraigado una tradición nefasta que se ha instituido en lo que solemos llamar “la viveza criolla”, y que tiene sus propios cánones antijurídicos, a saber: “La ley se acata pero no se cumple”, “El vivo vive del sonso y éste de su trabajo”, “Hecha la ley hecha la trampa”, “Para mis enemigos la ley, para mis amigos todo”, el que “no tiene padrino no se bautiza” y ahora último “roba pero hace obra”, entre otros adagios que nos revelan la grave insuficiencia ética que padece nuestra sociedad.

Ahora dividida en dos clases sociales, los “vivos” y los “sonsos”, incluso para que estos últimos accedan a la clase “superior”, se les da una regla de oro: “En este mar de vivos, levanta tu bandera de sonso”, esto es, primero aprende las corruptelas y malas artes de los duchos, y luego atrévete a hacerte sitio entre ellos. Inclusive, en esta escala de valores invertida del “sálvese quien pueda” o “después de mí, el diluvio”, la eficiencia de los “vivos” radica en cuidarse en no ser víctima de otro de su clase que lo degrade al nivel inferior de “sonso”.

Con lo anterior, queremos destacar que, en nuestra sociedad el incumplimiento de las normas es habitual, asentada en una ideología inmoral-individualista, con la cual perdemos todos, ya que nos encadena al subdesarrollo, y que llega al absurdo de incrementar en forma exponencial los costos en los negocios privados y obras públicas.

En efecto, la probabilidad de ser defraudados por el otro, es tan alta que todos adoptamos conductas defensivas tan costosas como vulnerables. Más aún, si algunas autoridades llamadas a combatir estas conductas antisociales, cometen el pecado social de omisión, ya que su inacción incentiva su desarrollo impune. Peor aún, sin con su accionar contribuyen a generalizar la corrupción.

Augurando que el futuro seguirá siendo de “pepe el vivo” y la cultura “combi” (hacer dinero atropellando al prójimo), y no del fomento de la moral y la legalidad. Entonces, los peruanos de hoy, tenemos el reto de recuperar los valores de nuestros ancestros (ama sua-no seas ladrón, ama llulla-no seas mentiroso, ama kella-no seas ocioso), no sólo dando el ejemplo en nuestras propias instituciones, centros de trabajo y en el mercado, sino también denunciando a las malas autoridades que incumplen con su deber de combatir la ilegalidad. De lo contrario, nuestra inacción en este terreno, nos hará cómplice de la realidad que criticamos.

Evitemos, pues, que la cultura de la barbarie se apodere de nuestra juventud, mediante el consabido proceso de “achoramiento”. A los mayores, nos corresponde la obligación moral y cívica de formarlos en valores éticos, por el camino del respeto a la legalidad y del cumplimiento de las obligaciones con la comunidad, a partir de un profundo convencimiento personal.

Amigo lector: nuestro País saldrá de la pobreza, suciedad ecológica, insuficiencia moral en la política y deshonestidad en los negocios, entre otros males, cuando el CIUDADANO LEGAL haya derrotado a “pepe el vivo”, y para ello, vale más nuestro ejemplo y control democrático de nuestras autoridades, pensando bien a quien elegimos, que mil bibliotecas de ética y educación cívica, por el bien del Perú.

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