Una situación de un cotidiano alterno de este muchacho. ¿Viajar a Amsterdam con un pelilargo conocido un par de días atrás en las ciclovías de Langenhagen durante un fin de semana de bullicio y ver el partido del Ajax en un coffee shop mientras los objetos van empezando a sonreir y las cucharitas a doblarse para al día siguiente dar una vuelta con Ana Frank y la casa más delgada de Europa antes de regresar con lo que quedaba de un Eurailpass para darse cuenta en una banca de la estación de Osnabrück que se te quedó la mitad de un spacecake en el bolsillo de la casaca es tráfico ilícito de drogas?
Raposa Sosa
Me contrataron el día del cumpleaños de Freddie Mercury. Por algo debe ser. Hay antecedentes que dan a pensar que los 5 de setiembre son buenos días para la ciencia. Recordemos nomás lo mucho que avanzó la ciencia el 5 de setiembre del año 2011. Y avanzó en McDonalds por cierto o al menos de ese lugar es del que tengo el recuerdo más vívido, del McDonalds que se encuentra al lado del Cine Pacífico, donde aterrizamos después de volar un rato en el concierto tributo a Freddie. Ahí de negro fue la ocasión. E incredulidad fue el sentimiento común. Ahora lamentablemente estamos en extremos, en el extremo de declararse raposa por unos minutos de retroceso. Momento soso el de las noches porque es en esas horas en que el humano, aquél ser que no es ninguno de nosotros, siente el miedo de los miedos. Por eso existen los televisores. Y cuando se va la luz e incluso la casa de uno está inundada ya no le queda a uno nada más que prender el iPad soso y comer cereal.
Carnaval de Marte
El estremecimiento paralelo que nos causamos cada vez me hace pensar y me revuelca y me da pavor y camino a letras saludando izquierdas y recogiendo fotocopias, pero no conocemos de compadres, desconocemos conhijos, retrotraemos los métodos, y por eso disfrutas del pasado, la nostalgia permanente, el cariño por los 70 y por los 60, y ya no creemos más porque la ciudad nos acogió tan bien, que provocaría la nostalgia geográfica. Acaso algún momento con lucidez implantó comerciales, tomas de gaseosas, dedicatorias anónimas y también de las dedicadas dedicatorias, continuó con la be la ce y con la de la ce, se alfabetronó, en tu voz pasiva suena suena, pasiva. A aquél chino.
Profesional
Con la música del winning eleven once perseguí perseguí jack sparrow al capitán barboza, mientras en la perla gritaban urra urra, el disparo salió en el momento exacto, salimos corriendo y nos dieron un día de gracia, tiempo que se tomaron en forjar nuevas espadas. Nos fuimos al horizonte, con voz borracha, cadente y serrana, canto de las olas. Una mujer a bordo, el resto almas condenadas, a disfrutar los tesoros se ha dicho.
La Buena Mente
Repetidamente dicen ellos las propiedades de la mente. Yo te dije que les creo y que pobres de nosotros de no amaestrarla para nuestro trabajo de médicos. Es el rudimento de nuestra medicina que es equiparable al de nuestra organización. Y sabes que yo soy pesimista, que no me gusta el dolor y que no tengo fuerzas. La respuesta entonces a esa pregunta ya la sabes. De todos modos, el resto del conjunto tiene lo que yo no. Y son muchos y heterogéneos. Conforme van transcurriendo los años, ellos se van acercando. Antes fue un tío abuelo, luego el padre de un amigo cercano y esta vez una amiga cercana. Salta una mueca en el rostro cuando pienso en la finitud que le ha tocado. Ese tiempo, que es cierto que otros ni siquiera tienen, no es un regalo de dios ni mucho menos. El verdadero regalo sería la certidumbre, que es lo que seguramente falta en la ecuación de ella. Uno juega con tijeras cuando piensa en lo convencional del cotidiano. En lo poco noticioso de cada día que pasa. Pero no hay que desear cualquier cosa, que lo noticioso en este país es solo lo negativo. Y hoy estamos de algún modo en las noticias. Y en las estadísticas de todas maneras. A pesar de bajar de los treinta años, a pesar del sexo femenino y de la falta de previo aviso. Hoy estoy sentado aquí en su mismo lugar, apoyado en su misma mesa, observando lo que ella observaba. Recuerdo el episodio del choripan y el de la publicación, y esa pequeña comunidad. Eso es todo lo para afuera y quedará en el tintero lo para adentro.
