Es una atmósfera bien peculiar la de Harvard Divinity School. La tolerancia y gentileza que en general uno encuentra en la universidad la sientes acentuada cada vez que entras a alguno de los edificios de esta escuela. Tal vez la tranquilidad que la gente encuentra en la religión (aparentemente cada edificio tiene una sala de meditación alfombrada y con almohadas en el piso) o tal vez la necesidad de tener un grado adicional de tolerancia cuando se trata de discusiones sobre creencias religiosas, o tal vez ambas cosas. Este se trató de un edificio al que no había ido hasta ahora. Francis Avenue, número 42. Más que edificio era una casa, de las que seguramente Harvard ha ido comprando poco a poco a través de los años en las fronteras del campus. La charla fue sobre la historia, psicofarmacología, fenomenología, legalidad y economía política del ayahuasca, esa práctica tradicional que existe en la selva peruana, así como en otras partes de la Amazonía. Muy interesante escuchar a la expositora, Sophia Rokhlin, hablar con tal nivel de conocimiento de cada detalle de esta práctica y de todo lo que se mueve alrededor. Imagino que se debe haber pasado una buena temporada dando vueltas entre Pucallpa, Iquitos y Acre. Y muy quemado ver que la práctica no solo se ha occidentalizado a la manera de un foco de turismo, que no solo se ha exportado hasta ser practicada por chamanes húngaros en Manhattan, sino que hasta ha salido la posibilidad de comprar bitcoins que básicamente apuestan por el éxito en el tratamiento de personas que usan el Ayahuasca. Que viva el sincretismo.
Pd. Si el ayahuasca ya ha entrado a esta onda, por qué no explorar el blockchain en la titulación de propiedad.