Hoy el viaje comenzó en Alcobendas, Madrid y terminó en Sarria, municipio de Galicia. Pero por las suertes del destino (o de la fe), la parada que hizo el tren que nos trajo desde Madrid fue en la comunidad de Castilla y León; específicamente en Zamora. No pudimos bajar, ni ver tanto de las ciudades y pueblos de la zona, solo lo que la velocidad del AVE de RENFE dejaba apreciar. Pero igual me sentí testigo de esos campos interminables de la España profunda, rociados de uno que otro pueblo organizado alrededor de su iglesia o los restos de su castillo medieval. ¿Cuáles campos, si no estos, eran los que recorría el Quijote? Es un lugar común pero no podía dejar de pensar en eso al observar por la ventana. Y como testigo que fui, estuve pensando también en todo momento en el mayor testigo que observó estos mismos campos hace algunas décadas: Arguedas. Trabajando su tesis doctoral en antropología en la facultad de letras de la Universidad San Marcos, Arguedas ganó una beca de la UNESCO y vino por algunos meses a España. Visitó Zamora y pasó un tiempo en los pueblos de Bermillo de Sayago y Muga de Sayago, todo ello con el propósito de hacer una etnografía de las comunidades rurales de España y compararlas con las comunidades que él había estudiado en la sierra central peruana. Su obra se encuentra en un libro insuficientemente conocido que desencajaba, a la vez, las superficiales percepciones que tenían sobre él gente como Mario Vargas Llosa y las tendencias de la disciplina de la antropología de su tiempo. En fin, fueron sólo algunos minutos de observar desde el tren, mientras repasaba desordenadamente fragmentos del libro que tenía guardados en mi nube. No deja de ser extraño que el día cero del Camino de Santiago me haya traído al patio trasero de España que hace algunos años quería visitar. Tal vez en otro viaje pueda alquilar un coche y manejar por estos pequeños pueblos (sé, por un grupo de Facebook local, que se recuerda mucho aún a Arguedas en Bermillo de Sayago). Luego de esto vino una travesía por una zona más montañosa, donde las rieles iban alternando su paso por puentes y por larguísimos túneles. Era el paso de Castilla y León a Galicia. Era también la frontera con Portugal, a la que el tren parecía acercarse peligrosamente pero nunca finalmente decidirse a tocar. El libro que vino a mi mente esta vez fue naturalmente Fronteras de Posesión. Ese borde totalmente definido en mi aplicación de Google Maps del celular, por tantos siglos había estado en permanente negociación. No a través de documentos reales o tratados (como el firmado en Tordesillas, un lugar muy cercano a la ruta de este tren), sino a través de las acciones de monjes, granjeros, misioneros o funcionarios locales. ¿Habrá tenido Tamar Herzog archivos sobre disputas o acciones sobre tierras en Ourense? ¿En Nava del Rey? ¿En Puebla de Sanabria? ¿En Toro? Tendré que revisar eso cuando vuelva a tener el libro a la mano. Pero es nuevamente increíble pensar que estoy atravesando estas zonas y que los campos de cultivo que observo puedan haber sido parte de esas disputas. La historia es bien textual, en su producción y su forma de comunicación. Pero tiene algo tan especial localizar geográficamente lo sucedido, que parece como si este fuera un viaje por un parque de diversiones. Al fin, llegué a Sarria, un pueblo más grande de lo que imaginé, donde se puede comer una interesante paella y encontrar un libro de Alianza Editorial, tamaño de bolsillo, sobre la historia del Camino de Santiago (Manuel Garrido). En la gente se siente un sentido de colectividad, la gente se saluda en la calle. No los locales, sino los visitantes, los peregrinos. Acaso, al leer tanto sobre el camino, tienen la idea de que cualquier conversación que tengan podría llegar a ser el recuerdo más memorable de su viaje. Me dio pena no continuar la conversación con el señor que en la barra de la pulpería empezó a hablar de la cocina peruana y de las veces que visitó Lima. Igual hay mucho camino por recorrer, 112 kilómetros exactamente. Ya sentí por lo pronto un sentido de trascendencia profundo al entrar a rezar a la capilla del Monasterio de la Magdalena. Hay algo más grande pasando alrededor, estoy empezando a ver las señales. Veremos de qué se trata.
Camino de Santiago. Día 0. Zamora y Sarria
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