Derecho como Carrera Técnica
Mano de Echea
Lenta lenta lentamente veo mi piel regenerarse, en el lugar más visible para el público, el reverso de mis manos, tres garras incrustadas que dejaron huella, penetraron en la piel y la carne, la infectaron y deterioraron hasta el punto de que los transeúntes consideraban al miembro disminuido. Muy lentamente me fui curando, fue tomando el lugar de las llagas mi antigua piel oscura suavizada por el viento frío y la sensación de limpieza, haciendo saltar las costras por innecesarias tardando el tiempo necesario para que no se note el cambio, ni me atribuya habilidades animales, fui un ente regenerativo durante la semana.
Revivir Muertos
En algun lugar del cuerpo debe haber un gen o cromosoma o cerebro o neurona que contenga la consciencia y en algún momento se logrará una máquina que permita proyectar eso aunque sea en un programa de computadora o en un holograma, porque el cuerpo es algo pasajero.
Cine Teatro Casapalca
Un domingo hace algunas semanas se programó en mi curso Seminario de Integración en Teoría General del Derecho un viaje grupal a la localidad de Casapalca, pueblo establecido a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar camino a La Oroya, en una zona donde se realiza una explotación minera. El tema principal del viaje en los días anteriores a él, e incluso durante el mismo viaje, no fue la Teoría General del Derecho; fueron los cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Una horda de citadinos limeños de nacimiento o por adopción como nosotros se las iba a ver con los cuatro kilómetros que tendríamos que recorrer en sentido vertical para llegar a nuestro destino (cuatro kilómetros que yo ni a duras penas podría seguramente correr alrededor del Pentagonito) con los efectos que ello –entiendo que el enrarecimiento del aire- seguramente tendría en nuestro cuerpo. Por ello, el día anterior al viaje, el sábado, tuve que pasar por la farmacia a comprar una pastilla a recomendación de mi mamá. El nombre no lo recuerdo ahora, solamente recuerdo que me alegré de vivir en un lugar tan bien ubicado que la primera farmacia se encontraba a tres cuadras y la siguiente a cuatro cuadras de mi casa.
La universidad lamentablemente no está tan bien ubicada para mí y tengo que darme un viajecito de cuarenta y cinco minutos todos los días. Ahí me pasé, como todos los sábados, todo el día, ahí estudié, ahí conversé con los profesores, con los compañeros y con los amigos, ahí también la universidad me dio de comer a la hora de almuerzo y me proveyó de un café a la hora del lonchecito. Al volver de vuelta a casa en la noche, me quejé de ya encontrar los supermercados cerrados y no poder comprar alguna merienda para el viaje del día siguiente, compré solamente una bolsa de pan y un poco de yogurt en el chino de la esquina. Como dije en la introducción de mi historia, llegué a mi casa solamente para plantar el pico.
Al día siguiente con el apuro de toda la vida llegué al lugar de encuentro, el cruce de Javier Prado con Aviación, otra vez a solo cinco cuadras de mi casa, y emprendí el viaje junto al grupo en el bus. Del camino no recuerdo nada porque me dormí de cabo a rabo. Volví a la consciencia cuando ya estábamos estacionados al lado del letrero verde de “Casapalca 4200 metros sobre el nivel del mar”, al lado también de los letreros con las demandas laborales de los trabajadores de la minera. Pastilla y mucho cuidado de por medio me bajé del bus y acompañé al grupo a interrumpir el partido de futbol de los pobres trabajadores para la conversación sobre derechos laborales.
Mi interés en esa primera conversación llegó hasta que mi mochila empezó a pesar el doble y no se me ocurrió nada más que buscar un asiento en las bancas del parquecito aledaño junto con los chicos que la estaban viendo algo peor que yo. Organizado y conversado todo por el profesor, me uní a un grupo de chicos y no sé con qué fuerzas me fui a caminar el pueblo. Cruzamos los negocios que se encontraban al lado de la carretera, el letrero del café o mate de coca escrito en la pizarra con tiza, la oferta del caldo de cabeza y de la mazamorra de calabaza. En la esquina del locutorio y de venta de tarjetas claro y movistar volteamos hacia la izquierda para emprender la bajada hasta el mismo pueblito. No sé cuántas gradas de bajada (que a la subida se multiplicaron por diez) fueron las que bajamos hasta llegar a las rieles del tren y cruzar hacia el pueblito
Ya en el pueblito de Casapalca, lo primero es lo primero, así que nos dirigimos a comer. Encontramos un restaurante para los trabajadores, en una casa que se encontraba sobre una plataforma de loza, con un salón largo y grande con unas 15 mesas en dos filas. Me pedí un caldito que tuve que tomar muy rápido por el apuro del frío y departimos algunos momentos. Al momento de pagar, la cajera casi no tenía sencillo, casi no tenía dinero, el cobro era casi en su totalidad con anotación en la cuenta llevada en unos cuadernos. Solo con la habilidad contable de algunos de los compañeros logramos arreglar el pago y salir contentos todos. Esta cajera fue mi primer intento de entrevista, pero ella no sabía ni conocía nada, ella también era recién llegada a Casapalca.
Cruzamos, a continuación, el pequeño mercadillo, acá o en cualquier parte de Sudamérica hubiéramos encontrado uno igual, aunque éste era en pequeñas proporciones, solo uno o dos pasillos en unos habitáculos más bien oscuros. Entramos por un lado y salimos por el otro, con nuestras mismas propias existencias más unos cubitos de cacao para la resequedad de los labios que la delegada de la clase tuvo la amabilidad de regalarnos.
Caminamos unos cuantos pasos calle arriba hasta llegar a la placita en cuyo centro había un viejo carro de transporte de mineral. Un grupo se dirigió al pequeño puesto policial, el que estaba a la derecha de un cajero del banco, otro grupo se dirigió a las habitaciones de los obreros pasando al lado del “Plaza Hotel”. Yo me quedé a comer mi lata de pringles y a observar a las camionetas 4×4 que bajaban por la maltrecha pista, mirando con curiosidad cada detalle de la ciudad, mirando la gente caminar, escuchando las conversaciones, apreciando la arquitectura de las casas “mineras” y sintiendo el aire frío, las nubes, el sonido de esta localidad.
Ya junto el grupo otra vez emprendimos la caminata de retorno, hubo algunas entrevistas a trabajadores de la mina y de las empresas terciarizadoras, ellos ya no tan molestos con los empleadores como los representantes de la conversación inicial. Al seguir el camino, un poco adelantado de los demás me crucé por segunda vez con lo que más me llamó la atención de todo el pueblo: El Cine Teatro Casapalca. Cerrado. ¿Quién sabe desde hace cuánto tiempo? A lo mejor desde el anterior sábado solamente. En calle desierta nadie me podría dar razón. Por eso decidí entrar a la tienda de abarrotes y venta de periódicos que se encontraba a mi izquierda. Compra de un keke de por medio, me explicaron que el Cine Teatro hacía años que no funcionaba. Que también se usó para hacer reuniones de los trabajadores. Satisfecho con la poca información que mi elocuencia limitada extrajo, salí de la tiendita y solo tuve tiempo de observar el Salón de belleza, rayitos, laciado que quedaba al frente antes de unirme de nuevo al grupo.
Alto! cuidado con el tren que acaba de llegar, con un sonido terrible y un impresionante tamaño. Solo una vez estacionado pudimos pasar al otro lado y aprestarnos a subir las gradas hasta el paradero. Una vida después, que es lo que me costó subir de vuelta las gradas, estuve arriba a la altura de la pista, recuperé el aire, mi alma y mi consciencia apoyado al lado de una tiendita de sacado de copias y venta de dvds, y seguí el flujo hasta el grupo de gente de la cancha de fútbol. Foto respectiva, indicaciones finales, nos subimos de nuevo al bus, y de nuevo otras 4 horas de sueño. Ya en Lima, en Javier Prado con Aviación, me bajé con Nanda y Caro del bus, nos despedimos del amable profesor, con menos energías que al comenzar el día, y con la redacción de un entretenido testimonio por hacer, y caminando a mi casa, no supe más en mi cabeza de este viaje hasta el momento en que me puse a escribir estas líneas y reflexionar ideas que ya no escribí aquí.
Televisión Nacional
Ellos de verdad lo creían. Protestaban y protestaban, y gritaban porque consideraban tener derecho de zapatear el huayno, levantar polvo en la ronda, bailar mirando sus pies sin levantar la cabeza, meneando la cabeza, sintiéndose inentendidos, orgullosos de su entonación, más minutos de los debidos. A estos jóvenes yo conocí, grité con ellos, dediqué con ellos y nos despedimos todos, colocándonos siempre en un brindis aparte. A ese lugar volveré en octubre.